LUZBY BERNAL

jueves, 16 de septiembre de 2010

16 Sep 2010 09:11 AM

El que salva una vida es considerado en nuestra tradición como si hubiera salvado el mundo entero. De esto se desprende que el que destruye una vida es culpable de la destrucción de un mundo. El que sofoca espiritualmente una vida judía, sea la propia o la de sus hijos, es responsable por la sofocación espiritual de todo un mundo judío. De esto se deduce también que al que revive espiritualmente una vida judía -aunque sólo sea su propia vida- se le considera como si espiritualmente hubiera revivido todo un mundo judío.


Siempre es posible un retorno a la fe de Israel para aquellos que se han apartado de ella, o que se han rebelado deliberadamente contra ella. Sea que la senda que tenga que recorrer la persona que retorna sea un camino largo o corto, comenzar a recorrerlo es uno de los actos religiosos mas significativos. Este viaje se conoce como teshuvá; y el que lo hace se denomina baal-teshuvá.
A menudo se traduce teshuvá simplemente como arrepentimiento. La raíz de la palabra, sin embargo, significa retorno. "Retorna, Israel, al Señor tu Dios" (Oseas 14:2) es la esencia de la teshuvá, la clave para el arrepentimiento. El retorno a Dios no es únicamente un reconocimiento de Su existencia, o decir simplemente "Creo en El". Tampoco afiliarse a una sinagoga constituye un retomo a El. Estos son solamente los primeros pasos en esa dirección. Teshuvá significa nada menos que transformarse en un servidor del Señor, un eved Hashem. Un sirviente no solamente reconoce la existencia de su amo, sino que se somete a su gobierno y jurisdicción, está obligado por los mandamientos y exigencias del amo. Esta es la relación que existe entre Dios e Israel. Al someternos a Dios, proclamamos nuestra libertad de la servidumbre humana. "Seréis Mis servidores, dijo el Señor y no servidores de Mis sirvientes”
Israel está llamado a fortalecer otra relación con Dios: la del amor a Dios. Dos veces al día en el Shema ("Oye Israel”) se nos recuerda el precepto: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo su corazón ..." La relación de Israel con Dios es descrita también en términos de un matrimonio eterno entre amantes:
Y te desposaré conmigo para siempre; y te desposará conmigo en justicia, en juicio, en misericordia y en piedad. Y te desposaré conmigo en fidelidad y reconocerás al Señor.
(Oseas 2:19-20)
Siempre es posible reconocer la actitud y la conducta de un servidor, pero la de un amado prometido en matrimonio no siempre es universalmente reconocida, sobre todo por de una generación más expuesta a los actos de amor en público en un solo año, que lo que las generaciones pasadas pudieran haber presenciado en el transcurso de toda una vida. El verdadero amor no consiste simplemente en expresiones o en declara­ciones de afecto. El verdadero amor significa entrega, no apropiación. Autosatisfacción a expensas del amado, no es verdadero amor. No se expresa el verdadero amor por medio de una obstinada negativa a re­nunciar a los placeres y deseos propios, sino por la disposición de llegar incluso al sacrificio para satisfacer al objeto de ese amor.
Los matrimonios - y todas las relaciones basadas en el amor se deterioran cuando predomina el egoismo. El verdadero amor se evapora cuando una de las partes se comporta como si sólo importaran sus propias necesidades, exigencias y deseos. La religión, que a su nivel más elevado se basa en el amor de Dios, también se deteriora en presencia del egoísmo. El amor a Dios también es menoscabado cuando la gente actúa como si lo único que le importara fueran sus propias necesidades y deseos, sus gustos y comodidades, sin tener en cuenta lo que pudiera ser grato al Todopoderoso.
Desde un punto de vista pragmático, no existe realmente mucha diferencia si la relación con Dios se basa en un profundo amor o en una aceptación de la relación amo-servidor. Aunque desde un punto de vista filosófico y espiritual no hay duda acerca de la superioridad de la relación mencionada en primer lugar, en términos prácticos los resultados son los mismos. Solamente por razones que emanan de las profundidades de la propia mente, algunas personas se muestran más dispuestas a dar más énfasis a una u otra de estas dos relaciones legítimas.
Sea cual fuere el punto de vista, nuestra relación con Dios implica más que oración o plegaria. Exige una transformación personal, ­auto-reconstrucción que implica obedecer a Dios en todo momento más que anteriorrnente. El ha sido desobedecido; deberá brindársele satisfacción allí donde anteriormente buscábamos satisfacernos a nosotros mis­mos.
Realizar semejante transformación exige un esfuerzo doble. En pri­mer lugar depende del tipo de estudio del cual pueda surgir un conocimiento de la herencia total de Israel en toda su amplitud y profundidad. "Lo que se requiere no es más religión en la educación superior, sino más educación superior en la religión", (Alfred Jospe). El otro aspecto involucra las experiencias personales, la experiencia de vivir como un judío, de comportarse como judío.
El conocimiento requiere comprensión, y la comprensión máxima deriva del compromiso personal y no solamente del estudio de libros de texto. El conocimiento desde adentro es sin lugar a dudas superior a la simple observación desde afuera. Un conocimiento intelectual de la importancia de ser judío no puede compararse con la apreciación intuitiva del valor que surge de la acción de serlo. Aunque el intelecto debe aplicarse para reforzarla, especialmente en nuestra época, la sensación directa de lo que realmente es el judaísmo, surge de la acción y no sólo de su conocimiento. Aunque una apreciación solamente intuitiva o emocional de los valores y las ideas judías no sea a la larga suficien­temente sólida como para resistir el embate del examen crítico en el mercado de las ideas, y requiera un sólido apoyo intelectual y educa­cional, esto último por sí solo no trae ningún compromiso con el modo de vida judío.
El primer artículo de fe en todo credo es la creencia... Pero es difícil ver cómo una mera idea pueda tener esa eficacia... No es suficiente que pensemos en ellas (en las ideas), es también indis­pensable que nos coIoquemos dentro de sus esferas de acción, que nos ubiquemos allí donde mejor podamos sentir su influencia; en una palabra, es necesario que actuemos... (Emile Durkheim, "Formas Elementales de la Vida Religiosa")
Enfrentemos el problema tal como es. La supervivencia del judaísmo no es en sí y por sí misma suficiente para justificar la lealtad al juda­ísmo o para basar en ella la voluntad de seguir siendo judío. Si ser judío no tiene ningún significado especial, entonces la supervivencia del ju­daísmo como un pueblo o una fe diferente tampoco tiene ningún signi­ficado. Si una persona cree profundamente que la supervivencia del judaísmo tiene importancia, esto debe tener para él significado y con­secuencias a nivel personal.
"Retorna, Israel, al Señor, tu Dios" es el llamado de los profetas hebreos que resonó a través de las generaciones en todos los momentos en que nuestro pueblo se separó de Él. En nuestra fe es fundamental el concepto de que nunca es demasiado tarde para ese retorno. Una per­sona puede tener seis años o sesenta, diez años o cien, siempre es llamada a purificar su corazón y sus pensamientos y para dirigirse o reencaminarse hacia el Todopoderoso.
El que retorna a Dios (en contrición) no debe imaginar que se encuentra a distancia demasiado grande del justo por culpa de sus pecados y transgresiones pasadas. No es así. Es amado y querido por el Creador como si nunca hubiera pecado… No sólo esto, sino que su recompensa es aún mayor, porque él sintió el gusto de la transgresión y se separó de ella dominando su mala inclinación. Nuestros Sabios afirman que en el lugar donde se encuentra para­do un "baal teshuyá", no puede pararse ni siquiera el más per­fecto de los justos. En otras palabras, su nivel espiritual es inclu­sive superior que el de aquellos que nunca pecaron… Todos los Profetas llamaron al arrepentimiento, y la redención final de Israel se logrará sólo a través del arrepentimiento
(Hiljot Teshuvá 7:4-5)
Debemos también señalar la conclusión del sabio Kohelet (El Ecle­siastés), que después de todas sus búsquedas sobre el sentido de la vida, y de todas sus investigaciones desde el ascetismo hasta el hedonismo, concluye que: "El resumen de todo el discurso, después de oírlo todo, es éste: Teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque eso es el hombre todo" Eclesiastés 12:13).
El que salva una vida es considerado en nuestra tradición como si hubiera salvado el mundo entero. De esto se desprende que el que destruye una vida es culpable de la destrucción de un mundo. El que sofoca espiritualmente una vida judía, sea la propia o la de sus hijos, es responsable por la sofocación espiritual de todo un mundo judío. De esto se deduce también que al que revive espiritualmente una vida judía -aunque sólo sea su propia vida- se le considera como si espiritualmente hubiera revivido todo un mundo judío.
Del libro "el ser judio" del harav hayim halevy donin.

"Antes de vestir tu cuerpo de blanco, ilumina tu alma".


MEDITACIONESENELMARROJO

No hay comentarios: