LUZBY BERNAL

sábado, 4 de septiembre de 2010

RUMI EL GRAN POETA PERSA


Rumi
Nunca se ha expresado el pulso de la espiritualidad oriental y occidental con el extraordinario ímpetu que inunda la obra del santo sufi Jalaluddin Rumi. Su poesía abarca toda época y cultura, todo misterio y toda verdad. Sus palabras brotan de un espacio de amor e inspiración, de un lugar donde el alma y su creador son uno mismo. Durante su vida, los musulmanes, los judíos y los cristianos se sintieron inspirados por sus palabras y utilizaron sus enseñanzas para iluminar las atemporales verdades espirituales de su fe.
Hasta este día, casi ocho siglos después de su muerte, el mundo sigue encontrando inspiración en sus exquisitos versos. Resulta inevitable comprobar que revelan algún íntimo aspecto de nosotros mismos, que descubren algún anhelo secreto o que expresan perfectamente nuestros sentimientos más íntimamente guardados. Al captar el pulso espiritual de su época, Rumi ha abarcado todas las épocas. Al expresar el éxtasis de su corazón, ha conseguido tocar todos los corazones.

Rumi nació en 1207 en Balkh (ciudad del Afganistán actual), en la frontera Este del Imperio Persa. Balkh era un próspero centro de estudio islámico y una capital budista próxima a la ruta de la seda, donde tuvo lugar un rico intercambio de productos e ideas. Su padre, Baha Walad, fue un famoso erudito y un adepto sufi. En el año 1219, cuando las hordas mogolas de Gengis Kan se aproximaron a la ciudad, Baha Walad huyó a la zona oeste del imperio con su familia y sus discípulos. Tras nueve años de viaje, la familia de Rumi se dirigió al Imperio Seljuk (la Turquía actual) donde muchos teólogos, eruditos y artistas se refugiaron durante esta conflictiva época. Cuando el rey Seljuk supo de Baha Walad y de su familia, les invitó a instalarse en Konya, la capital.

El rey nombró a Baha Walad responsable de una madrasa (universidad) recién construida en el centro de
la ciudad. Rumi, todavía bajo la tutela de su padre, continuó estudiando las disciplinas de su herencia. A los veinticuatro años era ya un reconocido maestro de gramática árabe, teología, astronomía y saber popular sufi. Unos años después de su llegada a Konya, Baha Walad murió y Rumi asumió el puesto de su padre como cabeza de la universidad. El brillante joven enseñó con gran pompa y talento, resolviendo los problemas más complejos y enigmáticos de la teología. Se convirtió en el guía espiritual de miles de discípulos, incluyendo al rey, y todos le llamaban Maulana: "nuestro maestro".


El poeta místico más grande de todos los tiempos

Con una singular empatía, la ciudad de Konya acompañó la transformación de Rumi. Vieron a un joven entrar en la ciudad con su distinguido padre. Le vieron convertirse en un importante erudito y en un elocuente intérprete de la teología islámica. Atestiguaron su encuentro con Shams y observaron perplejos cómo dejó su túnica, se vistió con las ropas de un sufi y comenzó a cantar y bailar en total abandono. Y cuando Shams desapareció, vieron cómo su doloroso anhelo encontró expresión en la poesía. Una poesía que era exquisita y divina, una poesía que cambiaría el corazón del mundo musulmán.
Rumi pasó el resto de su vida en Konya, dedicando su tiempo a las prácticas espirituales, a la enseñanza y a la escritura. Los frutos de su esfuerzo fueron dos obras maestras: el Divan-e Shams-e Tabrizi , un volumen de poemas de amor divino, y el Mathnavi , un clásico que narra miles de historias y parábolas, que ha sido denominado frecuentemente "el Corán persa" debido a su profunda repercusión. Rumi fue también el guía espiritual de miles de personas y fundó la hermandad Mevlevi de bailarines derviches, que siempre ha encarnado los trazos de su personalidad: humildad, compasión y amor por el prójimo.

El siglo XIII no sólo marcó el comienzo del Renacimiento en Europa, sino también el punto álgido de la cultura islámica. Fue la época dorada de su poesía y de su espiritualidad, con Rumi portando la corona gloriosa. Rumi fue heredero de una inmensa fortuna intelectual y espiritual. Sin embargo, su gran logro no se vio marcado por el sistema teológico que desarrolló (más bien, no ofreció ninguno), sino por su maestría al dar forma, a la luz de su experiencia personal, a todo el conocimiento que había heredado. Su psique se convirtió en un crisol en el que vertió la sabiduría de su época; y ahí, hirviendo en las profundidades de su alma, en la combustión de su intenso anhelo por Dios, el sufismo encontró su perfecta expresión.
fuente wiki
Cusi Huasi  

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