LUZBY BERNAL

lunes, 6 de diciembre de 2010

EL REINO DE DIOS TRASTOCADO DE LOS AMILENIALISTAS

apologista | Diciembre 6, 2010 at 10:20 pm | Etiquetas: amilenialistas, ENGAÑOSO, ERRADO, falso, REINO, trastocado | URL: http://wp.me/p6Hrw-7PT
Los amilenialistas niegan un reino futuro sobre la tierra. Ellos enseñan que Jesucristo recibió el reino en el cielo y presentemente reina como Rey sobre toda la raza humana sobre la tierra. Concisamente dicho, los amilenialistas creen que el reino es celestial más bien que terrenal, es espiritual más bien que político, es presente más bien que futuro, y ha sido inaugurado en la primera venida más bien que esperando la segunda; y el Rey del reino está en el cielo más bien que volviendo a la tierra para reinar. Ellos también igualan erradamente el reino con la asamblea (iglesia). Al contrario, Jesucristo ha ido para recibir el reino en el cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento: “Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido” (Dan. 7:13, 14). Cuando Él recibe el reino, el Hijo del Hombre volverá a la tierra, así uniendo el cielo y la tierra. Entonces, se hará la voluntad de Dios como en el cielo, así también en la tierra.
El reino no fue establecido en la primera venida de Cristo. Él ha ido al cielo para recibirlo. Hay un paralelo interesante en la carrera del Rey David, el ascendiente mayor de Jesucristo. Cuando David fue escogido y ungido rey de Israel, él no ocupó inmediatamente el trono (I Sam. 16:1, 13). Él era un fugitivo mientras que Saúl usurpó el trono por un tiempo (I Sam. 15:28). Sin embargo, durante el tiempo en que David era un fugitivo, muchos se reunieron a sí mismos lealmente a él (I Sam. 22:1, 2). Cuando el reinado de Saúl fue terminado por la derrota y la muerte, el reino de David, que era un tipo de Cristo, fue establecido sobre Israel. Jesucristo es el cumplimiento de la profecía dada al Rey David. Cristo fue elegido, ungido, y ha sido enaltecido para ser el Rey mesiánico (Hech. 2:36). Él ha ido a la diestra del Padre para recibir el reino. En el curso de Su ausencia de la tierra, Satanás es el usurpador porque él es el dios de este siglo (Ef. 2:1-3). Sin embargo, los elegidos de Cristo están siendo reunidos en Él como herederos del reino (Hech. 15:13-17; Sant. 2:5). El reinado de Satanás terminará por la muerte y la derrota final de éste cuando Cristo regrese para establecer Su reino (Apoc. 19:11-16).
El reino no será establecido en poder y gloria hasta que Jesucristo regrese. Puesto que el reino es celestial, debe ser recibido del Padre, no de los hombres. “Tuyo es el reino” (Mat. 6:13) prueba que el Padre debe darlo. “Venga tu reino” de Mateo 6:10 refiere al reino futuro distintivo. No hay dos o más, uno dentro del otro, o uno que precede al otro. Puesto que los creyentes han de orar por la venida del reino, no existe presentemente.
Los Cristianos son responsables en estar ocupados hasta que regrese Cristo. Los derechos de Jesucristo le fueron negados por los hombres mientras que él estuvo sobre la tierra, pero Él había ido al lugar donde todos los derechos le dan sido dados. Estos derechos deben ser mantenidos por los Cristianos en el testimonio sobre la tierra. El testimonio de Cristo es la doctrina de Cristo (II Jn. 9-11). Los creyentes deberían contender fielmente por la fe a través de la ausencia de Cristo (Jud. 3). Se da el carácter del testimonio de Cristo en la continuación de Su ausencia en Lucas 19:28-40. Aunque Cristo es enaltecido sobre todos los cielos con respecto a Su lugar en lo alto, Él es el Humilde con respecto a Su testimonio sobre la tierra (Fil. 2:5-11). Por lo tanto, el Señor selecciona personas humildes para sostener el testimonio del Humilde (I Cor. 1:26-31). El Obrar y el velar son los dos deberes de los siervos de Cristo (Mar. 13:32-37). Se representa la ausencia de Cristo como durando un día y una noche. El día y la noche describen los dos deberes que Él da a todos los Cristianos — obrar en el día y velar en la noche.
La narración de Mateo de la parábola de un hombre que entrega los bienes a sus siervos antes de irse lejos (Mat. 25:14-30) es parecida al registro de Lucas de un cierto noble que entregó una mina a cada uno de sus diez siervos antes de irse a un país lejano (Luc. 19:11-27). La diferencia importante entre ellas es la distribución desigual de los bienes en Mateo y la distribución igual de las minas en Lucas. Mateo acentuó la soberanía de Dios que reparte a cada hombre en particular como Él quiere (I Cor. 4:7; 12:11). En contraste, Lucas retrató la responsabilidad de los recipientes; cada uno recibió una mina. Mateo, como Lucas, habló de la ausencia prolongada del distribuidor de los dones. Se retrata la ausencia de Jesucristo como una vigilia de la noche (Mat. 14:22-33).
Después del milagro de alimentar la multitud con cinco panes y dos pescados, Cristo hizo a Sus discípulos ir a la “otra ribera” (Mat. 14:22). Los discípulos en la barca simbolizan el pueblo de Cristo en el mundo cuando encaran el mar de la humanidad, las tinieblas de la depravación, y el viento de la doctrina falsa. La fe y la obediencia de los discípulos fueron probadas (Mat. 14:24, 28); no obstante, Cristo volvió para traer a Sus discípulos a su asilo deseado (Mat. 14:25-33).
El Rey volverá con Su reino. Cuando el hombre noble volvió, “...después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos...” (Luc. 19:15). ¿Quién puede negar que esto se refiere a la venida de Cristo? Esta parábola distingue los siervos de los ciudadanos. Los ciudadanos rechazaron y crucificaron a Cristo. Israel rechazó al Mesías. Después de Su regreso al Padre, ellos enviaron una embajada, diciendo: “...No queremos que éste reine sobre nosotros” (Luc. 19:14). Se ve el rechazamiento continuo de Israel de Cristo a través de los Hechos de los Apóstoles (capítulos 2, 3, 7, 13, 15, 28). Los siervos fueron llamados al noble que regresó  — Cristo. Estos diez siervos no podrían ser los apóstoles. Había doce apóstoles al principio, y había once después de la apostasía y la muerte de Judas.
Los diez siervos sugieren la idea de la responsabilidad. Los Cristianos letárgicos de Tesalónica que se extraviaron al creer que la resurrección se había llevado a cabo habían cesado ya de obrar. Por lo tanto, Pablo les recordó, “Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (II Tes. 3:10). Los Cristianos deben despertarse de la apatía y asumir la responsabilidad de aprovechar bien el tiempo, porque los días son malos (Ef. 5:14-16). Entre la ascensión de Cristo y Su regreso, nos esperamos expectativamente y buscamos para Su segunda venida. La mina dada a cada de los siervos no significa la gracia especial. Se obró la gracia especial en sus corazones y no simplemente se entregó a ellos. Nunca se quita de uno a quien se da (Rom. 11:29). (Estudie Rom. 8:28-31.) La mina refiere al testigo de Dios que hace a cada hombre inexcusable (Rom. 1:19-28; Sal. 19:1-14).
El Rey que volvió mandó llamar a todos los siervos ante Él en el juicio. La primera persona que vino fue fiel en ejercer su responsabilidad. Él reconoció que Dios es soberano y le había dado la capacidad de ser fructífero (Luc. 19:16, 17). (Estudie Hech. 9:5, 6; I Cor. 15:10.) La segunda persona no fue tan fiel como el primero; por lo tanto, se omitió la recomendación dada a la primera persona para esta segunda persona (Luc. 19:18, 19). Las recompensas son según el grado de la fidelidad. “Vino otro, diciendo: Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo” (Luc. 19:20). Se reconoció el señorío, pero esto se entiende en la luz de la confesión del señorío de Cristo por los no salvos (Fil. 2:9-11; Mat. 7:21-23). Él era un arminiano en su concepto de la teología. Él dijo, “Porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo...” (Luc. 19:21). Severo significa duro, fiero, y no compasivo. Un recipiente de la gracia no traería tales acusaciones contra el Dios del favor inmerecido, que dijo que Su yugo es fácil y Su carga es ligera. El Rey ya vuelto usó la declaración falsa del siervo mismo para condenarlo. Vas a observar que el Rey que regresó primero tratará con los siervos fieles y finalmente con los malos. No se menciona un elemento de tiempo aquí porque se pone el énfasis sobre la diferencia entre los siervos falsos y los verdaderos. El Hijo del Hombre abiertamente ejercerá Su poder y visiblemente traerá todas las cosas en sumisión a Su reinado justo sobre la tierra en el reino escatológico.
El dominio de Adán sobre la tierra prueba el propósito de Dios para reinar mediante el Hijo del Hombre sobre la tierra (Gén. 1:26-28). El reinado de Jesucristo como el Hijo del Hombre señala hacia atrás al fracaso de Adán en el huerto y delante a Jesucristo, mediante quien las bendiciones decomisadas son restauradas. El hombre fue hecho poco menor que los ángeles, y él fue el príncipe no disputado del mundo más inferior (Gén. 1:28; Sal. 8:4-9). En la capacidad de príncipe, Adán se vistió con la imagen de Dios; él representó a Dios sobre la tierra. El dominio de Adán era universal en cuanto a la creación más inferior. Sin embargo, ese dominio fue perdido en la caída. El dominio que fue perdido en Adán será restaurado en Jesucristo, el segundo Adán. Se aplica el Salmo 8 directamente a Jesucristo en Hebreos 2:6-7. Así que, el reinado de Cristo será universal. Como la tierra y las criaturas sobre la tierra habían de participar en el descanso sabático, ¿cuánto más sus antitipos (Rom. 8:18-24)? El reinado visible de Cristo no debe ser debilitado por hacerlo significar nada más que Su reinado “en el corazón”. El escritor de Hebreos nos enseña que el Salmo 8 no se ha cumplido aún en el Hombre preeminente, Jesucristo, el Hijo de David: “...Pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas. Pero vemos a aquel que fue hecho uno poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa de padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos” (Heb. 2:8, 9).
El alcance de la caída de Adán será recobrado por Jesucristo, el segundo Adán. Como el segundo Adán, Jesucristo derrochará el imperio de Satanás y recobrará el dominio que Adán perdió. Por lo tanto, Su redención lleva tan lejos como las consecuencias de la caída ha alcanzado. Puesto que se invalidará la maldición, se debe experimentar su alcance. El hombre es literalmente depravado (Rom. 5:12). La creación más inferior está literalmente bajo la maldición. Así que, hubo un Edén, una serpiente, una caída, y una maldición literal. Los dolores de parto de la mujer, el trabajo y la corrupción del hombre, y las espinas y cardos en la tierra son literales.
Por Su redención, Jesucristo conquistó las consecuencias de la caída y recobró lo que Adán perdió. Por lo tanto, el hombre es renovado literalmente por la obra de Dios. La regeneración es del Padre, mediante el Hijo, y por el Espíritu Santo. Todos los departamentos de la creación más inferiores involucrados en las consecuencias de las derrotas vergonzosas del primer hombre deben mostrar los frutos de la victoria magnífica del segundo Hombre. Romanos 8 enseña la redención de toda la creación visible. Esto no indica el progresar desde lo material a lo espiritual y después retroceder a lo material. Significa el proceder desde la promesa hasta su cumplimiento. Un reino de justicia separado de la creación renovada sería inconsistente.
Una doxología por Pablo en I Timoteo 1:17 concluyó su testimonio glorioso de la gracia salvadora: “Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.” El griego lee to de basilei ton aionon — “Por tanto, al Rey de las edades” (traducción). Él fue lleno de adoración para su Salvador y Rey. La palabra griega aionon es genitivo plural de aion, que significa un período de tiempo de carácter importante, una era, una edad, o la eternidad. Puesto que la palabra es plural, uno no diría las eternidades sino las edades. Es otra manera de expresar el hecho de que el reino de Cristo no tendrá fin: “ouk estai telos [no tendrá fin]” (Luc. 1:33). Este es el testimonio de las profecías del Antiguo Testamento y las del Nuevo Testamento: “Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido” (Dan. 7:14). “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos” (Apoc. 11:15).
Los Cristianos en las asambleas (iglesias) primitivas esperaron a Jesucristo, el Rey de los siglos (Rom. 8:23; I Cor. 1:7; Fil. 3:20; Heb. 9:28). El doble compuesto verbo griego apekdechomai, usado en estos versículos, significa esperar sin cansarse, expectativamente, y ansiosamente para Cristo. Su esperanza no era en el perfeccionamiento de la sociedad sino en la venida del Rey de los siglos. Su esperanza no era soteriológica. Una iglesia/reino visible no fue la esperanza de estos Cristianos. Esto sería una fuente de desastre y error incalculable en la historia de la “iglesia”. Ellos esperaron a Cristo, el Rey de los siglos, y Su reino escatalógico.

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