LUZBY BERNAL

viernes, 4 de febrero de 2011

Gaby

José Sanchis Sinisterra: Me gusta dejar cabos sueltos

José Sanchis Sinisterra: Me gusta dejar cabos sueltos
Renovador de la escena española, el dramaturgo y director reflexiona sobre las difusas fronteras de la teatralidad.
José Sanchis Sinisterra conversó con Ñ durante su paso por la Argentina para dar seminarios en el CELCIT y en la Maestría de Dramaturgia del I.U.N.A.
- Usted trabaja con el criterio de dramaturgias fronterizas o de la fragmentación.
- El teatro contemporáneo que más me interesa ver, tanto como escribir y dirigir, es de fronteras difusas entre géneros y disciplinas, y que se entrame por analogías más que por lógicas. La percepción del mundo es de una gran complejidad; lo que nos dice la ciencia, la filosofía y la propia experiencia es que el mundo se nos presenta caótico, fragmentario, discontinuo. Una dramaturgia de la deconstrucción tiene mayor fidelidad a lo real o a cómo percibimos lo real; la estructura aristotélica, en cambio, nos presenta un modelo tranquilizador. Además, elijo apelar a un espectador participativo, invitarlo a poner de su parte ciertas claves. El sistema en que vivimos tiende a convertir al ciudadano en pasivo, que sólo ponga su voto en una cajita cada tantos años y yo le pido una actitud indagatoria. Aunque tampoco se trata de torturarlo, hay que proponerle ese trabajo a través del placer, del juego, del humor; me parecería reaccionario prescindir de la inteligencia pero también de la comprensión y de la comunicación. Me gusta dejar cabos sueltos, a veces en los diálogos, a la manera de Pinter, o en la consecuencialidad, en finales abiertos. Y como me considero 50 por ciento dramaturgo y 50 director, luego añado otra complejidad a través del sonido, la luz, la actuación. Me gusta que el espectador complete la red: como en la vida, nos pasamos buscando el para qué, el por qué, no se nos da servido. Si el espectador se lleva tarea para el hogar, la experiencia continúa después de caer el telón.
- Ya que mencionó a Pinter, usted suele nombrarlo como uno de sus maestros, junto con Cortázar, de quien ha llevado textos a escena.
- Cortázar me acompaña desde los 60, monté fragmentos de Rayuela , “Carta a la maga”; ahora estoy por estrenar en España, Cronopíos rotos, tomando sus cuentos “Torito” y “Graffiti”. Explicar por qué elijo estos maestros, también Beckett, Kafka, Brecht, me lleva toda una conferencia. Resumiendo diría que de Pinter aprendí que hay una distancia entre lo que la gente dice y lo que quería decir; decimos lo que podemos y lo importante queda en los silencios, las pausas. Beckett es el modelo inalcanzable que me acucia para buscar una poética de la sustracción. Brecht, en mis comienzos, confirmó mis intuiciones de mezclar la narratividad a la dramaticidad.
- Usted habla también de fractalidad y de la importancia de no perderle el paso a la ciencia.
- Al menos conocer lo que podemos llamar filosofía de la ciencia, su pensamiento, lo que en sus avances abre como modos de entender la realidad; aunque no entendamos sus especificidades, hay una bibliografia accesible sobre lo que la ciencia está cambiando respecto del conocimiento del mundo. Ya decía Brecht que somos hijos de una era científica y no podemos evitar que acompañe nuestro pensamiento, para bien y para mal.
- También ha tomado el concepto de escritura rizomática.
- Me es muy útil el concepto introducido por Deleuze y Guattari, una imagen en la cual no existe un tronco sino una red; como estructura dramatúrgica permite salir de la causalidad lineal. También en física cuántica se dice que la causa de algo es todo lo demás, el universo es una red multicausal, la idea de una línea causa-efecto es una ilusión.
- Ser docente es inseparable de su trabajo en teatro.
- A los quince años no sólo empecé a escribir y dirigir sino también a enseñar teatro. Y pelée por institucionalizarlo, porque en España la universidad es refractaria a incluirlo en sus marcos académicos. Yo tuve que ser autodidacta, no había muchos maestros y me formé leyendo: a eso tengo que agradecer esta curiosidad compulsiva por la que mi biblioteca ya debe ir por los 15.000 volúmenes. Enseñar fue fundamental en mi formación, me obligó a planificar, ser comunicable, organizar mis conocimientos y aprender de las preguntas de otros. Ahora tengo un proyecto muy ambicioso en Madrid: abrir un espacio, no sólo como sala teatral sino también para talleres, debates y charlas de pensamiento cruzando la historia, la filosofía, la política. Y donde espero que fragüe en una presencia constante mi relación con Latinoamérica. La Asociación para esto se llama Nuevo Teatro Fronterizo, retomando el nombre de uno de mis primeros grupos. También dirigí la Sala Beckett en Barcelona, otra en Italia, siempre intentando proyectos integradores.
Susana Villalba. Revista Ñ. 1 de febrero de 2011
 
 

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