LUZBY BERNAL

domingo, 12 de febrero de 2012

"Que Medea no mate a los niños"Germán Castro Caycedo



  • "Que Medea no mate a los niños"


El escritor Germán Castro Caycedo nos brinda otra clase de buen periodismo y de lo que mejor sabe hacer: crónica.
Por Luis Fernando Ospina V. |
Publicado el 12 de febrero de 2012
No le pregunté a Germán Castro Caycedo si su papá lo llevó algún día a conocer el hielo. Sí a qué olían las calles de su natal Zipaquirá y cómo fue su vida en las verdes praderas de Pacho, Cundinamarca, donde a un Coronel del Ejército le salió el tiro por la culata y lo hizo "famoso". El oficial le dijo a un periodista de France Press que Rodríguez Gacha , alias El Mexicano , le había regalado a Castro Caycedo una finca. La agencia publicó la noticia y el maestro se ganó una demanda millonaria.

El maestro de la crónica en Colombia conoció el hielo muchos años después, pero supo de su dureza en carne propia. Y para siempre. Había viajado a Moscú, en busca de esas historias y personajes que ya lo inmortalizaron en vida. Se cayó. La base de su cráneo sufrió una fractura y estuvo poco más de 27 días hospitalizado. Perdió el sentido del gusto, pero mantuvo intacto y fortalecido el del olfato. El más valioso para cualquier periodista. El olfato periodístico.

Meses después de ese viaje, dio a luz a otra criatura: Candelaria , la historia del primer embarque de cocaína desde Colombia a Rusia, con un colombiano como protagonista.

Este fue uno de tantos accidentes en su vida. El primero, y más trascendental, le ocurrió a los 14 años. Estaba en quinto de bachillerato. Era un día de julio de 1958, cuando tomó un ejemplar del periódico y supo de un accidente de un avión de Tao, en el sur del país. La portada lo atrapó de entrada, pero en las páginas interiores estaba el conjuro.

El cronista Camilo López estaba en el lugar del siniestro y entrevistó a Atala Taficha , uno de los sobrevivientes. El relato fue de una riqueza dramática y testimonial, como un monólogo íntimo, que Germán Castro la leyó cuatro o cinco veces. Ese día supo lo que él quería ser: cronista. Con ese cronista hablamos antes de recibirlo a portagayola como nuevo colaborador permanente de EL COLOMBIANO, donde escribirá, cada mes, una gran historia.¿Qué debería significar para un país, incluidos los cronistas, la existencia de un periódico de 100 años?
"Un símbolo de libertad. La libertad de expresión, la libertad de pensamiento. Debe expresar un símbolo de inteligencia, que es la expresión de la honorabilidad".

¿Por qué los medios, en especial los periódicos, dejaron de hacer crónica?
"Inicialmente, porque algunos de quienes manejan los medios, la han olvidado. Las facultades no hacen énfasis en ellas, que son el género mayor del periodismo. En Colombia, la crónica ha sido una de las mejores de América. Desde 1500, con los cronistas de Indias, que venían con los conquistadores. Gracias a ellos, el mundo conoció a América. El castellano les quedó corto. Era tanto lo nuevo y tanto lo dinámico, que no les alcanzaron las palabras. A los caimanes les decían dragones, porque no tenían más cómo llamarlos. El despunte de la radio y de la televisión también ayudó a formar grandes cronistas.¿Como cuáles, maestro?
" Germán Pinzón . Fue muy grande e importante en la década de los 60 y mediados de los 70. Germán era el mejor cronista de Colombia, y lo seguirá siendo".¿Qué hacía grande y distinto a Germán Pinzón?
"Primero, la educación, la cultura. Segundo, la facilidad de transmitir no solamente los hechos, sino los sentimientos, los paisajes. De transmitir algo que él le imprimió a la crónica, que fue todos los sentido. Sus relatos transmitían olores, sabores, sonidos, colores, texturas. Una dimensión que Germán volvió mandamiento: Que para escribir de un hecho, hay que ir al sitio donde ocurrió".¿De las crónicas de Germán Pinzón, cuál hay que desempolvar y leer?
"Yo me buscaría una crónica conocida como Los Cantres . Era un matrimonio estadounidense que se perdió en la selva entre la Cordillera Occidental y el Caquetá, en el Cañón de las Ánimas. Germán se fue con un grupo de campesinos a buscarlos. En esa crónica uno siente la selva. Yo aprendí qué era la selva leyendo a Pinzón y él fue el culpable de que me enamorara de la selva. Y aún más, de la crónica".¿Existe una fórmula, además del talento, para hacer buena crónica, Maestro?
"No sé si existe, pero estoy convencido de que para encontrarla hay que diferenciar lo que es la tecnología y lo que es la técnica narrativa no ficción. La crónica, o sea la narrativa no ficción; y la novela, que es narrativa ficción, tienen ambas la misma técnica.

La crónica debe tener, en primer lugar, una estructura. Una estructura lineal. Se hace en orden. Primero, cuando nace la persona; o cuando es niño, o cuando es joven, cuando es mayor, y cuando es viejo. La manera de contar es comenzar fuerte, decir cosas interesantes en la mitad, y rematar fuerte para que el techo no se caiga. Hay que cambiar el orden. Eso se llama tiempos recuperados, pero en las facultades les dicen 'Flash Back'. Qué horror. Ahora, en periodismo, lo digo yo, no ha habido, no hay ni habrá objetividad. La crónica permite reemplazar lo que llaman objetividad por dos elementos: precisión y equilibrio".

Parece claro, ¿pero cómo busca las historias, cómo les sigue el rastro?
"Eso sí es olfato. Cualquiera de nosotros, tú o yo, puede conocer de un hecho o de un personaje, pero la diferencia está en eso tan etéreo y fascinante como el olfato periodístico, que parece que yo tengo, así no tenga el olfato físico que perdí en un accidente en Rusia.

¿Y cómo las investiga y las constata?
"Lo primero, ir al sitio después de buscar en los titulares de los periódicos las historias que ellos no cuentan por la premura del día a día. Anotar nombres de los personajes, el sitio donde ocurren los hechos, estudiar las costumbres de quienes habitan el lugar, buscar archivos y preguntar, preguntar y preguntar"

.En ese rigor periodístico, muchas se habrán perdido o se cayeron porque resultan falsas...
"Muchísimas, porque no logré llegar al sitio para hacerlas, o porque valía mucho, o no había la manera. Por ejemplo, para escribir Perdido en el Amazonas tardé un año para llegar al sitio de la historia, porque no había cómo irse de Leticia a La Pedrera en un avión. Por el río me demoraba tres meses y era peligroso. Mi plan era irme a buscar a Julián Berrío , y lo logré un año después. La persistencia es parte de la clave. Eso aprendí de Germán Pinzón ".¿Le han mentido alguna vez en sus crónicas?
"Sí, claro, muchas".

¿Y qué ha sentido?
"Nada. Es parte del trabajo. Uno, al consultar, se da cuenta. Por eso, cuando hablábamos de equilibrio, y de más de una versión en las historias, termina por confrontar esa versión y descubre lo que no es exacto o impreciso. Soy de los que piensan que no hay un hecho que no tenga, mínimo, tres personajes que haya que confrontar.Usted escribió mucho tiempo para una de las revistas taurinas más prestigiosas de España, El Ruedo. ¿Cómo se hace crónica sobre toros. Es distinto?
"Además de entender bien de toros, es lo mismo...

Lo que pasa en la corrida hay que contarlo poniéndole diferencias. Pero, primero aprendiendo de toros. En Zipaquirá, había dos muchachos, que después se llamaron Jumillano II y Hernando Amaya, uno picador y el otro novillero, que se metían por las noches al potrero de Clara Sierra, dueña de una ganadería brava. No quería ser torero, sino aprender de toros. Nos metíamos de noche a lidiar ese ganado, pero no para torear, sino para escribir de lo que hacían los muchachos. Escribí tres cuadernos de cien hojas de crónicas, con reseñas de cada entrada. Eso lo conserva Jumillano II".

¿Qué significa para un hombre de mundo y amante de la buena mesa perder el sentido del gusto?
"Aprendí que el olfato gobierna el gusto, y de lo primero estoy bastante bien (risas). Pero sí capto en los músculos la sal, el dulce y el ácido".

Sobre todo si el ácido viene en forma de pastel de Ruibardo, sello personal y de amor de su esposa, Gloria Moreno. ¿A qué sabe?
"Gloria es una gran cocinera. Es su afición. El ruibarbo es un tallo amargo y ella hace un postre único. Todo lo vuelve dulzura. La conocí en El Tiempo, de 36 años. Acaba de llegar de París, donde estudió un año. Yo venía de un viaje muy largo por Egipto y cuando entré a la redacción del periódico, vi un "cuerpo extraño". Era Gloria y duré un mes rogándole que me aceptara tomarse un café conmigo. A los dos meses, me casé con ella. Y eso que yo no sabía del ruibarbo".

Usted siempre se ha destacado por vestir impecablemente. ¿De quién fue la idea de cambiar el saco por la gamuza negra?
"Me gusta vestir bien. Es mi afición, como dicen los taurinos. La gamuza negra o azul oscuro está de moda. En Europa compré algunas de terciopelo negro, pero me quedaron apretadas. Mi ropa es negra: zapato negro, pantalón negro, muy angosto, saco negro, zapatico... lo que llamaban plantizuela, delgadito, ajustado al pie. Como un torero que no torea".

¿Pero que sí guerrea. Qué le dice la palabra guerrero?
"Me recuerda a Pablo Escobar. Tenía un guerrero en su búnker, en el edificio Mónaco, y cuando hablé con él me dijo que era un guerrero. De pronto sí lo era, pero para sus bandidos y la gente del bajo mundo. Para mí, un guerrero es una persona que trabaja mucho, que tiene una imaginación desbordante que lo lleva a volar".

De esta última especie es Germán Castro Caycedo . Un guerrero del oficio periodístico que ha hecho suya la sentencia de Eurípide s, en la obra de Medea, cuando Aristóteles le mandó a decir: 'Díganle que Medea no mate a los hijos. Esa escena no aumenta la intensidad de la tragedia, la vulgariza'".

Eurípides estaría hoy orgulloso de Germán Castro Caycedo. Como ahora lo estamos nosotros.

Antecedentes

Un escritor colombiano con un lenguaje universal

Germán Castro Caycedo nació en Zipaquirá, el 3 de marzo de 1940.

Ha trabajado en prensa, radio y televisión, y es uno de los escritores colombianos con más títulos en los mercados del mundo.

Sus obras han sido traducidas a varios idiomas y ha obtenido los más prestigiosos premios por su calidad narrativa.

Está escribiendo un nuevo libro sobre las historias de cinco mujeres que han sufrido los rigores del conflicto armado.

 Versión: m.elcolombiano.com

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