LUZBY BERNAL

sábado, 24 de marzo de 2012

Curso de Crecimiento Personal "Tema VIII, Relaciones padre-hijo""

Curso de Crecimiento Personal "Tema VIII, Relaciones padre-hijo""

8.1.2 Relaciones padre-hijo:
He aquí una fuente frecuente de sufrimientos. Un hombre y una mujer traen al mundo a un ser humano con el que adquieren de inmediato la responsabilidad de cuidarle hasta que sea capaz de valerse por sí solo. A medida que el niño crece, se va fraguando la posibilidad de conflictos. Y lo que debió ser una relación armónica, se convierte no pocas veces en un verdadero problema, y en casos extremos en un infierno. El problema principal estriba en la errónea idea de los padres de considerar a sus hijos como algo de su propiedad. Ya hemos dicho que nadie es propiedad de nadie. El propio afán de protección, que puede volverse excesivo, incluso patológico, llega a hacer creer a muchos padres que deben estar permanentemente vigilantes en todo lo que su hijo haga, diga y hasta piense. Y como han vivido más tiempo, tienen más años y más experiencia, suponen que su criterio es siempre el mejor, que su manera de pensar es la única que ofrece a sus hijos garantías reales de no sufrir. Y entonces consiguen todo lo contrario, que su hijo y ellos mismos, sufran ante un deterioro de la relación. Porque desde la adolescencia, el ser humano comienza a reivindicar su independencia, quiere que se tome en cuenta también sus ideas. Esto se complica obviamente más al llegar a la edad adulta. Lo peor es cuando los padres se empeñan en seguir viendo a los hijos adultos como niños, sin querer admitir que ya no son tales, y que por lo tanto, ya no necesitan los cuidados de antes.
El deseo pues de ayudar al hijo puede convertir a unos padres en déspotas, incapaces de comprender que si quieren preparar a sus hijos para la vida, es necesario que les dejen adquirir experiencias por sí solos, enfrentarse a los retos cotidianos, a luchar en un mundo tan complejo como lo es el físico.
Fuente de discordias pueden ser los estudios de los hijos, por la profesión a la que se sienten inclinados. Fuente de discordias también suelen ser detalles como la forma de vestir, los pasatiempos, las ideas, los ideales, etc. Pero donde más se suelen presentar serios conflictos es en el terreno de la amistad y el amor, sobre todo en este último. El problema se origina cuando los padres pretenden que sus hijos sólo se relacionen con las personas que a ellos les parecen “adecuadas”. Esto es más grave cuando el hijo o la hija se enamoran y siguen como es natural su propio criterio de selección. Los padres poco tolerantes, pondrán el grito en el cielo si el pretendiente de su hijo o hija no es de su agrado. Si el hijo es menor de edad, podrá intentar imponer sus ideas por la fuerza. Pero si el hijo es un adulto, sólo les quedará el recurso de la crítica, el malestar, y en algunos casos reprobables, lo que podríamos llamar el chantaje emocional. Sabemos de casos en los que algunas madres utilizan una enfermedad que padecen, para hacer que sus hijos se sientan culpables si no le obedecen. Esto además de ser una actitud muy egoísta, es un acto de crueldad.
Claro que los padres pueden y deben aconsejar a sus hijos si creen que están en un camino equivocado y que pueden padecer por ello. Pero una cosa es el consejo y otra la imposición. Esto no es comprensible cuando se trata de hijos mayores de edad, y sin embargo sucede. Los padres no deben tratar de que sus hijos tengan su mismo criterio y obren como ellos lo harían. Esto puede hacer que en un momento dado pierdan su cariño, y que incluso se alejen de ellos para siempre. Así ha sucedido muchas veces en los casos de rechazo por parte de los padres del novio o de la novia. Los padres, sin darse cuenta del error que están cometiendo, acaban no pocas veces empujando a su hijo o hija a marcharse de su casa con la pareja elegida. Casos lamentables se dan de padres que sólo por miedo al qué dirán, se enfrentan a sus hijos, olvidándose de que el amor que hacia ellos sienten debe ser lo primero y más importante.
Es muy importante el ejemplo, la imagen que los hijos se formen de sus padres. El padre debe tener autoestima, pues de esa manera ellos también desarrollarán la suya. Han de llevar forzosamente el tipo de vida que quieren que sus hijos tengan. Una madre no puede decirle a su hija que no fume, que el tabaco es malo, cuando ella lo hace. Es una contradicción. Si hacen lo que predican, tendrán fuerza moral para censurar al hijo descarriado, de lo contrario sólo pueden empeorar la situación. Corren el riesgo que aquél les echa en cara en cualquier momento, su falta de coherencia.
No hay que perder nunca la comunicación, hay que mantener siempre abierto ese canal de relación. Lo ideal es que exista una gran confianza en ambas partes. El hijo debe ver al padre también como un amigo al que pueda contarle sus dichas y desdichas, sus temores, sus logros y fracasos en todos los terrenos.
Pero no solamente los padres tienen que poner de su parte para que la relación sea armónica. Es necesario que los padres comprendan a sus hijos, pero también es necesario que los hijos sean tolerantes con sus padres. Yo no sé cuál ha sido o es la relación que tú mantienes con tus progenitores. En cualquier caso, si no lo has hecho todavía, aprende a perdonarles por los errores que pudieran haber cometido contigo, pensando que lo que hicieron en su momento fue buscando tu bienestar. La mayoría de los padres actúan de la forma en que creen será mejor para sus hijos. Es el problema que ya comenté sobre el criterio. Perdónales pues sus fallos y los malos momentos que te hallan podido hacer pasar. Y si por alguna razón te has alejado de ellos y eres reacio a renovar la relación que antes os unía, llénate de comprensión y busca la forma de limar las asperezas y que reine la armonía. Nunca es tarde para la reconciliación y ésta es fácil si ambas partes tienen buena voluntad. Como ya he explicado en otra ocasión, el que perdona, el que olvida los resentimientos, el que abre su corazón al Amor, consigue la serenidad.

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