¡¡¡FELICES EN COLOMBIA!!!
Por: Fernán Martínez Mahecha
Tengo muchos
amigos ilustres, nacidos en Colombia y criados en Estados Unidos.
Criados de la esposa, criados de los hijos, criados de los cuñados.
Criados de todo el mundo.
He visto a muchos ejecutivos colombianos haciendo lo que nunca hacían en
Colombia : barrer, trapear, sacar el perrito a hacer pipí, lavar el
carro y mercando en Costco donde les sale más barato.
Vendieron todo para irse a vivir a Miami y ahora, más arrepentidos que un tatuado, están vendiendo Y tienen razón. Dicen
que para salir con un millón de dólares de Estados Unidos la forma más
segura y efectiva es llegar con dos millones de dólares.
La ida a Miami
les sirvió para darse cuenta de que en Colombia se vive mejor y que el
sueño americano puede ser una pesadilla si no se habla inglés y si no se
está dispuesto a arrancar desde el físico suelo. Y además se necesita
haber sido criado, pero de verdad, en Estados Unidos.
Ganarse los primeros cinco mil dólares mensuales trabajando en Miami no
es nada fácil para un Juan Valdez recién llegado. Aquí no valen palancas
ni recomendaciones, ni ser amigo del gerente o del ministro. Eso de
que en Miami todo el mundo habla español y no se necesita hablar inglés
es un cuento chino. El que no habla inglés es medio hombre, gana como
medio hombre, vive como medio hombre y sufre como un hombre entero.
Abogados, administradores de empresas, filósofos y odontólogos tienen
que trabajar por horas de Valet Parking, repartidores de pizzas o
vendedores de Herbalife para pagar 'la renta', echarle combustible al
carro y comer. Son los extraditados voluntarios.
Se fueron para Miami a quejarse del clima pegachento, de los resfriados
por el aire acondicionado, las distancias, los arriendos caros, los
impuestos, la falta de licencia de conducir, las donaciones en los
colegios, la indiferencia del vecino, los malos médicos, los odontólogos
inseguros, el lujo de las empleadas de servicio,
el arrume de cuentas mensuales, la comida que sólo engorda, las áreas de
no fumadores, la ausencia de la prima de medio año, la prima de Navidad
y las cesantías, las fiestas con guitarra y trencito. Las preguntas con
un solo Signo de interrogación, la falta de amigos, los puentes
Emiliani. Los reinados de belleza, el campeonato de fútbol, las
despedidas de soltero, las fiestas de bodas de tres días, las cabalgatas
nocturnas y la tienda de la esquina.
Viven aburridos en Estados Unidos porque los tamales los envuelven en
papel de aluminio Reynolds, no hay columpios de vuelo, las empanadas son
blandengas, el tomate sabe a pepino, el pepino a papa. La papa a
tierra y el pollo a nada, las naranjas no tienen pepas, los bananos son
enanos, hay que buscar un cirujano para que ponerse una inyección o
vender la casa para pagar una operación, el lulo lo venden en cubitos
congelados. Morirse es más caro que vivir y las arepas tienen químicos.
No pueden
acostumbrarse a que los sábados y domingos hay que quedarse echados en
un sofá, el cura no los conoce, la gerente del banco no les da
sobregiro, nadie golpea en la puerta de la casa, el perrito no puede
ladrar porque les llaman la policía y por cualquier piropo a una
secretaria los pueden demandar por sexual harrasament.
el hotel mamá,
los vendedores de minutos, el paseo a Panaca con los niños, los
tinterillos, el número de la cédula, los silleteros, el fin de año en
Cartagena, los tríos de serenateros. Las notarías llenas de sellos,
bañarse en San Andrés de Pisimbalá.
La
complicación para entrar a los edificios, los gimnasios Body Tech. Los
manguitos de azúcar, la vuelta a Oriente, las rumbas electrónicas de Cha
Cha, el Jueves Santo en Popayán. La Ciudad Perdida, los frailejones de
los páramos. el Museo de Arte Moderno, la bañada en el paradisiaco río
Guatapuri, el Transmilenio, la plaza de Villa de Leyva donde venden
fósiles prehistóricos, las guacamayas. Los edificios de Salmona, los
helados de San Jerónimo, las esquiadas en Calima o Prado, la papa
criolla, el rafting en San Gil. Las esculturas de la avenida Eldorado,
el tejo o tenis cundiboyacense. La Quinta de Bolívar. Volar
ultralivianos en Flandes, los noticieros de las 7, las telenovelas de
las 8, las telenovelas de las 9 y las telenovelas de las 10.
La Feria de Cali, la bajadita a Girardot, las ensaladas de frutas con
queso de la Avenida 19, la Sierra de la Macarena, los cuartos del Casa
Medina, los paseos con olla al río Pance, los amaneceres de los llanos
orientales, bucear de noche en Gorgona, los atardeceres del valle de
Pubenza, bucear de día en Providencia, tomar fotos desde Monserrate.
La brisa helada de Santa Marta (el único puerto del Caribe y el trópico
con vista a una montaña cubierta de nieve), el Divino Niño, los cañones
del río Cauca, el cuchuco de trigo, un partido de la selección Colombia,
Barranquilla y los salpicones de la ciclovía, los calzones y brasieres Leonisa.
Para más
sofisticación habría que hablar del jugo de tamarindo de la Plaza del
Reloj, las arepas de huevo de Arhuaco, los chicharrones de la carretera a
Bucaramanga, la lechona de San Andresito o la de Carrefour de la 80 se
la ingenian para que toda porción salga con un pedacito de cuero bien
crocante.
Los que se
regresan a Colombia se dan cuenta de que los dólares están baratos, el
estrés más escaso, las flores que venden en los semáforos son más que
las que venden en las mejores floristerías de Miami y cien veces más
baratas, los árboles de los cerros son más verdes, el cielo de la ciudad
es más azul, la luna más brillante y los ruidos de los pájaros mucho
más variados, el agua de las Islas del Rosario o San Andrés tiene más
transparencia y más colores que las de los mares más famosos y más caros
y que los domingos son más divertidos..
A Colombia
no sólo regresan inmigrantes arrepentidos sino todos los extranjeros
que alguna vez les tocó venir por negocios, por chiripa, a un matrimonio
o un entierro.
Los aviones a Bogotá y Medellín traen miles de pasajeros que no tienen
cuartos reservados en hoteles, sino en clínicas y hospitales. Gringos,
suramericanos, europeos llegan en busca de salud y belleza. Tratamientos
seguros y baratos existen muchos, de los mejores médicos y esteticistas
del mundo. No son pocos los que se van felices de Colombia con tetas
nuevas, sin arrugas. Con implantes de pelo, papadas estiradas, dientes
blanqueados, muelas de titanio, marcapasos, rodillas biónicas,
liposucciones. Diseños de sonrisa, estómagos reducidos. Embriones
implantados, cuerpos depilados, narices respingadas. Nalgas levantadas,
pelos teñidos, visión 20/20 y penes engordados por citar solo algunas de
los cientos de operaciones que son otro de los atractivos turísticos de
Colombia igual que las brujas que leen el Tarot.
Los científicos que hacen cartas astrológicas y los chamanes ejecutan cualquier daño o beneficio con sus pócimas sospechosas.
La llegada a
Eldorado es un despliegue de paisaje con todos los matices de verdes
existentes donde hasta el río Bogotá se ve bonito, los empleados de
inmigración DAS son más amables que los de allá y los maleteros de gorro
y uniforme color vinotinto son los mismos bigotudos de siempre pero más
joviales y agachados..
Regresar a Colombia es un placer tan grande como el de encontrarse con un viejo amigo.
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