Varios/Otros ~ Las ilusiones de vuestro Pasado-Presente-Futuro.
Si
bien tenemos la intención de que os abráis ante las posibilidades
exhaustivas del contexto del «no-tiempo», entendemos nuestras
limitaciones y encontramos que simplemente no podemos anular el tiempo
lineal. Nuestras palabras llegan hasta vosotros a nivel intelectual,
donde podéis admitir el concepto del «no-tiempo» como una realidad
posible; sin embargo, al estar atrapados en el tiempo lineal, no tenéis
un punto de referencia que os permita experimentarlo.
A no ser
que os dediquéis a la disciplina de la meditación, mediante la cual os
liberáis del mundo sensorial y practicáis llegar al samadhi (estado de
éxtasis eterno), las ilusiones de vuestro pasado-presente-futuro
sencillamente frustran vuestras capacidades intelectuales de percibir el
todo-tiempo. Así como vosotros estáis atrapados, en cierto sentido
también lo estamos nosotros, pues en todo aprendizaje hay un espacio
recíproco de conocimiento y experiencia, y vuestro confinamiento en la
tercera dimensión limita nuestros medios de expresión y nuestra
capacidad de establecer ese punto de encuentro.
Os pedimos que lo tengáis presente mientras intentamos proporcionaros las claves del enigma del tiempo.
Cuando
hablamos de vidas «pasadas» o civilizaciones «antiguas», en realidad
describimos, desde nuestra perspectiva, todo un panorama de experiencias
simultáneas. No es distinto cuando hablamos del «futuro» —el futuro de
vuestra Deidad Solar, de Gaia y de cada ser que compone a esas
entidades—, pues reiteramos que lo que percibís como una sucesión de
vidas cronológicas y sucesos fijos nosotros lo reconocemos como
conciencia que, simplemente, se manifiesta en diferentes coordenadas del
continuo espacio-tiempo.
Examinemos, en términos matemáticos
simplistas, vuestros propios datos científicos con respecto a las
ilusiones del tiempo en relación con la velocidad de la luz. Considerad
que a la velocidad que viaja la luz (300.000 kilómetros por segundo), la
luz de vuestro Sol requiere aproximadamente ocho minutos para llegar a
la Tierra. Dudamos que cualquier astrofísico digno de crédito refutara
este cálculo elemental pues es esa clase de información que vuestra
comunidad científica califica de «hecho».
Sin embargo, donde
podéis encontrar resistencia de parte de algunos de los científicos más
convencionales es en la controvertida teoría que se deriva de esa
información: que dados los ocho minutos de tiempo de viaje necesarios
para que esa luz llegue a la Tierra, en esencia, siempre estáis viendo
al Sol como era en el pasado; un Sol tal como existió aproximadamente
ocho minutos antes del momento en que efectivamente lo observáis (ocho
minutos después).
Os parecerá extraño. Es muy posible que nunca
hayáis pensado en la idea de que vuestro Sol manifiesta la luz en la
Tierra con demora de tiempo, puesto que os baña en el momento presente
de vuestro día. Podría decirse que dais por sentada la certeza de la
presencia del Sol, pues parece ser una constante en vuestra vida, y la
luz os rodea durante muchas de las horas en que estáis despiertos.
Veis
que el Sol sale cuando os levantáis y que se pone al anochecer, en las
horas crepusculares de vuestros días, y todo esto, aparentemente, ocurre
en tiempo real, un término engañoso y mal interpretado que describe, en
definitiva, el tiempo simultáneo. Sin embargo, la luz que alumbra a
Gaia os llega ocho minutos después del momento en que emana desde la
superficie del Sol. ¿Podéis imaginar las posibilidades que ofrece un
intervalo de tiempo de ocho minutos desde el momento en que la luz del
Sol se irradia desde su masa hasta que llega a vuestro planeta?
Eso
quiere decir que, en caso de una explosión de magnitud devastadora en
la superficie del Sol, la gente en la Tierra no lo sabría sino hasta
después de transcurridos ocho minutos.
Debería ser obvio (dado el
cálculo simple de la velocidad de la luz) que mientras más lejana sea
la distancia física de un cuerpo celeste, mayor será la cantidad de
tiempo necesario para que su luz llegue hasta vosotros. Los astrofísicos
os enseñan que son tantos los millones de kilómetros que separan a la
Tierra de las estrellas más brillantes en vuestros cielos nocturnos, que
se necesitan años para que su luz llegue hasta vosotros.
Pensad en esa simple afirmación por un momento; digeridla y haced plenamente consciente esta clave:
Tantos
millones de kilómetros separan a la Tierra de las estrellas más
brillantes en vuestros cielos nocturnos, que se necesitan años para que
su luz llegue hasta vosotros.
¿No os deja atónitos eso? Sin duda
que cuando miráis la bóveda estrellada de vuestros cielos nocturnos, no
tenéis en cuenta la posibilidad de que realmente estáis observando
estrellas y cuerpos planetarios tal como existieron hace muchos años.
De
modo que, a partir de esa hipótesis, es razonable pensar que cuando
miráis a los cielos, estáis viendo muchas estrellas a millones de
kilómetros de la Tierra que, a lo mejor, ya no existen en la realidad
física. En el proceso de su evolución, posiblemente ya se han
extinguido, han hecho explosión, o han pasado por sus propios cordones
astrales en la transición de la muerte y el renacimiento.
Estamos
sugiriendo que cuando vosotros miráis el firmamento es como si
estuvieseis viendo a través de una máquina del tiempo. Lo que veis
brillar en vuestros ojos y en los sofisticados telescopios de los
astrónomos es la luz de estrellas, galaxias remotas, y el reflejo de
cuerpos celestes tal como existieron hace cientos, miles, tal vez
millones de años.
Así como vosotros miráis al pasado cada vez que
vuestros ojos se encuentran con la luz de un cuerpo celeste en el
espacio, igualmente lo hacen otros que contemplan las estrellas y que
viven a cientos de años luz de la Tierra, y hay un sinnúmero de
poblaciones de seres a lo largo del universo material que hacen otro
tanto. Entonces, desde su perspectiva, ¿no estarían viendo vuestra
realidad actual con un retraso de cientos de años?
Inventemos
un planeta remoto al que llamaremos «Zargón», situado a tanta distancia
de vuestro sistema solar que sus habitantes están mirando a la Tierra
tal como era hace dos mil años, alrededor de la época en que el Cristo
pasó a ocupar el centro del escenario en vuestro teatro evolutivo. Sin
embargo, en vuestra realidad, aquí estáis vosotros, atravesando la era
de la tecnología, a punto de sacar a todo el planeta completamente fuera
de la tercera dimensión.
O bien podemos cambiar nuestro
enfoque y proyectarnos al futuro, donde los zargonianos están observando
a la Tierra contemporánea en 1999; entretanto, vuestro sistema solar
entero ya ha pasado a su dimensión más elevada y Gaia ni siquiera existe
en la realidad material.
Ahora, volviendo a nuestro primer
ejemplo, imaginadlo todo desde nuestra perspectiva de seres
multidimensionales que podemos observar conjuntamente a los zargonianos
mientras miran a la Tierra en el tiempo cero del nacimiento del Cristo, y
a la Tierra en los comienzos del siglo XXI; así tendréis una idea aún
más clara de lo que queremos decir cuando nos referimos al «tiempo
simultáneo». Intentamos mostraros cómo se distorsiona el tiempo en el
universo material y, más aún, que el tiempo no es independiente del
espacio.
Esto os queda claro sólo cuando os alejáis del punto
de referencia tridimensional, y hacia allí os dirigís, amados, cuando
nos referimos a vuestro paso por el agujero negro, por los cordones
astrales del universo, hasta el próximo nivel de conciencia, a medida
que todo un grupo de planetas, estrellas y seres celestes va en ascenso
en conciencia.
Éste es el glorioso despliegue del Todo-lo-que-es,
Que-siempre-ha-sido y Que-siempre-será, de lo cual toda la vida es un
reflejo; un aspecto: desde una simple piedra en la orilla del río hasta
la construcción mental más compleja y los grandes seres celestes de
vuestro universo y aun más allá; no somos más que unidades conscientes
del Uno. Experimentamos la pulsación de nuestras vibraciones mientras
atraviesan el mar de la conciencia, a la vez que recibimos aquellas que
pasan a través de nosotros: inhalando la vida, exhalando el amor, en un
continuo sin tiempo, como las olas en los océanos.
Ésta es la maravilla de la existencia; es la Razón.
Extracto del libro: "El Cosmos de Alma".
Un despertar para la humanidad.
Capítulo IX - Sintonización
Patricia Cori.
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