LUZBY BERNAL

martes, 20 de marzo de 2012

Quienes están a favor de un ataque israelí a Irán deben abordar con honestidad 10 cuestiones decisivas.

La pregunta más difícil


Quienes están a favor de un ataque israelí a Irán deben abordar con honestidad 10 cuestiones decisivas. ¿Se han agotado todos los caminos, hasta el punto de no caber ninguna posibilidad de que la comunidad internacional pueda detener aún el programa nuclear iraní a través de un asedio diplomático y económico? ¿Es completamente seguro que los estadounidenses no estén dispuestos a detener el desarrollo de armamento nuclear iraní por medio de un bombardeo aéreo en 2013? ¿Conseguiría realmente un ataque israelí retrasar al menos por cinco años tal desarrollo nuclear de Irán? ¿No acabaría provocando ese ataque un sangriento conflicto regional y un interminable conflicto religioso?
Un contraataque por parte de Irán y Hezbolá, ¿no causaría terribles matanzas en masa que el frente interno israelí no sería capaz de tolerar? Un ataque que no cuenta con el apoyo estadounidense, ¿no rompería nuestra alianza estratégica con Estados Unidos? La crisis económica global resultante, ¿no provocaría una onda expansiva de anti-sionismo y antisemitismo que pondrían en peligro el Estado judío? Un ataque contra el reactor atómico de Natanz, ¿no terminaría perjudicando en última instancia al de Dimona? ¿No sería suficiente un ataque para desmantelar el régimen de sanciones, otorgando así a los iraníes la justificación y la capacidad para alcanzar la nuclearización de una manera todavía más rápida? ¿No dejaría un ataque a Irán totalmente aislado a Israel?
Quienes se oponen a un ataque a Irán deben abordar con honestidad 10 preguntas críticas.
¿Pueden los israelíes del siglo XXI desarrollar normalmente sus vidas con la sombra amenazante de un hongo nuclear chiíta cerniéndose sobre sus cabezas? ¿Será capaz de soportar Israel aquellas interminables guerras convencionales que estallarán en sus fronteras una vez que Irán se nuclearice? ¿Tendrá Israel capacidad suficiente para manejar un Oriente Medio nuclearizado, salvaje y radical? ¿Sobrevivirá Israel cuando Estados Unidos empiece a ignorarlo, ya que se verá obligado a apaciguar a la creciente potencia nuclear, Irán? ¿Podrá Israel sobrevivir a aquel aislamiento diplomático que será su suerte cuando un nuclearizado Irán tome el control del Golfo Pérsico y se convierta en el encargado de establecer el precio del petróleo en todo el mundo? ¿Bastará con Dimona para hacer frente a la posterior nuclearización de Arabia Saudita, Turquía y Egipto? ¿Asumirá Dimona el riesgo del terrorismo nuclear? ¿Será capaz Israel de tolerar un escenario donde las armas nucleares iraníes pongan fin a la paz o a la esperanza de paz? ¿Podría Israel tolerar un escenario en el que un nuclearizado Irán lo obligara a vivir bajo el yugo de su poderío, día tras día, con una crueldad nunca antes conocida? ¿Estamos dispuestos a correr aquel riesgo del uno por ciento de que una bomba nuclear explote en Tel Aviv?
Ciertamente, el panorama es sombrío. La política de obstrucción de Israel ha logrado ganar algo de tiempo, pero fracasó. La política internacional de apaciguamiento fue capaz de crear una ilusión sólo para desplomarse luego. Las sanciones impuestas fueron demasiado pocas, demasiado tarde, y probablemente no logren detener a tiempo a Irán.
Tampoco tuvieron un resultado favorable las recientes reuniones en Washington. No hay cooperación estratégica entre Israel y Estados Unidos. No hay confianza entre Barack Obama y Binyamín Netanyahu. El presidente estadounidense no le ha dado al primer ministro israelí ninguna garantía de que, inmediatamente después de las elecciones de noviembre, vaya a tomar la determinación de detener a Irán a cualquier precio.
En resumen, aquel mundo destinado a salvar al Estado judío del terrible dilema que enfrenta, no lo hizo. Es cierto, todavía puede darse un milagro. Tal vez Irán parpadee en el último minuto. Tal vez Estados Unidos recupere la sobriedad justo al borde del abismo. Pero en marzo de 2012, la sensación que prevalece en Jerusalén es que Israel está completamente solo. Y nos vamos acercando a la hora de la verdad.
No podemos errar. No podemos cometer ningún error; en absoluto. Hay 10 preguntas de un lado y 10 del otro. Pero la verdader pregunta, la número 1 es: ¿Atacar o no atacar?
Al enfrentarse a esta pregunta existencial, no hay derecha ni izquierda; no hay buenos ni malos; belicistas ni pacifistas. Ante este interrogante no tenemos el lujo de ser críticos o negligentes; tampoco podemos pensar dogmáticamente. De pie en la última encrucijada, el debate que llevamos a cabo con nosotros mismos debe ser profundo, sabio, responsable, claro y sensato.
Porque la pregunta número 1 es la más difícil que nos ha tocado enfrentar desde mayo de 1948. Y se trata de una cuestión de vida o muerte.
Fuente: Haaretz - 18.3.12
Traducción: www.israelenlínea.com

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