La
mayoría de los trastornos psíquicos y de las graves depresiones de las
personas, se producen sencillamente por descuido, porque no saben
esforzarse en reaccionar inmediatamente después de haber pasado ciertos
disgustos. Tras una decepción, una pena, un fracaso, van, poco a poco,
desmoralizándose hasta caer enfermos. Tratando de transformar enseguida
su mal estado, hubiesen podido evitar llegar a tal situación. Ahora
bien, la mayoría de la gente no reacciona, espera que “eso se solucione
solo”. Es verdad, casi siempre la vida se restablece de forma natural.
Pero, en algunas situaciones más dificiles, si no se está vigilante, las cosas no se arreglan.
Y
lo más grave, es que muchos no se dan cuenta de que están deslizándose
por una pendiente peligrosa; poco a poco se hunden en estados mórbidos y
un día son devorados. Lo que al principio era tan sólo un pequeño
malestar, termina siendo una verdadera enfermedad.
Debéis,
pues, ser conscientes de los pensamientos, los sentimientos y las
sensaciones que en cada momento pasan a través vuestro, e impedir que se
instalen en vosotros estados negativos.
Tan
pronto como sintáis un malestar interior, reaccionad. A menudo basta
con un simple gesto: regar las flores, sonreír a alguien, dirigirle una
palabra amable, llevarle un objeto que necesite o que pueda hacerle
ilusión… Pero con, la condición de hacer este gesto conscientemente, con
la voluntad de dar otra orientación a vuestros estados interiores, y,
sobre todo, de hacerlo antes de que las cosas se agraven. Lo esencial es
salirse de la apatía, del estancamiento y llegar a desencadenar
conscientemente algo positivo.
Así
pues, vigilad siempre vuestros estados interiores; de lo contrario os
sucederá lo mismo que con una bola de nieve a la que hacéis rodar: a
medida que la nieve se adhiere, llega un momento en que esta bola, ya
enorme, termina por obstruir vuestro camino. Os lamentáis: “¡Ya: no
puedo pasar!” ¿De quién es la culpa? !Vuestra! Habéis alimentado toda
clase de pensamientos y sentimientos negativos, habéis dejado que se
apoderasen en gigantescas proporciones de vuestra cabeza, de vuestro
corazón y así os quedáis atrapados, bloqueados. “¿Qué. hacer entonces?
Encended una cerilla y acercadla a esta bola de nieve: se fundirá, el
agua irá a regar vuestros jardines, vuestros vergeles, y tendréis gran
abundancia de flores y de frutos. Esto es lo que hay que hacer: encender
el fuego del amor, y el amor fundirá todas las bolas de nieve, todos
los tumores que hay en vosotros.
Sí,
el amor se manifiesta a través de estos gestos aparentemente
insignificantes que se pueden hacer cada día. No esperéis que grandes
sucesos os proporcionen el equilibrio y la salud. Las pequeñas cosas son
las más benéficas. Si os acostumbráis a tomarlas en serio,
desarrollaréis en vosotros una actitud y una fuerza que pueden
protegeros. ¡Hay tantas posibilidades! Aunque sólo sea recogiendo, al
pasar, un objeto tirado en la calle o en el camino, un papel sucio, una
botella vacía… apartar una piedra que podría hacer tropezar a alguien o
trozos de cristal con los que podría herirse… esforzaros por encontrar
siempre algo nuevo que hacer, sabiendo que cada pequeño gesto realizado
aplicadamente, con sinceridad y amor, será, cada vez, como una criatura
de luz que rechazará las tinieblas e impedirá que éstas penetren en
vosotros para destruirlo todo.
Omraam Mikhaël Aïvanhov
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