Enviado por Lida Spears lidaspears@gmail.com
Cuando
en reiteradas ocasiones, y por motivos de público conocimiento, me vi
obligado a visitar Capilla del Monte (en la provincia de Córdoba,
Argentina) ante la presunción de
tratarse de una “base” de aterrizaje de OVNIs, inquietudes personales
donde el afán investigativo iba de la mano con el vicio de la aventura
me llevaron a husmear por localidades cercanas, hablar con sus
pobladores y descubrir, en todos los casos, un acervo de supuestas
manifestaciones insólitas que, a todas luces, anticipan el nacimiento de
un nuevo tipo de folklore, extraño a las ánimas, luces malas y
aparecidos de otras épocas y rico en extraterrestres, monstruos y toda
una mitología moderna muy al siglo XX.
Uno de esos lugares es Ongamira,
a cuarenta kilómetros de la localidad previamente citada.
Turísticamente famosa por sus cuevas, foco de interés arqueológico por
sus deterioradas pictografías, centro comercial tradicional de los
antiguos indios Comechingones, los habitantes de la zona me
habían manifestado haber sido testigos también del sobrevuelo de
presuntas naves extraterrestres por la zona. Y allí comienza esta
particular historia. Porque fue en febrero de 1993, cuando
investigadores de nuestro Centro de Armonización Integral visitaron esa
agreste región que se obtuvo la placa que reproducimos. En momentos de
ascender el grupo la prolongada pendiente que lleva a una de las
oquedades y donde años atrás se levantara una pequeña capilla con una
imagen religiosa, otro de los investigadores, retrasado, decide tomar
una fotografía a los dos primeros componentes del grupo que ya la
alcanzaban, visibles a la izquierda de la toma con sus camperas
originalmente turquesas. Centrando el objetivo en la capilla el
fotógrafo, cuyo nombre por propio pedido mantenemos en reserva, tiró
esta única toma. Nadie más era visible por el ocular de la cámara
fotográfica. De hecho, nadie más aparte de ellos se encontraba en el
lugar y ciertamente nada extraño fue visible a ojo desnudo cuando se
gatilló la máquina como durante sus desplazamientos por el lugar que
insumieron buena parte del día. La sorpresa llegó al revelar el rollo y
descubrir esto que ha resistido todo análisis pertinente: la extraña
manifestación energética, esa “columna de luz” que parece proyectarse
desde la capillita al suelo y, a ambos lados y detrás de los matorrales
esos dos seres vestidos de blanco, aparentemente mujeres, que por otra
parte parecen a su vez estar observando al fotógrafo.
No es la primera vez, como es sabido en el mundillo ovnilógico, que
objetos no identificados y seres extraños son registrados por cámaras
fotográficas y fílmicas sin ser simultáneamente visibles al ojo desnudo.
Sobre esto, se han esbozado varias hipótesis, entre las que figuran
aquella que dice que la aparición y desaparición del fenómeno espontáneo
es tan veloz que el ojo humano no llegó a captarlo y sí lo haría la
película, supuestamente más sensible. Esto va concatenado con la
creciente suposición, entre los investigadores de este fenómeno, de que,
independientemente de su eventual origen extraterrestre, estas
inteligencias también provendrían –o usarían– “atajos”
interdimensionales, algo así como lo que la astrofísica denomina
“agujeros de gusano” y que, para explicarlo de manera sencilla,
comunican dos puntos distantes del espacio-tiempo sin pasar por los
puntos intermedios, cuanto menos en este espacio. Difícil quizás de
comprender para nuestra lógica, pero no más que otras paradojas de la
física moderna.
Así, Ongamira sería entonces una de las tantas “puertas dimensionales”
distribuidas sobre la faz del planeta, por donde se produciría el acceso
de estas inteligencias a nuestro plano de existencia.
Estas
son las teorías. Pero aquí mostramos un hecho. Una foto con seres que
no estaban físicamente presentes en el momento de obtenerse. Con una
definición de foco, una perspectiva y un encuadre que no admite
explicaciones convencionales y un entorno psicosocial que invalida el
fraude. Y en Córdoba, definitivamente, inextricable tierra de misterios.
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