Varios/Otros ~ La ambigüedad de la libertad. II
- La emergencia del individuo y la ambigüedad de la libertad.
La
existencia humana empieza cuando el grado de fijacin instintiva de la
conducta es inferior a cierto lƒmite; cuando la adaptacin a la
naturaleza deja de tener car€cter coercitivo; cuando la manera de
obrar ya no es fijada por mecanismos hereditarios. En otras
palabras, la existencia humana y la libertad son inseparables desde un
principio. La nocin de libertad se emplea aquƒ no en el sentido positivo
de ‡libertad paraˆ, sino en el sentido negativo de ‡libertad deˆ,
es decir, liberacin de la determinacin instintiva del obrar.
La
libertad en el sentido que se acaba de tratar es un don ambiguo. El
hombre nace desprovisto del aparato necesario para obrar
adecuadamente, aparato que, en cambio, posee el animal; depende de
sus padres durante un tiempo m€s largo que cualquier otro animal y sus
reacciones al medio ambiente son menos r€pidas y menos eficientes que
las reacciones autom€ticamente reguladas por el instinto. Tiene
que enfrentar todos los peligros y temores debido a esa
carencia del aparato instintivo. Y, sin embargo, este mismo
desamparo constituye la fuente de la que brota el desarrollo humano; la
debilidad biológica del hombre es la condición de la cultura humana.
Desde
el comienzo de su existencia el hombre se ve obligado a elegir entre
diversos cursos de accin. En el animal hay una cadena ininterrumpida de
acciones que se inicia con un estƒmulo —como el hambre— y termina
con un tipo de conducta m€s o menos estrictamente determinado, que
elimina la tensin creada por el estƒmulo. En el hombre esa cadena se
interrumpe. El estƒmulo existe, pero la forma de satisfacerlo
permanece ‡abiertaˆ, es decir, debe elegir entre diferentes cursos de
accin. En lugar de una accin instintiva predeterminada, el hombre
debe valorar mentalmente diversos tipos de conducta posibles;
empieza a pensar. Modifica su papel frente a la naturaleza, pasando de
la adaptacin pasiva a la activa: crea. Inventa instrumentos, y
al mismo tiempo que domina a la naturaleza, se separa de ella
m€s y m€s. Va adquiriendo una oscura conciencia de sƒ mismo —o
m€s bien de su grupo— como de algo que no se identifica con la
naturaleza. Cae en la cuenta de que le ha tocado un destino tr€gico: ser
parte de la naturaleza y sin embargo trascenderla. Llega a ser
consciente de la muerte en tanto que destino final, aun cuando trate de
negarla a trav„s de m…ltiples fantasƒas.
Una imagen
particularmente significativa de la relacin fundamental entre el hombre y
la libertad la ofrece el mito bƒblico de la expulsin del
hombre del Paraƒso. El mito identifica el comienzo de la
historia humana con un acto de eleccin, pero acent…a
singularmente el car€cter pecaminoso de ese primer acto libre y el
sufrimiento que „éste origina. Hombre y mujer viven en el Jardƒn
ed„nico en completa armonƒa entre sƒ y con la naturaleza. Hay paz y
no existe la necesidad de trabajar; tampoco la de elegir entre
alternativas; no hay libertad, ni tampoco pensamiento. Le est€ prohibido
al hombre comer del €rbol del conocimiento del bien y del mal: pero
obra contra la orden divina, rompe y supera el estado de armonƒa con
la naturaleza de la que forma parte sin trascenderla.
Desde
el punto de vista de la Iglesia, que representa a la autoridad, este
hecho constituye fundamentalmente un pecado. Pero desde el punto
de vista del hombre se trata del comienzo de la libertad humana.
Obrar contra las rdenes de Dios significa liberarse de la coercin,
emerger de la existencia inconsciente de la vida prehumana para
elevarse hacia el nivel humano. Obrar contra el mandamiento de la
autoridad, cometer un pecado, es, en su aspecto positivo humano,
el primer acto de libertad, es decir, el primer acto humano.
Seg…n el mito, el pecado, en su aspecto formal, est€ representado por un
acto contrario al madamiento divino, y en su aspecto material por haber
comido del €rbol del conocimiento. El acto de desobediencia, como
acto de libertad, es el comienzo de la razn. El mito se refiere a
otras consecuencias del primer acto de libertad. Se rompe la armonƒa
entre el hombre y la naturaleza. Dios proclama la guerra
entre el hombre y la mujer, entre la naturaleza y el hombre. Este se
ha separado de la naturaleza, ha dado el primer paso hacia su
humanizacin al transformarse en ‡individuoˆ. Ha realizado el
primer acto de libertad. El mito subraya el sufrimiento que de ello
resulta. Al trascender la naturaleza, al enajenarse de ella y de
otro ser humano, el hombre se halla desnudo y avergonzado. Est€
solo y libre y, sin embargo, medroso e impotente. La libertad
reci„én conquistada aparece como una maldicin; se ha libertado de los
dulces lazos del Paraƒso, pero no es libre para gobernarse a sƒ mismo,
para realizar su individualidad.
‡
Liberarse de» no es id„ntico a
libertad positiva, a ‡liberarse para». La emergencia del hombre de la
naturaleza se realiza mediante un proceso que se extiende por
largo tiempo; en gran parte permanece todavĒa atado al mundo
del cual ha emergido; sigue integrando la naturaleza: el suelo
sobre el que vive, el sol, la luna y las estrellas, los
€rboles y las flores, los animales y el grupo de personas con las cuales
se halla ligado por lazos de sangre. Las religiones primitivas
ofrecen un testimonio de los sentimientos de unidad absoluta del
hombre con la naturaleza. La naturaleza animada e inanimada forma parte
de su mundo humano, o, como tambi„n puede formularse, el
hombre constituye todavĒa un elemento integrante del mundo natural.
Estos
vƒnculos primarios impiden su completo desarrollo humano;
cierran el paso al desenvolvimiento de su razn y de sus capacidades
crƒticas; le permiten reconocerse a si mismo y a los dem€s tan slo
mediante su participacin en el clan, en la comunidad social o
religiosa, y no en virtud de su car€cter de ser humano; en otras
palabras, impiden su desarrollo hacia una individualidad libre, capaz
de crear y autodeterminarse. Pero no es „ste el …nico aspecto, tambi„n
hay otro. Tal identidad con la naturaleza, clan, religión, otorga
seguridad al individuo; „ste pertenece, est€ arraigado en una
totalidad estructurada dentro de la cual posee un lugar que
nadie discute. Puede sufrir por el hambre o la represin de
satisfacciones, pero no por el peor de todos los dolores: la
soledad completa y la duda.
Vemos asƒ cmo el proceso de
crecimiento de la libertad humana posee el mismo car€cter
dial„ctico que hemos advertido en el proceso de crecimiento
individual. Por un lado, se trata de un proceso de crecimiento
de su fuerza e integracin, de su dominio sobre la naturaleza, del
poder de su razn y de su solidaridad con otros seres humanos.
Pero,
por otro lado, esta individuacin creciente significa un
aumento paulatino de su inseguridad y aislamiento y, por ende, una
duda creciente acerca del propio papel en el universo, del significado
de la propia vida, y junto con todo esto, un sentimiento creciente de la
propia impotencia e insignificancia como individuo.
Si el
proceso del desarrollo de la humanidad hubiese sido armnico, si
hubiese seguido un plan determinado, entonces ambos aspectos de tal
proceso —aumento de la fuerza y aumento de la individuacin— se
habrƒan equilibrado exactamente. Pero, en rigor, la historia de
la humanidad est€ llena de conflictos y luchas. Cada paso hacia
un mayor grado de individuacin entra‚a para los hombres una amenaza de
nuevas formas de inseguridad. Una vez cortados los vƒnculos primarios,
ya no es posible volverlos a unir; una vez perdido el paraƒso, el
hombre no puede volver a „l. Hay tan slo una solución creadora
posible que pueda fundamentar las relaciones entre el hombre
individualizado y el mundo: su solidaridad activa con todos los
hombres, y su actividad, trabajo y amor espont€neos, capaces de
volverlo a unir con el mundo, no ya por medio de los vƒnculos
primarios, sino salvando su car€cter de individuo libre e independiente.
Por
otra parte, si las condiciones económicas, sociales y polƒticas, de las
que depende todo el proceso de individuacin humana, no ofrecen una
base para la realizacin de la individualidad en el sentido que se acaba
de se‚alar, en tanto que, al propio tiempo, se priva a los individuos
de aquellos vínculos que les otorgaban seguridad, la falta de
sincronización que de ello resulta transforma la libertad en una carga
insoportable. Ella se identifica entonces con la duda y con un tipo de
vida que carece de significado y dirección. Surgen así poderosas
tendencias que llevan hacia el abandono de este género de libertad para
buscar refugio en la sumisión o en alguna especie de relación con el
hombre y el mundo que prometa aliviar la incertidumbre, aun cuando prive
al individuo de su libertad.
La historia europea y americana
desde fines de la Edad Media no es más que el relato de la emergencia
plena del individuo. Es un proceso que se inició en Italia con el
Renacimiento y que tan sólo ahora parece haber llegado a su culminación.
Fueron necesarios más de cuatro siglos para destruir el mundo medieval y
para liberar al pueblo de las restricciones más manifiestas. Pero, si
bien en muchos aspectos el individuo ha crecido, se ha desarrollado
mental y emocionalmente y participa de las conquistas culturales de una
manera jamás experimentada antes, también ha aumentado el retraso entre
el desarrollo de la «libertad de» y el de la «libertad para». La
consecuencia de esta desproporción entre la libertad de todos los
vínculos y la carencia de posibilidades para la realización positiva de
la libertad y de la individualidad, ha conducido, en Europa, a la huida
pánica de la libertad y a la adquisición, en su lugar, de nuevas cadenas
o, por lo menos, de una actitud de completa indiferencia.
Iniciaremos
nuestro estudio sobre el significado de la libertad para el hombre
moderno con un análisis de la escena cultural europea durante la baja
Edad Media y el comienzo de la Edad Moderna. En este período la base
económica de la sociedad occidental sufrió cambios radicales que se
vieron acompañados por transformaciones igualmente radicales en la
estructura de la personalidad humana. Se desarrolló entonces un nuevo
concepto de libertad, que halló sus más significativas expresiones
ideológicas en nuevas doctrinas religiosas: las de la Reforma. Cualquier
estudio de la libertad en la sociedad moderna debe iniciarse con aquel
periodo en el cual fueron colocados los cimientos de la moderna cultura,
ya que esta etapa formativa del hombre moderno ha de permitirnos
reconocer, con más claridad que cualquier otra época posterior, aquel
significado ambiguo de la libertad que debía operar a través de esa
cultura: por un lado, la creciente independencia del hombre frente a las
autoridades externas; por otro, su aislamiento creciente y el
sentimiento que surge de este hecho: la insignificancia del individua y
su impotencia. Nuestra comprensión de los nuevos elementos de la
estructura de la personalidad humana se acrecienta por el estudio de sus
orígenes, por cuanto al analizar las características esenciales del
capitalismo y del individualismo en sus mismas raíces, nos vemos en
condiciones de compararlas con un sistema económico y un tipo de
personalidad fundamentalmente distintos del nuestro. Este mismo
contraste nos proporciona una perspectiva mejor para la comprensión de
las peculiaridades del sistema social moderno, de la manera según la
cual se ha formado la estructura del carácter de la gente que vive en
él, y del nuevo espíritu que ha resultado de esta transformación de la
personalidad.
El capítulo siguiente mostrará también cómo el
periodo de la Reforma es más similar a la escena contemporánea de lo que
parecería a primera vista; en realidad, a pesar de todas las
diferencias evidentes que existen entre los dos periodos, probablemente
no haya otra época desde el siglo XVI en adelante que se parezca más a
la nuestra en lo que concierne al significado ambiguo de la libertad. La
Reforma constituye una de las raíces de la idea de libertad y autonomía
humanas, tal como ellas se expresan en la democracia moderna. Sin
embargo, aun cuando no se deja nunca de subrayar este hecho,
especialmente en los países no católicos, se olvida su otro aspecto: la
importancia que ella atribuye a la maldad de la naturaleza humana, a la
insignificancia y la impotencia del individuo y a la necesidad para éste
de subordinarse a un poder exterior a él mismo.
Esta idea de la
indignidad del individuo, de su incapacidad fundamental para confiar en
sí mismo y su necesidad de someterse, constituye también el tema
principal de la ideología hitleriana, que, por otra parte, no
asigna a la libertad y a los principios morales la importancia
que es esencial en el protestantismo.
Esta similitud ideolgica no
es la …nica que hace del estudio de los siglos XV y XVI un punto de
partida particularmente fecundo para la comprensin de la escena
contempor€nea. Tambi„n existe una similitud fundamental en la situacin
social. Tratar„ de mostrar cmo se debe a tal parecido la
similitud ideolgica y psicolgica. Entonces como ahora habƒa un
vasto sector de la poblacin que se hallaba amenazado en sus
formas tradicionales de vida por obra de cambios revolucionarios
en la organización
económica y social; especialmente se
veƒa amenazada la clase media tal como lo estဠhoy por el poder
de los monopolios y por la fuerza superior del capital, y tal
amenaza ejercƒa un importante efecto sobre el espƒritu y la
ideologƒa del sector amenazado, al agravar el sentimiento de soledad
e insignificancia del individuo.
Extracto de: Erich Fromm - El miedo a la libertad.
Pag. Anterior: Varios/Otros - La ambigüedad de la libertad. I
http://www.trabajadoresdelaluz.com.ar/index.php?ndx=2988
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