BEPPO LEVI, UNO DE LOS MATEMÁTICOS MAS ILUSTRES DEL SIGLO XX
Matemático italiano nacionalizado argentino. Fue profesor en las universidades de Turín, Cagliari, Bolonia y Parma. Establecido en la Argentina desde 1939 por persecución en europa, fue director del Instituto de Matemáticas de la Universidad Nacional del Litoral. Realizó importantes contribuciones en matemáticas y álgebra, En su honor, hay un famoso teorema que se llama "teorema de Beppo Levi". Levi fue uno de los ilustres matemáticos de principios del siglo XX. Publicó numerosos artículos y libros de altísimo nivel académico sobre temas de matemática, física, historia, filosofía y didáctica. Italia le reconoce su contribución científica nombrándolo miembro de las Academias de Ciencias de Bolonia y Dei Lincei.
Era el cuarto de diez hijos de un matrimonio de origen judío, nacido en Turín, el 14 de Mayo de 1875. De niño tuvo algunos inconvenientes de salud que le condicionaron su crecimiento normal. De baja estatura, pero con tenacidad y talento, se doctoró en matemáticas a los 21 años.
Al poco tiempo de graduado fallece su padre y hace frente al sostenimiento de la familia. En los 15 años siguientes a su graduación, por la primera década del Siglo XX, Beppo Levi ya figuraba como matemático reconocido con aportes que repercutieron años después. Fue un matemático reconocido en el mundo con una producción fuera de lo común.
Después de desempeñarse en las Universidades de Cagliari y de Parma, llegó a la Universidad de Bologna donde se constituyó en una autoridad respetada y consultada por todo el mundo. La Revista Matemática que aún sigue vigente, el Bolletino dalla Unione Matemática Italiana, lo tuvo como uno de sus principales editores. En 1951 la Universidad de Bolonia lo designa Profesor Eemérito.
Cuando Musolini promulgara las leyes racistas, como judío debió resignar su cargo de docente en la Universidad de Bologna, al que había accedido por méritos propios. Como no podía despegarse del mundo académico y universitario, seguía concurriendo a la biblioteca de la Universidad, produciendo con el mismo entusiasmo de siempre; hasta que un día el portero le negó su acceso.
Juan Carlos Vignaud, matemático argentino, sostenía con Levi una comunicación epistolar a propósito de un trabajo que había mandado a publicar al Bolletino, del que Levi era su editor. En ese intercambio, Levi le contó las vicisitudes por las que atravesaba y Vignaud, después de consultar con Cortéz Plá, Decano de la Facultad de Ciencias Exactas, Agrimensura e Ingeniería de Rosario, se deciden invitarlo.
Por ese entonces nuestro país carecía de verdaderos institutos de investigación. Crearon no sólo el Departamento de Matemáticas que hoy lleva su nombre sino que armaron una biblioteca, de acuerdo al pedido expreso de Levi para situarla a la altura de las bibliotecas de las casa de estudios del mundo desarrollado; además crearon el Instituto para formar investigadores y producir trabajos científicos. Al ofrecimiento, Beppo Levi contestó afirmativamente.
Llegó al país con su familia; su esposa, Albina y sus tres hijos; el varón, Giulio, biólogo se había ido a vivir al mandato de Palestina (hoy Estado de Israe)l; sus dos hijas, Laura, la mayor, fue física y la menor, Emilia, arquitecta y artista plástica.
En un primer momento daba cursos sólo para docentes; además de enseñarles el oficio de investigador. Se ocupaba de todos los detalles: desde cómo plantear hipótesis de trabajo hasta trasladarse a Santa Fe, donde funcionaba la imprenta de la Universidad Nacional del Litoral, para enseñarles a los tipógrafos la particular simbología de las matemáticas modernas. Un hombre ya sexagenario que demostraba una notable vitalidad.
Con el transcurrir del tiempo comenzó a dar clases a los alumnos de grado, a los que impartía dos materias: Análisis Matemática II y Mecánica Racional. Pedro Marangunic cuenta que Beppo Levi puso en práctica una modalidad inusual para la época. En ese tiempo, para tomar exámenes se usaba un bolillero. Levi lo dejaba de lado. Le daba una tiza al alumno y le pedía que desarrollara el tema en el que se sintiera más cómodo. Y, así, lo iba llevando por la materia. Sostenía ante sus pares que convendría tomar exámenes, pidiéndoles a los alumnos que en lugar de responder preguntas las hicieran; con la forma de plantear interrogantes sería mucho más fácil descubrir el conocimiento al que los alumnos habían accedido.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, se abrió para Beppo Levi la posibilidad de regresar a Italia, ya que los profesores que habían sido separados de sus cargos debido a las leyes raciales, fueron invitados a reintegrarse. En julio de 1947, comunicó formalmente a la Universidad de Bolonia, su decisión de permanecer en Argentina.
Si bien Beppo Levi arguyó que a los 72 años se aproximaba la edad de retirarse y para él no hubiera sido fácil abandonar el instituto de Matemática tanto por razones afectivas como por considerar su deber moral mantener vivo lo que había creado y de lo cual se sentía parte integrante y responsable.
Su condición física lo hacía distinguible a la distancia. Su pequeñez era marcada. Llevaba siempre un portafolio muy grande y hasta, dicen, tenía que hacer un esfuerzo extra para subir el cordón de la vereda con tan grande portafolio. Tomaba un tranvía, el número 6 que cubría el trayecto de Rosario Norte con Av. Pellegrini hasta calle Necochea y más de una vez viajaba “colgado” del estribo. En más de una ocasión debieron ayudarlo a subir al tranvía.
Beppo Levi fue, sin dudas, “el padre de la matemática en Rosario”. Tenía 64 años cuando vino a la Argentina. Veinte días antes de su deceso, renuncia a su cargo exponiéndoles a las autoridades entre los motivos de su dimisión que sentía que ya las fuerzas comenzaban a abandonarlo. Pocos días después fallece en Rosario a los 86 años.