ESTE ES UN RELATO DE DRUNVALO, QUE NOS DA UNA ENSEÑANZA SOBRE LOS CRISTALES VIVIENTES Y COMO SE LA IMPARTIO A SU SOBRINO KEN…
Fui a la habitación trasera, donde había preparado un lugar de meditación. Me senté, y muy pronto entré en un estado de consciencia alterado, tal y como me habían enseñado. Allí, en mi visión interior, estaban los dos ángeles. Les pregunté qué querían que hiciera.
—Enséñale a Ken todo lo que sepas acerca de los cristales —me dijeron. Y desaparecieron.
Me levanté y pensé en ello por un momento. Yo llevaba muchos años estudiando los cristales y estaba incluso dando talleres sobre éstos para sacar algo más de dinero. (El arte y la pintura no eran suficientes, desde luego.) Si tuviera que enseñar a Ken todo lo que sabía sobre los cristales, eso nos llevaría cada minuto de aquellos tres días.
Volví a entrar en la habitación en la que me esperaba Ken. —Bueno, ¿sabes ya lo que vas a enseñarme? —me preguntó. Sin rodeos, como quería Ken, le contesté: —Sí, parece ser que debo enseñarte todo lo que sé acerca de los cristales.
A Ken se le salían los ojos de las órbitas y su expresión era de perplejidad.
— ¡Piedras! Me vas a enseñar cosas sobre las piedras. ¡Es ridículo! Las piedras no van a ayudarme.
—Ken, los cristales son algo más que piedras. Comencé a explicarle cómo los cristales están, en realidad, vivos y conscientes; algo que comprendo que está más allá de la consciencia normal, pero no más allá de la ciencia. Le enseñé la tabla periódica de los elementos, que había colgado en una pared. Le mostré cómo el carbono, el sexto elemento, está asociado con toda la química orgánica y todo lo que normalmente se considera vivo. Pero directamente debajo de él, una octava por debajo, está el silicio, el elemento principal del cristal de cuarzo y del ochenta por ciento de la corteza terrestre.
Le expliqué que la ciencia había descubierto, en los años cincuenta, que el silicio posee exactamente los mismos principios de vida que el carbono, y que hoy día la ciencia entiende que el carbono y el silicio son los únicos dos elementos que se sabe que pueden crear vida. La ciencia ha encontrado formas de vida en las profundidades del océano que están vivas, conscientes y que se reproducen, cuyos cuerpos están formados enteramente por silicio, sin ningún rastro de carbono. Por tanto, cuando hablamos de cristales, debemos entender que son conscientes de mucho más de lo que los humanos admitimos.
Los cristales son capaces de recibir y enviar tanto los pensamientos humanos como las emociones. Esto lo descubrió el científico Marcel Vogel, que posee más de doscientas patentes, incluida una del disco flexible de los ordenadores mientras trabajaba para la Bell Labs. Todo esto tiene sentido cuando uno se da cuenta que la primera radio del mundo estaba fabricada con cristales. Simplemente colocabas un cristal de cuarzo sobre una mesa, lo tocabas con un cable y podías escuchar la señal de radio por los altavoces. El cristal estaba recogiendo la señal electromagnética en la banda de frecuencias de la radio.
Pero también los pensamientos humanos se encuentran en la escala de frecuencias electromagnéticas. Los pensamientos tienen una longitud de onda muy, muy larga, comparada con las ondas de radio; pero a excepción de esa longitud, son exactamente lo mismo. Por tanto, ¿por qué no iba un cristal a ser capaz de captar los pensamientos?
Ken jamás había pensado en esto con anterioridad.
— ¿Así que quieres decir que un cristal puede saber lo que estás pensando?
—Sí, Ken. Pero es mucho más que eso. ¿Cómo crees que funcionan los ordenadores? No son otra cosa que cristales, y sin esos cristales los ordenadores no existirían. Es la naturaleza viva de un cristal lo que les permite hacer lo que hacen. ¿Lo entiendes?
»Los cristales naturales pueden guardar un «programa», lo que significa un patrón de pensamiento, y seguir ejecutando ese patrón de pensamiento durante toda la eternidad a menos que alguien lo borre. Un cristal debidamente programado puede cambiar vastas zonas del mundo humano e influir sobre ellas.
Así fue como Ken y yo comenzamos a intercambiar ideas acerca de los cristales. Nuestra discusión duró tres días, hasta que sentí que Ken se había hecho buena idea de cómo trabajaban los cristales con la consciencia humana. Al cuarto día, Ken me dio un fuerte abrazo y volvió a su mundo ligeramente cambiado. Al menos creo que entendió que un cristal era algo más que una piedra.
Gracias M.Druvalo.
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