LUZBY BERNAL

viernes, 7 de octubre de 2011

Los sueños realizados.

Los sueños realizados. 

Tu espíritu sabe cómo realizar tus sueños.
Aprende a estar atento a las señales y causalidades.
Todo te está indicando que estás en camino de realizar tus sueños anhelados.


Durante el tiempo libre, Francesco jugaba flotando en las nubes rosadas del atardecer, que eran sus preferidas. (Él decía que olían a jazmines.)

De vez en cuando se cruzaba con otros espíritus que estaban en su misma situación, con quienes se saludaba, feliz de compartir la libertad y el placer de estar en el Cielo.


Esto de hablar con sus maestros le estaba empezando a parecer interesante.

Hoy conocería a un nuevo guía.

Ariel le dijo que este nuevo maestro se llamaba Agustín; le contó que era un ser que hablaba sobre los sueños y enseñaba a hacerlos realidad.

Le habían asignado esa misión porque era una de las personas que pudo recibir las señales que Dios le mandaba mientras vivía, y le habían quedado sueños sin cumplir.

Su buen humor y su buena onda, según contó Ariel, lo habían ayudado a tener las antenas de la percepción más alerta, para recibir esas señales.

Francesco no recordaba haber recibido ninguna señal. Se preguntaba si había nacido con la sintonía de su perilla rota o había perdido su antena, en algún momento de su vida.


Agustín, el hacedor de sueños, lo recibió cordialmente y lo invitó a dar un paseo por las nubes rosadas. Pasearon, se llenaron de energía. Un largo silencio los invadió.

Agustín decidió empezar a preguntar.

—Francesco, ¿cuántos sueños cumpliste mientras vivías?

Otro gran silencio inundó el lugar.

Cuando conocí a la que luego sería mi esposa supe que había encontrado un bálsamo en mi vida. Sentí que era feliz casándome con ella. ¡Eso fue ver un sueño realizado! Los nacimientos de mis hijos fueron otros.


Tener mi primer auto, cambiar de trabajo, cambiar de casa… los viví como etapas de mi vida o planes que fui cumpliendo, pero no los percibí como sueños realizados; quizás no tuve la capacidad de disfrutarlos como yo lo hubiera merecido.

—¡Tú no has tomado conciencia de que podías construir tu propio mundo!

—Para mí, todo era esfuerzo, trabajo, lucha, uno que otro momento compartido con mis amigos, alguna que otra satisfacción y nada más.


No pensé en construir mi mundo; ¡eso era sólo parte de libros de autoayuda en los cuales nunca creí!

—Cuéntame: ¿qué sueños te quedaron sin hacer realidad?

—Muchos. Los últimos años me había hecho al hábito de no hacerme ilusiones, ¡no quería terminar viéndolas derrumbadas!. Entonces, cuando aparecía un sueño en mi vida, yo mismo decía: "Francesco, esto es una locura".

¿Cuántos años de tu vida pasaste sin permitirte soñar?


—Creo que fueron los últimos diez. Me veía demasiado viejo para hacerlos realidad.

Siempre aparecía alguna excusa para dejarlos sin efecto, y así se me fueron pasando los días, los meses y los años, y también los deseos.

—Y después de esos años vividos casi sin ilusiones, ¿qué pasó?

—Pues… me enfermé. En el mismo momento en que supe que tenía, empecé a sentir que se me venía el mundo encima. Pedía y rogaba que cada estudio médico a los que me sometían saliera bien. Deseaba que me dieran el alta, pero nada de eso sucedía; todo lo contrario, más enfermedad y más muerte.

Y yo soñé con curarme, y te juro que lo pedí con toda el alma, y ése fue el último deseo sin cumplir.

—Vamos por partes, Francesco, ¡después te explicarán lo de tu enfermedad y tu muerte!

Te enseñaré a cumplir tus sueños… ¿De qué te ríes?

—De mí mismo. Llego tarde a todo: ¡tener que morirme para aprender a soñar! Pero no importa; como buen curioso, prometo escucharte con mucha atención.

—Cuando una persona transcurre su vida sin sueños, sin objetivos claros, va como un barco a la deriva. Ese barco se pierde y aparece en un mar desconocido, navega sin rumbo fijo y ahí empiezan las sorpresas. No se sabe en qué tipo de mar se está, dónde está la costa, cuánto tiempo se puede estar sin provisiones. Empiezan entonces a aparecer los miedos, la desesperación y, lo que es peor, el barco sigue perdido.

Cuando se piensa qué rumbo tomar, el barco vuelve a encauzarse en su destino. Entonces, lo primero que tiene que hacer cada persona es preguntarse cuál es el objetivo que quiere que se convierta en sueño concretado.

Como ser único que eres, Dios te ha creado con todas las armas necesarias para realizar los sueños. Puedes cumplir un deseo tras otro, pero para eso hay que tener ciertas condiciones.


—¿Serán las que yo no tuve? ¿Cuáles son esas condiciones?

—Algunas personas están llenas de miedos, frustraciones, obsesiones, resentimientos, dudas, culpas.

Cuando existen estos sentimientos en el corazón y en la mente de una persona, es muy difícil que pueda cumplir sus sueños.

¿Sabes por qué?

—No, dime, por favor.

—Tú cuando pides algo, se lo pides a tu dios, se lo pides a tu suerte, a tu destino, al cosmos, al universo, a un ser querido muerto.

Siempre el hombre busca ayuda de alguien más poderoso que él, sea creyente o ateo.

Sí estás cargado de todos estos sentimientos negativos que te acabo de nombrar, lo que pides no llega, porque vibras mal; la energía positiva se alimenta de pensamientos positivos, de risas, de amor, de generosidad, de buenas acciones y de solidaridad. Esa energía te da una frecuencia más alta para poder ser escuchado por todos los seres de luz que estamos aquí arriba; incluso el universo está puesto a tu disposición y nunca jugará en contra tuya

En un momento te escuché decir que creías no haber recibido ninguna señal de nosotros porque tenías tu antena rota.

Entonces, las señales fueron enviadas, pero tú no las recibiste.

Vamos a imaginar que tú eres una radio y que, a causa de esos sentimientos negativos de los que te hablé no puedes sintonizar bien tu ideal. Entonces, las señales no llegan hacia donde las quieres mandar.

Piensa que la vida es como un eco; si no te ha gustado lo que estuviste recibiendo, entonces tendrías que pensar qué fue lo que estuviste transmitiendo.

Aquí los maestros decimos que, cuando una persona desea algo con toda el alma, todo el cosmos trabaja a favor, siempre y cuando tenga todos sus deseos alineados con una finalidad en su vida. ¡Si supieras que todo es perfecto! Las piezas de la naturaleza están puestas de manera que nada pueda fallar.

Todos estamos dispuestos a ayudar desde aquí arriba, pero muy pocas personas lo saben.

—¿Quieres saber mi opinión?

—Dime, querido alumno.


—Los sueños puestos en palabras suenan muy bonitos; esta linda historia se parece a los cuentos de hadas, pero vivir no es fácil.

Cuando tienes un sueño y empiezas a trabajar para lograrlo, muchas veces aparece, cuando menos te lo esperas, algo que estropea todo. A veces te hace desistir y te quedas con la sensación de fracaso, y te queda tan pegada que ya no te animas a insistir. Con el tiempo, ese amor que vivía dentro de ese sueño se transformó en una cucharada amarga, que ni quieres recordar.

—Es lógico que te suceda eso, y que tantas trabas te terminen acobardando; entonces, para no sufrir, no te llenas de ilusiones, pero igual terminas sufriendo. Es preferible vivir con planes y proyectos, aunque nadie los comparta contigo, que vivir vacío por dentro, y esto te terminó enfermando.

—Agustín, tú has vivido allá abajo como yo, y sabes que es difícil.

—Claro que sí; podemos cambiar la palabra y decir que es una tarea trabajosa.

Modifica las palabras, si quieres. No es fácil limpiarme de sentimientos negativos, de miedos y de fracasos, si nadie me enseñó que eran perjudiciales.

Mis padres me educaron enseñándome a callar. Si algo no me gustaba no era cuestión de faltarle al respeto a otra persona… a poner la otra mejilla, y a veces el actuar de ese modo te llena de resentimiento y de culpas. Mis padres fueron tan exigentes que terminé siendo exigente conmigo mismo y, al ser tan tirano, nunca alcancé la perfección. Me permitía cada vez menos errores; pero, aun así, la perfección nunca parecía.

Me enseñaron a ser generoso y yo aprendí muy bien la lección, porque fui tan bueno, que demasiadas personas me defraudaron inmerecidamente. Entonces, me empecé a ver como un inútil.

Esto que me pasó a mí le pasa a mucha gente allá abajo. Así que yo te pregunto: ¿cómo no estar lleno de sentimientos negativos?. Quien no los tenga debería estar canonizado.

—Todas las personas entran con las mismas preguntas, y cada una obtiene las respuestas en el momento indicado. Ahora te voy a pedir que me dejes continuar con el tema de la realización de los sueños, que es mi especialidad.

—Perdón, Agustín, no creo que me puedas convertir en un alumno fácil.

—No te preocupes, que tu maestro tampoco lo fue; uno se acerca a los seres que se nos parecen.

Te daré una receta para realizar un sueño:

Un gran objetivo, un poco de planes y proyectos, todos puestos en orden, desde el más grande hasta el más chico.

Una cucharada de deseo.

Empezar a cocinarlo con amor y paciencia.

El juego de la acción lo va a ir preparando lentamente y el tiempo de cocción va a ser el justo y necesario, para que, una vez finalizado, se lo pueda saborear con todo placer.

Si encuentras un sueño y lo realizas, no dejes de tener otros sueños. Trabaja sin preocupaciones, para que todo se realice. Despreocúpate y simplemente mantén la calma, porque, cuando menos lo pienses, aparecerá.

—¿Sabes? Te escuché con atención. Nunca me di cuenta de que había realizado mis sueños. La capacidad de disfrutarlos debe ser tan importante como la capacidad para realizarlos.

—Disfrutar es la más importante de las capacidades que tiene una persona.

¿Sabes cuál es el enemigo más grande que tiene el ser humano y que no le permite disfrutar de la vida? El miedo.

—Ese miedo que tú nombras es el que me paralizó.
Muchas veces sentía que me ataba de pies y manos, que era más fuerte que yo. Me convirtió en un cobarde, me hizo sentir solo, inútil, me hizo perder trabajos y afectos, me limitó hasta donde pudo y creo que me mató más que mi propia enfermedad.

Cuando me enteré de que estaba enfermo, el miedo se convirtió en mi propio enemigo; venía disfrazado de dolor, de sufrimiento, de muerte.

Si los dolores eran fuertes, mis miedos los agudizaban; creo que dejé de tener miedo cuando entré a este lugar.

—Hubo momentos en que el miedo te sirvió para ser prevenido, lo pudiste utilizar como una herramienta para cuidarte.

Bueno, Francesco, por hoy abandonaremos la charla. Si quieres hablar sobre los miedos, mañana te mandaré a Ezequiel, un viejo encantador, que es el encargado de tratar ese tema.

Ahora pídele a Ariel que te lleve al Parque de los Recuerdos; ya verás que te va a encantar.



El parque de los recuerdos. 

Francesco caminó dando saltos; su cuerpo se hacía ¡liviano y su luz brillaba con más intensidad.

Parecía que su cuerpo etéreo ya estaba por aprender a volar, sin necesidad de que ninguna nube lo sostuviera.

Pensó qué tonto había sido al haberse atado tanto a la vida en los últimos meses de su enfermedad, apegándose al dolor, al sufrimiento. Si hubiese sabido que esto era tan especial y tan fascinante, no hubiera dudado un segundo en abandonar la vida.

"Quizás pueda ayudar a las personas que están sufriendo en la cama de un hospital, bajar y mandarles algunas señales para que sepan que acá arriba se está mejor y que no vale la pena seguir prolongando una agonía", se decía.

Mientras flotaba por los pasillos del Cielo, se cruzó con Ariel y le pidió que lo llevara al Parque de los Recuerdos.

Ariel, con un gesto de amabilidad y una gran sonrisa, le indicó el camino gustosamente. Ariel le preguntó:

—¿Estás dispuesto a encontrarte con tu pasado?

Francesco se rió, diciendo:

—El mío sí que es un pasado "pisado" (olvidado). Claro que sí, estoy dispuesto a verlo, aunque te diría que nunca me sentí tan vivo como en este lugar.

El Parque de los Recuerdos era un bosque de árboles de cristal, con todo el verde en su esplendor y con todo el perfume de los veranos a la hora de la siesta. Estaba habitado por pájaros como los de cualquier parque de la Tierra, pero mucho menos temerosos y más libres.

Ariel se paró al lado de uno de los árboles de cristal y, con un chasquido de sus dedos, en la copa del árbol se formó una imagen, como la de una película. Cuando Francesco pudo ver con nitidez, se asombró al verse con sus seis años de vida, en su primer día de clase, impecablemente vestido. Iba camino a la escuela en el auto de su abuelo, un viejo cascarrabias con un corazón de oro.

—Él era el encargado de cuidarme, porque mis padres nunca estaban, siempre, demasiado ocupados con sus tareas como para ocuparse de mí.

—¿Qué sentiste ese día?

—No recuerdo nada.

—Respecto a tus padres, ¿qué es lo que recuerdas?

—Nada, no recuerdo nada.

—Te mostraré otra escena.

—Ese día que me muestras lo recuerdo con tristeza; fue el día en que falleció mi abuelo. Yo tenía diez años y lo extrañé por muchísimo tiempo.

—Tu abuelo estuvo acompañándote en todos los tramos de tu vida, hasta que le llegó el momento de partir del Cielo, de volver a buscar un destino en la Tierra. Te mostraré otra escena.

—Ah… ésa es más reciente; estoy en mi trabajo, discutiendo con mi esposa. Ella está enojada porque no me ocupo de ella y de mis chicos, y yo le explico que trabajo para el bienestar de todos, que no son capaces de reconocer mis esfuerzos, ni de valorar el amor, la seguridad y la protección.

—¿Y el tiempo?

—El tiempo no me sobraba y me arrepiento de no habérmelo tomado; si volviera a nacer, todo lo haría con más calma.

—Francesco, ¿qué sentiste durante tu vida por tus padres?

—Sentí que los quería, porque me habían dado la vida, pero estaban muy lejos de ser los progenitores ideales. Ellos apenas pudieron con sus propias vidas, menos aún con la mía.

Cuando fueron ancianos, yo tuve que mantenerlos, cuidarlos, protegerlos, y lo hice consciente de que era mi obligación. Hice más por ellos de lo que ellos hicieron por mí.

—¿Tú sabes que los padres se eligen antes de nacer?

—Ah… entonces otra vez me equivoqué, nunca pasó por mi mente semejante cosa. ¿Cómo pude haber elegido semejante desafío?

—En su momento sabrías lo que estabas haciendo. Dios te da un espíritu para que crezca, para que se lleve una experiencia de vida enriquecedora; cuando eliges a tus padres antes de nacer, es por algún motivo en especial; quizás te gusten los desafíos, quizás no se equivocaron ellos tanto como tú creíste. Tal ves tu función fue mostrarles sus errores y enseñarles lo que es vivir como un hijo.


También piensa que los pudiste haber elegido para cuidarlos cuando fueran mayores; quizás otro espíritu reencarnado no hubiese podido hacerlo tan bien, y con tanto amor, como lo has hecho tú.

Quizás tu destino haya sido que los aceptaras tal como eran, y el solo hecho de que te hubieran dado poco, o menos de lo que te merecías, forjó en ti una personalidad más fuerte, más independiente, y ellos te han dejado crecer con mucha más libertad de la que tienen los hijos que son ahogados por haber recibido tanto amor.

Lo más difícil para los padres es mantener el equilibrio; no hay nada más que la vida para enseñarles donde están sus aciertos y sus errores.

Ningún padre se levanta por la mañana trazando un plan para hacerle daño a un hijo; si así fuera estaríamos frente a una mente enferma.


Ellos se equivocan, pero siempre pensando que, en el momento en que actúan, están haciendo lo mejor de lo mejor; la actitud siempre es positiva, aunque su comportamiento termine siendo negativo.

El amor de un padre hacia un hijo es incondicional; hubiese sido bueno para ti no haber vivido con rencores hacía ellos. Piénsalo bien; por algo, antes de nacer, los elegiste.

Francesco se quedó, por unos segundos, mirando fijo la imagen de su niñez, y reflexionó:


—Cuando menos quise parecerme a mis padres, más terminé pareciéndome a ellos. Yo tampoco había sido un buen padre pero, es cierto, mi intención para mis hijos siempre había sido positiva.

La imagen fue desapareciendo y, casi sin darnos cuenta, el viento nos levantó llevándonos hasta una gran nube. Ya arriba de ella sentí un gran alivio adentro de mi alma y pude ver cómo mis compañeros del primer Cielo paseaban comunicándose entre sí, contándose sus experiencias vividas allí abajo.

Después del paseo, entre a mi habitación; me estaba acostumbrando a ella. Era muy cómoda y olía a paz; sin embargo, siempre hay algún "pero" en mí, yo seguía extrañando las costumbres y las comodidades terrenales, las comidas, sus olores y sus sabores. Aquí, en el Cielo, nuestras almas se alimentaban de amor y de buenas acciones, pero yo echaba de menos mis reuniones con amigos y hasta los programas de la tele; pero, por sobre todas las cosas, extrañaba a mi familia.

¡Me gustaría tanto saber cómo están! No quisiera verlos sufrir por mí; eso me desesperaría, aunque creo que ya hacía mucho tiempo que ellos me veían sufrir, y supongo que la idea de mi muerte les debió haber pasado muchas veces por la cabeza, y entonces habrán pedido que dejara de sufrir.

Francesco se quedó dormido y tuvo un sueño algo confuso; esperaría la primera oportunidad para contárselo a Ariel.




Extracto de "Francesco Una vida entre el Cielo y la Tierra de Yohana Garcia"


Recibido-mail :MARIA E. 

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