Contemplar el Evangelio de hoy
Día litúrgico: Viernes III de Adviento
Texto del Evangelio (Jn 5,33-36):
En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos: «Vosotros mandasteis enviados
donde Juan, y él dio testimonio de la verdad. No es que yo busque
testimonio de un hombre, sino que digo esto para que os salvéis. Él era
la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora
con su luz. Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las
obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras
que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el
Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí».
Comentario: Rev. D. Rafel FELIPE i Freije (Girona, España)
«Él (Juan) era la lámpara que arde y alumbra»
Hoy,
los cristianos tenemos que aprender mucho de Juan el Bautista. Jesús lo
compara con el fuego que quema y da luz: «Él era la lámpara que arde y
alumbra» (Jn 5,35). Su misión, como la nuestra, fue la de preparar el
camino del Maestro: allanar los corazones para que sólo Cristo se luzca,
anunciar que la Vida plena es posible, si seguimos a Jesucristo con
fidelidad. Juan es la voz que clama en el desierto: «Preparad el camino
del Señor, enderezad sus sendas» (Mt 3,3). El Hijo de Dios viene a la
tierra para descansar en nuestros corazones. —Pero… en mi corazón manda
mi libertad, y Él me pide “permiso” para entrar ahí: por esto, hay que
“allanarle” la difícil ruta que apunta hacia el corazón humano. «Que
nuestro pensamiento se disponga para la venida de Cristo con una
preparación no inferior a la que haríamos si Él todavía tuviera que
venir al mundo» (San Carlos Borromeo).Hoy se nos pide aprender de san Juan. No es fácil. La renuncia, el sacrificio, el compromiso, la Verdad… no están de moda actualmente. ¿Cuántos hay que sólo se mueven por el dinero, por los placeres, por la comodidad, por la mentira…? Hay que mantener el corazón limpio y desalojado de cosas. Si no, ahí no pueden hallar espacio ni Jesús ni las otras personas.
Pero el Evangelio es camino de Vida y de felicidad. Sólo la Verdad nos puede hacer libres, aunque esto nos comporte la persecución o la muerte. Juan el Bautista ya lo había intuido, pero acepta porque ésta es su misión. Su bautismo era liberador y sus palabras —invitando a la conversión— el camino para llegar.
Jesús encuentra el camino allanado, preparado, sazonado por la penitencia del Bautista. Sus obras dan testimonio de que Él es el enviado. Encuentra ya los corazones arrepentidos y humillados gracias al testimonio de Juan. Para él, el Maestro no encuentra más que palabras de elogio.
Ojalá sean las mismas palabras para cada uno de nosotros. Sobre todo, si hemos sido capaces de señalar al Maestro, presentándolo y, a la vez, desapareciendo nosotros mismos.
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