DE LOS ESCRITOS DE GUILIANA CRESCIO. 18 de Mayo de 1978
329. [46]- He venido a la tierra en aquel tiempo para todos los tiempos que habían de venir.
¡Mis criaturas! Vine a la tierra en aquel tiempo para todos los tiempos que habían de venir.
Y, bajo a la tierra en medio de vosotros cuando habláis de Mí, cuando pensáis en Mí y así Me rogáis, ya que pensar en Mí es rogarme
.
He venido en todo tiempo, y quien ha creído o cree en Mí me ha sentido. Mi Palabra, dejada a vosotros, a los de antes y a los de después de vosotros, como preciosa herencia de norma de vida, ha sido escuchada por muchos; muchos Me han seguido con plena libertad al venir a Mí en Mi viento1, y otros libres de no seguirme se han perdido, pero Yo, Jesús, a todos Me manifiesto, y a veces por un designio especial, como en este caso a vosotros, Me muestro realmente con pruebas irrefutables.
A algunos Me muestro en el silencio de su alma, otros nacieron en la fe, otros todavía jamás Me han escuchado, pero Yo he dado a todos el modo de sentirme: ¡Yo estoy en el corazón de todos!
No miréis las cosas del mundo como fin en sí mismas, puesto que el verdadero mundo está en Mi Reino, y Mi Reino es también el vuestro, que os espera, cuando la felicidad estalle en vosotros.
Y por tanto, Mis criaturas, no temáis la muerte, ya que la muerte no existe: existe un cambio de vida que será maravilloso para quien Me haya seguido. ¡Quien Me ama Me sigue! He dado a todos el modo de amarme.
Hay quien Me ha escuchado y hay quien no ha querido escucharme. No hay ninguno que no haya podido sentirme. Una vez más os digo en verdad: he venido para los ciegos de espíritu, y también por este motivo he sanado a los ciegos y a los leprosos, Yo, el médico de las almas.
Vuestro tiempo se os ha dado para probaros y ¿qué prueba sería sí todo fuera fácil y si todas las cosas de la fe para vosotros fueran evidentes?
La fe, aun si os hace vivir en la tierra vuestra corta vida, debe ser en parte un misterio, porque de otro modo la fe no sería un mérito.
La fe es esperanza; pero puede ser también certeza, puesto que quien Me ama Me siente, Me ve y camina Conmigo.
No miréis las tragedias del mundo. Los mártires serán y son felices en el Reino Divino, los niños que sufren en la tierra estarán con los ángeles en el Cielo, los que han llorado olvidarán toda lágrima, el que ha sufrido en el cuerpo olvidará todo padecimiento.
Por esto, os digo una vez más: ¡felices! felices en el llanto y en el sufrimiento: un día, que no será un día sino un instante quieto en el eterno acaecer, comprenderéis todo esto.
Por ahora, amaos el uno al otro como Yo os amo. Y no temáis la muerte pues no existe para el justo, y todos tienen los medios para ser justos. No miro la duración de vuestro amor, Yo os sé esperar y entonces examino la intensidad de vuestro amor.
No temáis la muerte corporal; después, desde el primer instante del eterno devenir, para el alma libre el cuerpo ya no tiene importancia, ya no tiene peso: es un viejo ropaje de vuestra alma, y el alma es la esencia del ser y el ser existe, ya que Yo estoy en el Padre, unido al Espíritu, que del Uno al Otro procede.
Vosotros pensáis como criaturas encerradas en la carne y amáis vuestra carne: vuestro rostro, pero, Mis criaturas, también el espíritu tiene un rostro de luz, y cuando tengáis un cuerpo de gloria, comprenderéis todo, y Me amaréis, aún más todavía.
Mi Reino es el Reino del amor. Allí está la alegría, la armonía, la perfección.
¡Sed justos, amad y amadme; el amor os espera!
¡Estad serenos: vivid vuestras horas en gracia, mirad con fe las cosas del Cielo y así con esperanza! Rozad las cosas del mundo: ¡pasan, y vivid esperando la Vida, la verdadera Vida!
20 de Mayo de 1978
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sábado, 25 de febrero de 2017
NO MIREIS LAS TRAGEDIAS DEL MUNDO.
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