Torá desde Jerusalem
Parashá Masé - Marchas
Libro Bamidbar / Números (33:1 a 36:13)
"Estos son los preceptos y las leyes que ordenó Di-s por manos de Moshé a los Hijos de Israel, en las llanuras de Moab, cerca del Jordán, a la altura de Jericó" (Bamidbar 36:13)
Estas palabras finales del Libro de Bamidbar dicen que las Mitzvot fueron dadas "en la mano de Moshé", un término que no aparece al final del Libro de Vayikrá, el Libro anterior. Esto alude al cambio básico en la naturaleza del pacto entre Di-s e Israel: El pacto de Vayikrá estaba fundado en las primeras Tablas de la Ley que rompió Moshé. Ahora, en las llanuras de Moab, Moshé hace un nuevo pacto basado en las segundas Tablas que el tiene "en su mano"- simbolizando que este pacto es eterno.
(Jumash)
"Estos son los viajes de los israelitas, que salieron de la tierra de Egipto... guiados por la mano de Moshé y Aharón" (Bamidbar 33:1)
Nada que haya sido creado por mano del hombre puede durar eternamente.
Las estatuas se derrumban; la poesía se olvida. No hay nada que dure por siempre. Por ese motivo, la redención de Egipto no fue algo definitivo, pues llegó "por la mano de Moshé y Aharón", y, a pesar de su elevadísimo nivel espiritual, no eran más que seres de carne y hueso.
Por eso, era inevitable que el pueblo judío fuera sometido a otros exilios, pues su Éxodo de Egipto fue mortal y terrenal, y, por lo tanto, incompleto.
"Estos son los viajes de los israelitas...". Estos son los viajes del exilio que los israelitas realizaran en la larga noche de la historia, porque "salieron de la tierra de Egipto... guiados por la mano de Moshé y Aharón”. Sin embargo, cuando el Propio Hashem redima a Su pueblo, con toda Su Gloria y Su Majestad, la redención no contendrá ningún elemento de imperfección humana, y, por lo tanto, será absoluta y eterna.
(Mayaná shel Torá)
"Estos son los viajes de los Bnei Israel..." (Bamidbar 33:1)
El carruaje del Baal Shem Tov se desplazaba velozmente por la espesa bruma de la mañana rusa.
Dentro del carruaje, el Revé y su asistente estaban sentados, en silencio. Lo único que se oía era el monótono ruido de los cascos galopando por el césped. El rostro del Baal Shem Tov, impasivo. De pronto, le hace señas al shamash para que detenga el vehículo. El shamash se asoma por la ventana y le grita al conductor que se detenga. Rápidamente, el carruaje llega a un descanso. Silencio. Aparte de los caballos, y de los pájaros que entonan su coro matinal al Creador. Silencio. Entonces, proveniente del campo, comienza a oírse el más delicioso sonido. La voz de un hombre que canta una canción que casi hace llorar a los árboles. La más hermosa canción que jamás se haya oído.
El Baal Shem Tov escucha con atención, y frunce el ceño, como si tratara de recordar algo. Un recuerdo que iba tan atrás, que parecía ir más allá de esta encarnación.
De pronto, sus ojos se entrecerraron y su boca se ensanchó, con una sonrisa de incontenible alegría.
"¡Por favor, pídale al hombre que venga!", le ordenó a su shamash. Tras unos momentos, el shamash retornó con un campesino ruso, el dueño de tan melodiosa voz.
"Cuando lo oí cantar, no pude más que pensar 'qué bella melodía'", dijo el Rebe.
"Si, me gusta mucho", dijo el campesino.
"No creo que la haya oído en su totalidad. ¿Le molestaría volver a cantarla para mi?, preguntó el Baal Shem Tov.
"Si, ¿por qué no?" respondió el campesino, y comenzó a cantar nuevamente. Una vez que terminó, parecía que hasta los pájaros se habían detenido a escuchar.
"Hermosísima", dijo el Rebe. "Dígame, ¿le molestaría volver a cantarla?"
"Como no", dijo el campesino, y volvió a repetir la melodía.
Cuando terminó de cantar, el Rebe dijo: "Si, creo que la tengo. ¿Es así?". Y el Baal Shem Tov comenzó a entonar la melodía. Y con todo lo bella que había sido la versión del campesino, el Rebe le infundió un deseo desgarrador, como la reunión de una madre con su hijo.
"Si, exactamente así", dijo el campesino.
"Me pregunto... si no sería demasiada molestia... antes de que me vaya, ¿podría oír como la canta Ud. otra vez más?
"Bueno", dijo el campesino, y abrió la boca para cantar. No salió nada. Ni una nota. Ni un chirrido. El hombre cerró la boca y lo intentó nuevamente. Nada. El Baal Shem Tov lo contempló con una mirada de extraña intensidad, y luego le dijo: "Que tenga buen día...". Y con eso, volvió a subir al carruaje. El Rebe y su shamash se sentaron en silencio durante unos cuantos minutos, y entonces el shamash ya no pudo contener su curiosidad.
"¿Que fue lo que ocurrió?" "Cuando oí cantar a ese campesino, me di cuenta de que estaba cantando una de las canciones que cantaban los Leviim (Levitas) en el Beit ha Mikdash (Templo Sagrado). Durante dos mil años esa melodía estuvo en el exilio, pasando de un extraño a otro, deambulando de un país a otro. Ese campesino era como una cáscara que contenía una preciosísima chispa de santidad. Ni bien esa chispa fue devuelta a sus dueños, al pueblo judío, ya no había necesidad de que él la recordara más, y por lo tanto, la olvidó.
Al comienzo de la Parashat Masei, la Torá enumera los cuarenta y dos lugares donde acampó el pueblo judío en su camino a Eretz Israel. ¿Cuál es el motivo de esas cuarenta y dos paradas en el desierto?
Existe un concepto místico, según el cual el propósito de esos campamentos era para que los Hijos de Israel liberaran y recolectaran las chispas de santidad que están atrapadas en la desolación del desierto. Cada una de esas paradas corresponde a una letra del Nombre de Hashem, y al reunir las chispas de cada sitio, se revela un poquito más el Nombre de Hashem, y Su reconocimiento en el mundo. Tres mil años más tarde, el pueblo judío sigue de viaje. Cien años acá, doscientos allá. Por sus viajes por España, Inglaterra, China y América, el pueblo judío "extrae" y redime las chispas de santidad que están atrapadas por todo el mundo. Cuando acabe este proceso, el Mashíaj, el Ungido, reunirá a todo el pueblo judío, conduciéndolos a la Tierra de Israel, y entonces volverán a oírse todas las canciones de santidad. Entonces, Hashem será revelado como el Único Di-s Verdadero. Y Su Nombre estará completo. "Ese día, Hashem será Uno y Su Nombre, Uno".
(Or haJaim haKadosh; Malbim; Rabí Shmuel Mi Ostropole, Rabí Mordejai Perelman, Rabí David Gotlieb)
Estas palabras finales del Libro de Bamidbar dicen que las Mitzvot fueron dadas "en la mano de Moshé", un término que no aparece al final del Libro de Vayikrá, el Libro anterior. Esto alude al cambio básico en la naturaleza del pacto entre Di-s e Israel: El pacto de Vayikrá estaba fundado en las primeras Tablas de la Ley que rompió Moshé. Ahora, en las llanuras de Moab, Moshé hace un nuevo pacto basado en las segundas Tablas que el tiene "en su mano"- simbolizando que este pacto es eterno.
(Jumash)
"Estos son los viajes de los israelitas, que salieron de la tierra de Egipto... guiados por la mano de Moshé y Aharón" (Bamidbar 33:1)
Nada que haya sido creado por mano del hombre puede durar eternamente.
Las estatuas se derrumban; la poesía se olvida. No hay nada que dure por siempre. Por ese motivo, la redención de Egipto no fue algo definitivo, pues llegó "por la mano de Moshé y Aharón", y, a pesar de su elevadísimo nivel espiritual, no eran más que seres de carne y hueso.
Por eso, era inevitable que el pueblo judío fuera sometido a otros exilios, pues su Éxodo de Egipto fue mortal y terrenal, y, por lo tanto, incompleto.
"Estos son los viajes de los israelitas...". Estos son los viajes del exilio que los israelitas realizaran en la larga noche de la historia, porque "salieron de la tierra de Egipto... guiados por la mano de Moshé y Aharón”. Sin embargo, cuando el Propio Hashem redima a Su pueblo, con toda Su Gloria y Su Majestad, la redención no contendrá ningún elemento de imperfección humana, y, por lo tanto, será absoluta y eterna.
(Mayaná shel Torá)
"Estos son los viajes de los Bnei Israel..." (Bamidbar 33:1)
El carruaje del Baal Shem Tov se desplazaba velozmente por la espesa bruma de la mañana rusa.
Dentro del carruaje, el Revé y su asistente estaban sentados, en silencio. Lo único que se oía era el monótono ruido de los cascos galopando por el césped. El rostro del Baal Shem Tov, impasivo. De pronto, le hace señas al shamash para que detenga el vehículo. El shamash se asoma por la ventana y le grita al conductor que se detenga. Rápidamente, el carruaje llega a un descanso. Silencio. Aparte de los caballos, y de los pájaros que entonan su coro matinal al Creador. Silencio. Entonces, proveniente del campo, comienza a oírse el más delicioso sonido. La voz de un hombre que canta una canción que casi hace llorar a los árboles. La más hermosa canción que jamás se haya oído.
El Baal Shem Tov escucha con atención, y frunce el ceño, como si tratara de recordar algo. Un recuerdo que iba tan atrás, que parecía ir más allá de esta encarnación.
De pronto, sus ojos se entrecerraron y su boca se ensanchó, con una sonrisa de incontenible alegría.
"¡Por favor, pídale al hombre que venga!", le ordenó a su shamash. Tras unos momentos, el shamash retornó con un campesino ruso, el dueño de tan melodiosa voz.
"Cuando lo oí cantar, no pude más que pensar 'qué bella melodía'", dijo el Rebe.
"Si, me gusta mucho", dijo el campesino.
"No creo que la haya oído en su totalidad. ¿Le molestaría volver a cantarla para mi?, preguntó el Baal Shem Tov.
"Si, ¿por qué no?" respondió el campesino, y comenzó a cantar nuevamente. Una vez que terminó, parecía que hasta los pájaros se habían detenido a escuchar.
"Hermosísima", dijo el Rebe. "Dígame, ¿le molestaría volver a cantarla?"
"Como no", dijo el campesino, y volvió a repetir la melodía.
Cuando terminó de cantar, el Rebe dijo: "Si, creo que la tengo. ¿Es así?". Y el Baal Shem Tov comenzó a entonar la melodía. Y con todo lo bella que había sido la versión del campesino, el Rebe le infundió un deseo desgarrador, como la reunión de una madre con su hijo.
"Si, exactamente así", dijo el campesino.
"Me pregunto... si no sería demasiada molestia... antes de que me vaya, ¿podría oír como la canta Ud. otra vez más?
"Bueno", dijo el campesino, y abrió la boca para cantar. No salió nada. Ni una nota. Ni un chirrido. El hombre cerró la boca y lo intentó nuevamente. Nada. El Baal Shem Tov lo contempló con una mirada de extraña intensidad, y luego le dijo: "Que tenga buen día...". Y con eso, volvió a subir al carruaje. El Rebe y su shamash se sentaron en silencio durante unos cuantos minutos, y entonces el shamash ya no pudo contener su curiosidad.
"¿Que fue lo que ocurrió?" "Cuando oí cantar a ese campesino, me di cuenta de que estaba cantando una de las canciones que cantaban los Leviim (Levitas) en el Beit ha Mikdash (Templo Sagrado). Durante dos mil años esa melodía estuvo en el exilio, pasando de un extraño a otro, deambulando de un país a otro. Ese campesino era como una cáscara que contenía una preciosísima chispa de santidad. Ni bien esa chispa fue devuelta a sus dueños, al pueblo judío, ya no había necesidad de que él la recordara más, y por lo tanto, la olvidó.
Al comienzo de la Parashat Masei, la Torá enumera los cuarenta y dos lugares donde acampó el pueblo judío en su camino a Eretz Israel. ¿Cuál es el motivo de esas cuarenta y dos paradas en el desierto?
Existe un concepto místico, según el cual el propósito de esos campamentos era para que los Hijos de Israel liberaran y recolectaran las chispas de santidad que están atrapadas en la desolación del desierto. Cada una de esas paradas corresponde a una letra del Nombre de Hashem, y al reunir las chispas de cada sitio, se revela un poquito más el Nombre de Hashem, y Su reconocimiento en el mundo. Tres mil años más tarde, el pueblo judío sigue de viaje. Cien años acá, doscientos allá. Por sus viajes por España, Inglaterra, China y América, el pueblo judío "extrae" y redime las chispas de santidad que están atrapadas por todo el mundo. Cuando acabe este proceso, el Mashíaj, el Ungido, reunirá a todo el pueblo judío, conduciéndolos a la Tierra de Israel, y entonces volverán a oírse todas las canciones de santidad. Entonces, Hashem será revelado como el Único Di-s Verdadero. Y Su Nombre estará completo. "Ese día, Hashem será Uno y Su Nombre, Uno".
(Or haJaim haKadosh; Malbim; Rabí Shmuel Mi Ostropole, Rabí Mordejai Perelman, Rabí David Gotlieb)
Shabat Shalom.
No hay comentarios:
Publicar un comentario