Torá desde Jerusalem
Parashá Vayelej - Y fué
Libro Devarim / Deuteronomio (31:1 a 31:30)
"Esforzaos y sean valientes..." (Deuteronomio 31:6)
"Jizku Vehimzu". Esforzaos y sean valientes, no teman y no caigan de espíritu. Así se despide del pueblo, el gran Maestro Moshé antes de la entrada a la Tierra de Israel. El temor y la desesperación ante el peligro o cualquier otra situación de la vida, son expresiones la desconfianza. Rabí Nahman de Breslev dijo: "Todo el mundo es como un puente angosto, y lo importante es no temer nunca". La vida es una secuencia de decisiones que al igual que el puente, no tenemos más remedio que cruzarlo y la inseguridad de su largo asusta, a lo que responde Rabí Nahman que debido a que no existe la posibilidad de no pasarlo, solamente nos queda la confianza.
El miedo es la sensación por lo desconocido, la inseguridad y la desconfianza; la respuesta: el conocimiento y la confianza.
"Y escribirás ahora este cántico y lo enseñarás a los hijos de Israel".
Con estas palabras el Eterno obliga a Moshé a nombrar a Yehoshúa como sucesor y le advierte lo que ocurrirá con el Pueblo de Israel en el futuro: "…Y se levantará este pueblo y errará tras otros dioses de la tierra donde habitarán y me abandonarán y se apartarán del pacto que hice con él".
La diáspora trajo consigo la riqueza de la diversidad de costumbres de nuestro pueblo, dentro de una unión incomparable con ningún otro pueblo, sino consigo mismo, donde doce tribus formaron parte de un solo pueblo.
El error no está en la diferencia sino en el abandono, ya que durante generaciones las comunidades estaban definidas pero unidas, tanto yemenitas, ashkenazitas, sefarditas, orientales o polacos, todos tenían una misma dirección y meta. Los diferenciaba solamente el país donde habitaban, el idioma, las comidas, la vestimenta y costumbres, pero los unía lo primordial, lo que los definía como pueblo de tribus: ¡la Torá y sus preceptos!.
El error no está en la diferencia sino en el abandono, ya que durante generaciones las comunidades estaban definidas pero unidas, tanto yemenitas, ashkenazitas, sefarditas, orientales o polacos, todos tenían una misma dirección y meta. Los diferenciaba solamente el país donde habitaban, el idioma, las comidas, la vestimenta y costumbres, pero los unía lo primordial, lo que los definía como pueblo de tribus: ¡la Torá y sus preceptos!.
Las palabras de la Torá no fueron escritas en vano: "...Y se levantará este pueblo...", pues la historia nos demostró que la diáspora no solamente trajo la riqueza de la diversidad sino también el abandono por causa de la asimilación. Terribles estadísticas nos hablan de increíbles porcentajes de asimilación y no todos nuestros intentos por evitarla demostraron ser efectivos, muchos "...ismos" se levantaron en nuestro Pueblo pero con otros dioses de la tierra donde habitan. No está en la lógica la solución, sino en las palabras de la Torá.
"Y escribirás ahora este cántico y lo enseñarás a los hijos de Israel... y será cuando aconteciere". "... y será este cántico como testigo pues no será olvidado por generaciones". La profecía de la Torá podría no cumplirse, a través de tres mil años de historia, destierros, persecuciones, genocidios... pero no pudieron con ella, pues ella es testigo de Su verdad.
Shabat Shalom.
Rab Shlomó Wahnón
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