Torá desde Jerusalem
Parashá Kedoshim - Santos
Libro Vayikrá / Levítico (19:1 a 20:7)
Parashá Kedoshim - Santos
Libro Vayikrá / Levítico (19:1 a 20:7)
“Seréis santos...” (Vayikrá 19:1)
Habla a toda la comunidad de los Hijos de Israel y les dirás: “Kedoshim tihyu (seréis diferentes)… Cada persona, a su madre y a su padre temerá, y mis Sábados guardaréis...”. El temor y respeto a sus padres nos hace Kedoshim, ¡qué maravilla!. Nuestros Sabios preguntaron por que la Torá en el tema del honor adelantó al padre, antes de la obligación para con la madre y en el temor mencionó a la madre antes que al padre. A lo que respondieron: la norma en el mundo es que la persona teme más al padre y honra más a la madre, por lo que la Torá invirtió en esas obligaciones, para que llegáramos al ideal: la igualdad tanto en el temor como en el honor a los dos.
Que diferente es la educación de la Torá, a la de la calle. Cuando la Torá nos obliga a no contradecir los dichos de un padre por el temor que le debemos, no por miedo. No olvidemos la diferencia que existe entre ambos términos: miedo es la sensación de inseguridad por lo desconocido y temor es la sensación de respeto por la importancia o grandeza. Así, como no debemos tener miedo del Todopoderoso porque Él seguro que no quiere nuestro mal, tampoco debemos tener miedo a un padre, sino respeto. Es cierto que hoy parece ridículo el respeto al prójimo, en una sociedad donde la violencia y la fuerza son las que la dominan, tratar a un padre como, ¡viejo tu que entiendes!. Es lo más normal. El levantarse en señal de respeto cuando la madre se acerca, parece parte de la historia.
“No maldigas al sordo y delante del ciego no pongas obstáculo…”. Qué principios tan elevados los de la Torá, pues nos advierte que no los hagamos, no porque nos parezcan incorrectos o injustos sino porque debemos temor y respeto al Todopoderoso.
La prohibición de no poner un obstáculo delante del ciego, es un concepto mucho más amplio de lo que parece. Dijeron nuestros Sabios: dar un buen consejo al compañero sin advertirle el interés que pueda tener uno, recae dentro de dicha prohibición, aunque el consejo fuera bueno para el que lo reciba, sin relación al beneficio del que lo da. El hecho de esconder lo que no se puede ver, se considera obstáculo delante del ciego.
“No hagas agravio en el juicio, no prefieras al necesitado, no honres al mayor, con justicia juzgaras a tu compañero”. Asimismo, cuando la causa es justificable y a veces hasta necesaria. Hamispat le Elokim hu, el juicio es del Todopoderoso. La obligación de hacer justicia no es un privilegio, ni de jueces, es una obligación para cada uno de nosotros, dentro de sus posibilidades. Quien fue testigo de un hecho, no puede evitar su testimonio. Dijeron nuestros Sabios: Todo juez que dictamina correctamente se convierte en socio del Todopoderoso.
“No odies a tu hermano en tu corazón; reprender, reprenderás a tu compañero, y no llevarás por él su pecado”. Dijeron nuestros Sabios: Qué grandeza la de los hermanos de Yosef, pues está escrito: “Y no pudieron hablar con él en paz”, mismo cuando pecaron y lo odiaban, no fueron capaces de odiarlo a escondidas, sino que le expresaron su crítica. La responsabilidad por el prójimo es tal, que quien ve una falta en su compañero y no se lo critica, aún cuando deba criticarlo se le considera cómplice en su error. El barco con los pasajeros en sus camarotes, se convirtió en un ejemplo clásico en la literatura de nuestros Maestros. El agujerar la pared de un camarote no es de la sola incumbencia del pasajero de dicho camarote, sino de todo el barco. Existe una causa particular y una causa general, donde la causa particular es también general por la influencia que tiene en los demás y por la responsabilidad que tenemos con el prójimo, “Israel Arebim Ze la Ze” somos garantes unos por los otros.
Shabat Shalom.
Rab Shlomó Wahnón
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