LUZBY BERNAL

martes, 1 de mayo de 2018

Enfoques sobre la Parashá EMOR



Torá desde Jerusalem



Parashá Emor - Di

Libro Vayikrá / Levítico (21:1 a 24:23)
Enfoques sobre la Parashá

"Y cuando cortes la cosecha de tu tierra, no debes cosechar las esquinas de tu campo... para el pobre... debes dejarlas" (Vayikrá 23:22)
Una persona debe tener un constante acercamiento a la religión.  Cuando observamos Shabat, el cual atestigua que Di-s creó el mundo, y las fiestas, que demuestran Su interés por Su Creacion al redimir al Pueblo Judío de Egipto, hacemos evidente nuestra creencia en el control de Di-s sobre el mundo.  Si una persona cree en la Providencia de Di-s, ¿cómo puede preocuparse de que no va a tener suficiente dinero para él mismo si va a dar más caridad?. 
¡Cuán grande es entonces nuestra obligación de dar caridad cuando nos damos cuenta de que Di-s, que provee nuestros ingresos, nos ordena esto!.  Seguramente, podemos dar el 10 % de "nuestro" ingreso para los pobres.  La Torá pone a las leyes de caridad en el medio de las leyes de las fiestas, que atestiguan la Providencia Divina, para recordarnos que una persona que siente que le es difícil dar caridad seguramente es porque carece de fe en Di-s, El que nos provee.
(Rab Moshe Fainstein)


"Para que tus generaciones sepan que Yo hice que los Hijos de Israel moren en Sucot cuando los saqué de la tierra de Egipto..." (Vaikrá 23:43)
Las mujeres no están obligadas a sentarse en la Sucá debido a la regla que las exime de cumplir  Mitzvot ligadas con el tiempo.  De todas maneras, hay excepciones a esta regla.  Shabat y Pésaj son dos grandes eventos de la Torá que se repiten con el paso del tiempo, y las mujeres tienen la obligación de observarlos.  También se les ordena participar en el gran evento nacional cada siete años.  La "libertad" de no tener otras Mitzvot que están ligadas al tiempo, ciertamente no es a causa de que las mujeres son consideradas "menos importantes", sino que la Torá no impuso estas Mitzvot a las mujeres porque no las considera necesarias para ellas.  Todas las Mitzvot que están ligadas al tiempo son como procedimientos simbólicos para refrescar ciertos hechos, principios, ideas y resoluciones en nuestras mentes para estimularnos en nuestro cumplimiento.  La Torá de Di-s da por sentado que nuestras mujeres tienen un fervor más grande y un entusiasmo más fiel por la vocación Divina, que ayuda a disminuir el peligro de tentación que el hombre encuentra en el curso de sus vida profesional.  Es por esto que la Torá no da a las mujeres estas repetidas advertencias para que se mantengan verdaderas a su devoción.  En el momento que Di-s dio origen al Pueblo Judío, Su visión no consideró que era necesario asegurar el vínculo de Él con la mujer dándole un símbolo permanente similar a la circuncisión del hombre.  Por su devoción, las mujeres rechazaron el pedido de contribución de oro para la construcción del becerro de oro, y fueron las primeras en donar oro para construir el Mishkán.  Tambien vemos a través de las generaciones que aun cuando la nación ha caído aparentemente en pecado, ha sido la fidelidad de nuestras mujeres a sus convicciones y sentido de la obligación que ha conservado y alimentado la semilla del despertar y el retorno.
(Rabí S.R.Hirsch)


"Y contareis..." (Vayikrá 23:15)
Imagínate que te has sacado la lotería y que te has hecho acreedor a 25 millones de dólares.
Tras el shock inicial, te pones a pensar en todas las cosas qué vas a comprar con ese dinero. Veinticinco millones es una  fortuna, para cualquiera.  Te dicen que debes aguardar un mes hasta que puedas utilizar el cheque para lo que se te antoje.
Entonces... ¿qué haces mientras tanto?  ¡Vas a ver vidrieras!  Eliges el último modelo de limusina y te dedicas a buscar nueva casa, etc.
Sea como fuere, después de un mes llega el dinero: ya tienes todo planeado.  Qué quieres comprar y en qué color lo quieres.
Tal vez con esta analogía podamos comprender por qué no decimos la bendición shehejeianu (agradecerle a Hashem por habernos hecho llegar a un feliz evento) al contar el Omer entre Pésaj y Shavuot.
Para el judío, el "cheque" más grande que se nos pudo haber dado fue la Torá.  Por eso, cuando contamos el Omer, somos como la persona que se sacó la lotería y aguarda cada día a que pueda cobrar el cheque!
(Kli Yakar, Moser Derej, Rabí Simjá Waserman, Rabí Yaacob Niman, Rabí Meir Jadash)


"Y traeréis una nueva ofrenda "Minjá" (ofrenda vegetal) a Hashem" (Vayikrá 23:16)
¿Estás harto?
Últimamente se oye mucho esta expresión.  Estoy harto de esto; estoy harto de aquello; esto me aburre, ya no  me interesa...
¿Por qué la gente se harta?
Pongamos por caso dos personas que trabajan duro.  Una es independiente, y la otra trabaja y cobra salario.  Hay una diferencia muy grande entre ambas.  El que trabaja para cobrar el salario no tiene un interés particular en la empresa para la que trabaja, salvo por el hecho de que le proporciona un sustento.  Y esa apatía crece si a la empresa no le va bien y no hay premios para los trabajadores.
Pero el que trabaja en forma independiente pone toda su alma en lo que hace.  Él es la empresa.  Disfruta los momentos de triunfo y sufre cuando le va mal.  Pero... ¿aburrido y harto?  Nunca.  A diferencia del asalariado, cuya remuneración es fija desde el comienzo, con un pequeño margen de participación de las ganancias, el trabajador independiente sabe que el límite está en el cielo.  El éxito de la compañía es su propio éxito.
Al estudiar Torá debemos pensar que es como nuestra propia empresa. En la empresa de uno mismo, cuando las cosas no andan bien, ¿quién está para corregirlas?  Únicamente uno mismo.  Si hacen falta horas extras en la oficina, sin lugar a dudas que se las vamos a dedicar.
Al sentarnos a estudiar, ¿nos "pinchamos" mentalmente?  ¿Estamos esperando el próximo corte para ir a tomar un café?  ¿Estamos esperando el cheque de fin de mes?  ¿O sentimos la exuberancia y el desafío de nuestros estudios como si fueran nuestra propia empresa?
¿De qué modo la Torá se refiere al monumental acontecimiento de su entrega en el Sinai?  "Y traeréis una nueva ofrenda "Minjá" a Hashem".  Es verdad que en la fiesta de Shavuot traemos una nueva ofrenda de Minjá a Hashem.  Pero ¿ese es el aspecto más importante de Shavuot?  ¿Qué hay de la entrega de la Torá?  ¿No habría sido más apropiado hacer referencia a ese hecho?
¿Por qué la Torá apunta al acontecimiento central del judaísmo con estas pocas palabras?  La Torá no especifica la fecha de su entrega porque no quiere que sintamos que la entrega de la Torá fue un acontecimiento "por única vez".  No: la Tora quiere que sintamos que nos es dada cada día, y que la recibimos cada día como si la estuviéramos oyendo por primera vez en el Sinai.  La Torá es nuestro aliento de vida.  Aunque una persona respire millones de veces en el curso de su vida, no es algo de lo que se pueda aburrir.  El aburrimiento solo tiene lugar cuando el acto en cuestión es optativo.  El respirar no es algo optativo, sino obligatorio.
Asi es como debemos pensar respecto de la Torá , pues ella es nuestra vida y la longitud de nuestros días.
(Bnei Isajar, Rabí Shalom Shwadron, Rabí Calev Gestetner)


"... Todo hombre de la Casa de Israel y de los prosélitos entre Israel, que trajere su ofrenda..." (Vayikrá 22:17)
El judaísmo no pregona el ascetismo.  A diferencia de muchas religiones, el judaísmo no ve al mundo como el enemigo del alma, algo que debe ser objeto de desprecio y de rechazo, sino como un mero recurso; algo tan neutral y maleable como arcilla en manos del alfarero.
Nosotros podemos hacer que el mundo sea o bien un recipiente que contenga la Luz Divina, o bien que arrastra al alma junto consigo.
El mundo es como una pirámide en cuyo ápice se encuentra el Cohén, quien representa la máxima Kedushá (santidad) de este mundo.   El poder del Cohén es tal que a través de sus actos físicos es capaz de ejercer influencia no solo en su propia espiritualidad sino hasta en la de los demás.
Cuando una persona traía una ofrenda al Beit ha Mikdash, en la mayoría de los casos el Cohén que ofrecía al animal comía de su carne.  A través del acto de comer del Cohén, el suplicante recibía expiación.  En otras palabras, el proceso físico del acto de comer del Cohén ejercía influencia en la espiritualidad del dueño de la ofrenda.  Cierta vez, Rabí Jaim de Volozhin envió un meshulaj (recaudador de fondos) para que juntara fondos para su Yeshivá, a cambio de un porcentaje de comisión.  Resulta que había un hombre de negocios muy rico que estaba dispuesto a hacer una donación substancial, pero no quería que el meshulaj tomara su porcentaje de comisión.  Él le mando el dinero directamente a Rabí Jaim, afirmando que quería que toda la suma fuera para beneficio de la Yeshivá.
Rabí Jaim le devolvió el dinero con una nota donde señalaba que ese era el modo no judío de dar dinero: pensando que todo debe ir únicamente al lugar de adoración, y nada para los que lo reúnen.
Por el contrario, la forma de pensar judía es que el meshulaj tambien debe beneficiarse.  Pues está escrito: "Los Cohanim comen y el suplicante recibe expiación".
(Sifra, Vayikra 10:17, Pardes Yosef)


"Ordena a los hijos de Israel... que enciendan una lámpara eterna" (Vayikrá 24:2)
Entre a cualquier sinagoga, cuando está a oscuras, y verá una pequeña lámpara que brilla por encima del Arca Sagrada.  Se llama Ner Tamid, la llama eterna.  Esa lámpara es un recordatorio de la Ner Maaravi, la lámpara occidental de la Menorá, que los cohanim encendían en el Beit ha Mikdash.
La ner maaravi ardía en forma milagrosa.  Nunca se apagaba.  A la noche, cuando el Cohén iba a prender las llamas, veía que la ner maaravi seguía prendida desde la noche anterior.  El Cohén quitaba el aceite y la mecha aun encendida, limpiaba el receptáculo, y luego volvía a colocar la mecha encendida y el aceite.  Luego encendía todas las demás lámparas con la lámpara occidental.
Pero con la llegada de los romanos, y la destrucción del Beit HaMikdash, parecía que la pequeña llama solitaria se habia extinguido para siempre.  En Roma, se encuentra el Arco del Triunfo que construyo Tito. Uno de sus bajorrelieves muestra a la Menorá, transportada por las calles de Roma como parte del botín sustraído del Beit HaMikdash. Todas sus lámparas se encuentran apagadas. Tiene el aspecto de una reliquia de arte, pronta a marchitarse bajo el polvo de los siglos en alguna bóveda del Vaticano.
Pero... ¿de veras Tito extinguió para siempre esa llama eterna?
En su comentario del Jumash, el Malbim explica que el Beit HaMikdash es un macrocosmos del cuerpo humano:
Si nos fijamos en un plano del Heijal (Santuario) del Beit HaMikdash, veremos que la distribución de las distintas vasijas -el altar, la mesa, la Menorá- corresponde a la distribución de los órganos vitales del cuerpo humano.  En otras palabras, cada una de las vasijas del Templo representa un órgano humano.  La Menorá es la vasija que corresponde al corazón.
La Menorá es el corazón judío.  ¿A qué se debe que en la actualidad tantos jóvenes elijan retornar a las creencias y las practicas que sus padres habían olvidado, y que sus abuelos habían abandonado la esperanza de volver a ver?  Es como si una fuerza mística se transmitiera en los genes espirituales de cada judío.  Una luz que arde en la Menorá del corazón judío a través de los milenios.  Una luz que jamás podrá extinguirse, una luz que brilla en forma milagrosa, inclusive sin necesidad del aceite o las mechas del cumplimiento de las Mitzvot.
Por eso, en un sentido místico, la luz que Tito intentó apagar, continúa ardiendo en la Menorá del corazón judío.  Pero inclusive en el mundo físico, la luz de la Menorá sigue ardiendo...
Para Tito sería una gran desilusión, pero la Menorá que junta polvo en algún rincón del Vaticano no es la Menorá original.  Es una copia.  La Menorá original fue oculta (junto con las otras vasijas) en las cuevas y los túneles que hay bajo el Monte del Templo, para que no fuera tomada por botín.
Ahora bien: si, cuando el Templo estaba en pie, la Lámpara Occidental ardía en forma milagrosa, sin necesidad de asistencia humana, ¿por qué no habría de seguir ardiendo incluso después de ser enterrada?
En efecto, la Lámpara Occidental continua ardiendo en forma milagrosa bajo el Monte del Templo, a través de la larga noche del exilio.  Y hasta el día de hoy sigue ardiendo.  Y seguirá ardiendo hasta que llegue el Mashíaj.  En ese momento, la luz de la Menorá del corazón judío se unirá a la luz de la Menorá del sagrado Beit HaMikdash.
(Sfat Emet)


"No profanaréis Mi Santo Nombre; sino que deberé ser santificado entre los Hijos de Israel. Yo soy Hashem Quien os santifica" (Vayikrá 22:32)
Dos judíos iban en tren al trabajo.  Uno era religioso, y el otro, por decirlo de alguna manera, menos.  "Mira" exclamó el menos religioso de los dos, pasándole el periódico a su compañero de viaje.  En la primera plana del periódico habia una foto de un judío con aspecto de "muy religioso", de larga barba negra.  Debajo de la foto, el titular anunciaba: ARRESTADO POR EVASION DE IMPUESTOS.  "¡Ja!  Mucha barba... mucha barba...", se burló el judío secular.  El otro le respondió: "El problema es que, debajo de la barba, no se habia afeitado...".
Cuando el judío se pone kipá, se transforma en embajador de Hashem.  Cada uno de sus actos es sometido al riguroso escrutinio de todos los que lo observan.  Y si comete una estafa financiera, no lo van a llamar "estafador", sino "judío estafador".  Pero si es honrado, es Hashem el que se queda con el crédito.
El Midrash cuenta de un árabe que le vendió un burro a Rabí Shimón ben Shetaj.  Poco después de la compra, Rabí Shimón descubrió una piedra preciosa oculta bajo la montura del burro.  "Yo pagué por el burro, no por la gema", dijo, y enseguida fue a devolvérsela al árabe, quien exclamó: "Bendito es Hashem, el Di-s de Shimón ben Shetaj".
(Rabí Nota Schiller)
Shabat Shalom

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