LUZBY BERNAL

viernes, 23 de agosto de 2019

Comentario sobre la Parashá Parashá Ékev



Torá desde Jerusalem



Parashá Ékev - Por consiguiente

Libro Devarim / Deuteronomio (7:12 a 11:25)


Comentario sobre la Parashá

“Y será si escuchareis...” (Devarim 7:12)
 “Y será si escuchareis estos juicios y los respetareis...  Te amará y te bendecirá y te multiplicará”.  Enseñan nuestros Sabios que esta parashá comienza con la expresión Ekev (talón) para recalcar la Torá sobre los preceptos, que a diario las personas por mucho que se tropiezan con ellos los desvalorizan, así como el talón del pie, que de tanto apoyarnos sobre él, dejamos de valorarlo. 
Así como el cuerpo humano se apoya sobre el talón, el comportamiento de la persona depende de esos pequeños hechos diarios que lo acompañan sin que sé de cuenta.  La tendencia por el contrario, es valorar y apreciar los acontecimientos que nos ocurren a distancia, así vemos hechos tan sencillos como un eclipse de Sol o de Luna, científicamente explicados y sin secretos, pero hechos continuos y diarios como el funcionamiento de un órgano del cuerpo humano, como ser el hígado, o cualquier otro, son sencillamente maravillas de la naturaleza a los que no valoramos, y por la misma razón al habernos acostumbrado a ellos, los sentimos totalmente naturales.
Sin embargo, en lo natural se encuentra el milagro, en lo que procesos complejos, a veces en secuencias de miles y hasta de cifras increíbles, son de total exactitud, y cualquiera de los pasos o de esos momentos, son vitales para su buena realización.
La emigración anual de ciertos pájaros, que llegan a realizar viajes de decenas de miles de kilómetros con una exactitud impecable, visitando los mismos lugares de reposo, sin la experiencia de años anteriores ya que toda la manada es la primera vez que lo realiza; o los salmones que suben contra la corriente del río, para su puesta de huevos a conciencia, por lo visto, que en el esfuerzo agotador terminarán su vida en lo alto del nacimiento del río, etc. etc., son en verdad procesos muy sencillos en comparación con el desarrollo de un embrión, donde de manera que parecería milagrosa y en contra de toda lógica, ocurren cambios como la diferenciación de células procedentes todas ellas de una misma.  Acaso ¿hemos conocido algo más interesante que esa maravillosa memoria que suponen las cadenas ADN, que son capaces no solo de mantener el “recuerdo” de sus progenitores, sino de dirigir el desarrollo de la evolución de una ridícula ameba hasta el funcionamiento del complejo sistema cerebral?.  ¿Acaso nuestra inteligente tecnología ha alcanzado descifrar ese grandioso milagro?
No hay duda que cuando el Rey David se expresó en los Salmos y dijo: “Qué grandes son Tus maravillas”, era conciente de sus palabras, tal vez no conocía la determinación científica y tampoco hablaba inglés, pero no quedan dudas de que sus conocimientos estaban mucho más por encima de nuestra capacidad.  Rabán Gamliel, cientos de años después que él, se expresa en el Talmud en el Tratado de Rosh Hashaná 28:2, diciendo: “Así recibí de la casa de mi padre”: No se renueva la Luna en menos de 29 días y medio, dos tercios de la hora y 73 partes, haciendo la cuenta que la hora la dividían no en minutos sino en 1080 partes por comodidad matemática, el ciclo Lunar se completa en 29,53059 días, cifra que concuerda con los cálculos de la NASA, con sus cinco cifras después de la coma.  ¿Cómo pudo Rabán Gamliel determinar con tanta exactitud no contando con telescopios espaciales ni con relojes nucleares?  No olvidemos que ese detalle fue fundamental en los cálculos de Hilel Hazaquén, cuando hace alrededor de dos mil años fijó nuestro calendario hebreo con tanta exactitud, que aún sigue vigente sin habérselo corregido, como ocurrió con los demás calendarios.  Además, considerando las muchísimas limitaciones halájicas, como que Yom Kipur nunca coincida con día viernes o domingo.  La respuesta nos la indicó el mismo Rabán Gamliel: ¡Así recibí de la casa de mi padre!. 
La transmisión de la Torá fue el secreto de nuestros Sabios.
Shabat Shalom.
Rab Shlomó Wahnón

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