Torá desde Jerusalem
Parashá Vaetjanán - Y rogué
Libro Devarim / Deuteronomio (3:23 a 7:11)
Parashá Vaetjanán - Y rogué
Libro Devarim / Deuteronomio (3:23 a 7:11)
“Y rogué al Eterno” (Devarim 3:23)
Y rogué al Eterno... Así comienza la parashá, en la que Moshé Rabenu nos enseña el potencial de la Tefilá y la importancia de la Tierra de Israel; Moshé no pidió vivir con lujos, ni derechos de inmigrante, sino solamente “Pasaré y veré la buena Tierra...”. Dijeron Nuestros Sabios: “Tres cosas pueden borrar todo dictamen: el rezo, el arrepentimiento y la bondad”.
Moshé Rabenu es seguro que se arrepintió de su equivocación cuando golpeó a la piedra para emanar agua, en lugar de hablarle como le ordenó el Todopoderoso. Así nos dictamina el Talmud: Cuando veas a un Talmid Jajam pecar en la noche, no dudes de él en la mañana, pues seguro que se arrepintió; el Talmud no duda que hasta el más justo se puede equivocar, sino que la diferencia entre el justo y los demás se basa no solamente en la cualidad del error sino que el Talmid Jajam seguro que se arrepintió. La sabiduría se encuentra en la corrección, el primer hombre que se encontraba al nivel de los ángeles erró, todos nuestros Patriarcas se equivocaron, Moshé y Aharón se equivocaron, acaso la Torá nos contó sus equivocaciones como “chisme”? Seguro que no, la Torá nos trajo esos comentarios para que aprendiéramos de ellos para corregirnos.
La Tefilá, el rezo es la expresión más elevada de la persona en su componente espiritual, en la condición en la que se puede comunicar con lo espiritual. Boca a boca hablaba Moshé con el Todopoderoso, no en sueños ni con señales, sino directamente. El Talmud nos comenta como el Tana, cuando se acercaba a un enfermo afirmaba si viviría o no, a lo que le preguntaron sus alumnos si acaso gozaba de profecía, a lo que respondió diciendo: “No soy ni profeta ni hijo de profeta, sino que siempre que pido por un enfermo y la petición se desarrolla con facilidad sé que es deseada y cuando se me dificulta el rezo sé que es rechazada.
El rezo eleva a la persona al nivel del profeta, así como la profecía exige una preparación y entrega, la tefilá no se puede considerar sino con su factor fundamental: la “kabaná” (intención). Dijeron nuestros Sabios: “Tefilá belá Kabaná ke Guf beló Neshamá”. (Un rezo sin intención es como un cuerpo sin espíritu).
Diez niveles de espiritualidad bajó el Todopoderoso al mundo: el mundo, Eretz Israel, Jerusalem, dentro de las murallas de Jerusalem, la explanada del Templo, la Azará, Azarat Israel, Azarat Leviim, Azarat Cohanim, HaKodesh y el Kodesh Hakodashim. Hasta lo más material, la tierra, tiene niveles espirituales, cuánto más el ser humano que fue agraciado con el don del habla, como nos explica Ónkelos respecto del párrafo de la Torá en Bereshit: “E hizo el Todopoderoso a la persona del polvo de la tierra y le sopló el espíritu de la vida y fue la persona un ser viviente”, ser viviente-espíritu hablador. El hombre es el único ser con la capacidad de hablar, de darle a sus palabras un sentido, pero también los animales se comunican, intercambian mensajes, pero no tienen intenciones en sus palabras.
La Tierra de Israel no fue deseada por Moshé por su tamaño o por su belleza, sino por su espíritu. Una Tierra que todos nuestros Sabios soñaron besar su polvo, andar en sus caminos, cumplir sus preceptos. El Rey David, cuando tuvo que salir de la Tierra de Israel escapándose de su hijo Absalom, se consideró como un idólatra.
Una casi inacabable lista de grandes Sabios de todas las épocas, abandonaron todo lo que tenían, la familia, la comunidad, la tranquilidad y el bienestar por poder, aunque fuese en sus últimos dias, vivir en la Tierra de Israel.
Por cuatro causas se puede salir de Eretz Israel, y así lo dictamina el Shulján Aruj:
Para su manutención (si no encuentra como sustentarse, como ocurrió con muchos de nuestros Sabios que tuvieron que abandonar Israel por los peligros inminentes de hambre y enfermedades).
Para estudiar Torá (si no encuentra cómo hacerlo en Israel).
Para salir al encuentro de quien le debe el respeto.
¡Qué demostración de aprecio y amor a esta Tierra de quienes la aman!, como lo dictamina la Halajá, que no la abandonan sino en casos extremos de peligro de vida o momentáneamente por una importante obligación.
Que sionismo tan puro el de los que viven en esta tierra, no como refugio de los peligros, ni para sentirse como todos los pueblos, ni para desarrollar un sentido de supremacía, sino por que esta es la Tierra que el Todopoderoso eligió para que nuestro pueblo viviera en ella.
Shabat Shalom.
Rab Shlomó Wahnón
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