frV.B. Anglada ~ El Problema de la Separatividad.
Podríamos
simbolizarlo de la siguiente manera. Una inmensa vasija de vidrio
arrojada al suelo se descompone en una cantidad infinita de fragmentos.
Cada uno de tales fragmentos ha adoptado una forma particular y debido a
ella se siente solitario, carente de plenitud y separado... Ahora bien,
en virtud de ciertas leyes universales de unidad espiritual, cada uno
de tales fragmentos posee una memoria vaga y lejana aunque permanente de
la totalidad de la vasija de la cual formaba parte. Si le asignamos el
nombre de Dios a la inmensa vasija fragmentada y el de ser humano a cada
uno de los fragmentos, tendremos una idea simbólica y aproximada del
complejo psicológico del hombre, sea cual sea su raza, sus creencias o
su condición social. La capacidad agmento de reconstruirse dentro de la totalidad de la vasija dentro de
la cual se hallaba contenido, toma el nombre místico de Sendero y el
Sendero, abarcando la totalidad de lo creado, ha sido designado
genéricamente como Ley de la Evolución.
Así, tal como es
evidente, el ser humano es un ser solitario, aún cuando se halle inmerso
en el seno de una numerosa comunidad social. Todos sus esfuerzos, a
veces equivocados, tienden inexorablemente hacia la Divinidad de la Cual
todos los hombres sin excepción son unos humildes aunque preciosos
fragmentos. Otra de las razones lógicas del símbolo que estamos
considerando es la de que todo ser humano, por insignificante y humilde
que parezca, resulta imprescindible para que al final de cierto ciclo de
Vida, la Totalidad de Dios pueda reflejarse en la vida humana
realizando el Arquetipo de perfección del Cuarto Reino, el Centro de la
evolución planetaria.
El problema infinito de la soledad humana,
de la cual hablaremos extensamente en este libro, sólo podrá ser
resuelto teniendo en cuenta la relación inquebrantable que existe entre
la Realidad, Dios, y la cantidad increíble de fragmentos que constituyen
las distintas humanidades del Sistema. Tales relaciones, una vez el ser
humano ha llegado a cierto grado de integración espiritual, deben ser
conscientes y reflejar en toda su pureza la majestad de la Fuente de la
Vida de la cual procede. Se trata de unas relaciones directas y sin
intermediarios, estos intermediarios que interponen a veces su autoridad
entre el hombre y Su Creador, configurando los ideales, las creencias,
las religiones y todos los sistemas de entrenamiento espiritual basados
en las antiguas tradiciones o en conceptos dogmáticos acerca de la
Verdad... Hablamos muy específicamente del hombre que por haber llegado a
cierto definido grado de integración espiritual, se ha hecho asequible a
las profundas motivaciones divinas que surgen de lo más hondo de su
ser. En los demás casos debería ser discutida abiertamente y con toda
sinceridad cual es el mejor de los sistemas de entrenamiento
intelectual, moral o religioso que corresponde a cada uno de los seres
humanos.
Aceptando como válida y aún necesaria la presencia de
"intermediarios" entre el hombre y Dios, cabría preguntarse entonces si
tales intermediarios cumplen con los adecuados requisitos de convencerle
de la verdad de Dios, pero sin atarle a concepto alguno de carácter
separativo e inhumano, tal como la imposición de ciertos dogmas o de
ideales cerrados, mezquinos o faltos de grandeza espiritual. Pues, tal
como evidencian los hechos y tal como puede ser comprobado a través de
las luchas religiosas de todos los tiempos, cada religión, ideal,
creencia o sistema de contacto divino, recaba para sí el privilegio de
la Verdad divina aislándose así, por grande que sea el número de sus
fieles y creyentes, de la comunidad social planetaria de la que forma
parte y alejándose progresivamente de las inmaculadas Fuentes de la Vida
espiritual.
Bien, todas estas cosas son sabidas por el
inteligente observador de los hechos históricos que se han producido en
el mundo a través del tiempo, pero es necesario advertir que aún los
llamados "esoteristas" están pecando sutilmente del mismo mal y
constituyen, sin saberlo, comunidades aparte, solitarias o aisladas,
dentro del ambiente social en que viven inmersos. El asunto en sí es muy
delicado y toda persona inteligente debería tratar de comprenderlo en
extensión y profundidad, es decir, en forma total y completa.
No
cabe evidentemente en el desarrollo de la acción social correcta,
pretensiones tales como esta: "... somos depositarios únicos de la
Verdad tal como puede comprobarse por el estudio y significación de
nuestros libros sagrados". Pero, en definitiva, ¿qué es un libro
sagrado? Quizás sea el fruto de una revelación espiritual recibida hace
muchos miles de años, pero cuyas motivaciones más íntimas pertenecen
todavía a aquellas lejanas edades debido a que el ser humano, por docto e
inteligente que sea, ha perdido su íntima y maravillosa capacidad de
síntesis o de intuición y sólo parafrasea verdades intelectuales, la
cáscara de significados eternos que jamás llegaron a ser adecuadamente
interpretados.
Repito... ¿Qué importancia tienen para el ser
humano inteligente las interpretaciones más o menos ingeniosas de los
especialistas religiosos? Una verdad es aparente y así es aceptada por
el verdadero investigador espiritual. De ahí que si el individuo
descubre la Verdad en su interior, deja automáticamente de prestar
atención a los libros sagrados y a las palabras de aquellos que se dicen
sus intérpretes. Hay que aceptar lógicamente pues que no hay verdaderos
poseedores de la Verdad ni hombres realmente santos que pierdan el
tiempo en descifrar el lenguaje a menudo simbólico de las Escrituras.
Ellos se han convertido en la propia Escritura y en el Verbo de la
Revelación. Su misión es reflejar la luz recibida de la manera más
conveniente y asequible a las gentes, demostrando una radiación
espiritual y una sabiduría viviente que había perdido su fragancia al
pasar por las interpretaciones dogmáticas de los textos contenidos en
los libros sagrados en cualquier religión organizada del mundo. Hay que
aceptar noble y sinceramente que quien posea la Verdad la expondrá
naturalmente y sin reservas en cada una de sus vivencias cotidianas y
que sólo aquel que no la posea deberá refugiarse constantemente en los
textos de las Escrituras con el peligro que supone el interpretarlos
inadecuadamente.
Capítulo 2 - El Problema de la Separatividad
Introducción al Agni Yoga - Por Vicente Beltrán Anglada
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