Torá desde Jerusalem
Parashá Metzorá - Leproso
Libro Vayikrá / Levítico (14:1 a 15:33)
Parashá Metzorá - Leproso
Libro Vayikrá / Levítico (14:1 a 15:33)
“Sencillos sean para con el Creador”
La Haftará que acompaña la parashá de esta semana, nos comenta el relato sobre unos leprosos que desesperados por su situación y por el contexto de todo el Pueblo que se encontraba en la miseria, fruto de una extremada sequía, decidieron entregarse al campamento de Aram, cercano a la ciudad de Shomrom, y si los aceptaban se salvarían y, si no, su fin no podía ser más que el hambre.
El profeta nos cuenta cómo estos moribundos abandonados por su condición de leprosos, cuando descubren el milagro de encontrarse con un campamento abandonado por sus componentes y habiendo dejado en él todo, comida, vestidos, armas, recapacitan y consideran incorrecto no avisar al pueblo para que participe en el botín tan milagroso. No los domina ni la avaricia, ni el rencor. No olvidemos que estamos hablando de unos desesperados hambrientos, y que el aviso al pueblo, el que no se encuentra en mejor situación, puede dejarlos vacíos sin el botín que ahora tienen en su mano.
¡Qué grandeza la de esos hombres!. No se pueden comparar con los filántropos que no saben qué hacer con sus riquezas. Estamos hablando de personas que llegaron a un momento de desesperación, en que la vida o la muerte le eran igual, y de `pronto como en un juego de lotería se encuentran con todo lo que no habían podido ni soñar.
Nuestros sabios definieron a los ratones “Rashiá bar rashiá”, (malvados hijos de malvados), pues cuando el ratón descubre un botín, primero come él y después de hartarse avisa a los demás. El hecho de comer de lo que no les pertenece es propio de la naturaleza de los animales, en eso no hay critica, sino en el hecho de avisar a los demás cuando él ya no necesita.
El Pueblo de Israel se encontraba en su más bajo nivel. Recordemos que estamos hablando de la época del profeta Elishá, donde tanto la dirección, a manos del rey de Israel como la gran mayoría del pueblo, se encontraban apartados del camino de la Torá y la idolatría reinaba por todas partes, pero como dijeron nuestros Sabios, que el pueblo de Israel fue comparado con la granada pues aún marchito, se encuentra lleno de frutos.
Continúa la Haftará comentando como tras haber tomado ciertas medidas de precaución y cerciorarse que el abandono del campamento no fuese una trampa, el pueblo sale a la búsqueda del botín y vuelve lleno de víveres; en tal cuantía, que se cumplirían las palabras del profeta Elishá quien un día antes había advertido al rey: Escuchen la voz del Todopoderoso. Mañana a esta hora será el precio de una seá (13 litros) de sémola por 1 shekel, y 2 seá de cebada por 1 shekel, en las puertas de Shomrom, y a ello respondió el intendente del rey: Al profeta, aunque abra los cielos ¿podrá ocurrir algo semejante? A lo que le respondió el profeta: Lo verás con tus ojos pero no podrás comer del mismo. Así nos comenta la Biblia cómo al día siguiente, tras el botín del pueblo del campamento de Aram: “Y el rey nombró a su intendente a las puertas de la ciudad y lo atropelló el pueblo y murió como habló el profeta delante del rey”.
Un pueblo que tuvo un profeta como Elishá, que revivió al hijo de Shunamit, que le aseguró al rey de Israel dentro de la desesperación y castigo a través de siete años de sequía, donde comparan entregarse al enemigo o morir de hambre, ese profeta que advierte que al día siguiente a esa determinada hora, el trigo y la cebada estarían al alcance de todos, y el pueblo no reconoce el camino de Hashem nos obliga a seguir.
Ya dijo el Talmud que desde la destrucción del segundo Templo no se dio la profecía sino en los pocos inteligentes. El mundo vive una realidad cambiante e innovadora que hace despertar en las personas el deseo por el conocimiento, llegando a anhelar no solamente lo que está a su alcance sino lo que lógicamente está por encima de sus posibilidades. Es por eso que se desarrollan en todos los campos las fuentes de información populares, como las revistas seudos científicas, y toda la gama de ciencia ficción que desarrolló el interés por el futuro, producto de ello es la carrera por los estudios superiores de quienes tienen bachillerato o el estudio de Kabalá por parte de aquellos que ni siquiera saben el Shemá Israel.
“Tamim Tihyé Im Hashem Elokeija”, “Sencillos sean para con el Creador”, no queramos saber lo que no está a nuestro alcance de entender; no existen tabúes ni misterios, hace falta solamente nivel de conocimientos, no se puede ser ingeniero si no se estudian matemáticas.
La Torá es para todos y por todos, desde el momento en que el niño empieza a hablar estamos todos obligados a estudiarla, pero no olvidemos que existe un orden, no pretendamos construir el edificio por el techo, lógicamente que no tendrá apoyo y caerá, pero si empezamos por los cimientos: “Torá Ziva lanu Moshé Morashá Kehilat Yaacob”, “La leyes nos la obligó Moshé, la herencia la recibimos de la Comunidad de Yaacob”.
La Torá es una esencia de vida de la que no se puede separar su realidad, de hecho de su inteligencia, por lo que no hay lugar al intelecto sin los hechos, ni hay lugar a los sentimientos sin los compromisos.
Tres mil años de historia nos han demostrado el camino a llevar, todos los intentos modernistas, intelectuales no son en absolutos nuevos, ya los adelantaron muchísimos grupos anteriores de los que no nos quedó sino un vago recuerdo histórico, en alguno de los casos la gran mayoría ni el recuerdo dejó.
Shabat Shalom.
Rab Shlomó Wahnón
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