Torá desde Jerusalem
Parashá Metzorá - Leproso
Libro Vayikrá / Levítico (14:1 a 15:33)
Parashá Metzorá - Leproso
Libro Vayikrá / Levítico (14:1 a 15:33)
“Esta es la ley del Metzorá...” (Vayikrá 14:1)
“Esta es la ley del Metzorá (infección especial parecida a la lepra)… y saldrá el cohén fuera del campamento… y tomará para el que se purifica dos pájaros vivos y puros, un palo de madera de cedro, lana pintada de carmesí y una mata de hisopo”, a lo que comenta Rabí Shlomó Ben Ishakí (Rashi): debido a que estas infecciones llegan a la persona por su mal hablar (Lashón Hará), que proviene del susurro de palabras, y por ello le exigieron traer dos pájaros que susurran continuamente.
El Metzorá es obligado a abandonar el campamento hasta su purificación. Debe de separarse de la comunidad por el daño tan grande que hizo “su mal hablar”
Rabí Israel Meír Hacohén autor del Mishná Berurá en su libro Jafetz Jayim (Quien desea vivir), en su introducción comienza con el párrafo de Salmos (34:13, 14, 15): “¿Quién es el hombre que desea la vida, que quiere muchos días en que vea el bien? Cuida tu lengua del mal hablar y tus labios de la mentira. Apártate de la maldad y haz el bien, busca la paz y persíguela”.
La vida se encuentra en la lengua, como dijeron nuestros Sabios: “La vida y la muerte en manos de la lengua”, o como dijo Rabí Shimón Ben Gamliel en Pirké Avot: “Toda mi vida me crié entre los Sabios y no vi mejor para el cuerpo que el silencio”. Muchos consejos al respecto nos transmitieron a lo largo de las generaciones sobre el cuidado que debe tener la persona en el uso del potencial Nefesh Jaiá (alma viva) que lo define el Targum Onkelos: “Ruaj Hamelalá” (espíritu que habla) y Rashi comenta: Que aunque también los animales fueron denominados “espíritus vivos”, el hombre fue denominado por excelencia, pues se le concedió entendimiento y habla. Los animales tienen la capacidad de expresarse y de comunicarse, pero les falta la capacidad de entender lo que hablan, de comprender la profundidad del contenido, de las intenciones.
“Bendito sea el Todopoderoso… que nos dio la Torá para que podamos cumplir Sus preceptos, y toda Su intención para beneficiarnos…” como nos advirtió Moshé Rabenu antes de despedirse del pueblo (Deuteronomio 12:13): “Qué es lo que os exige el Todopoderoso… cuidar las leyes y los preceptos que os encomiendo hoy para vuestro bien”.
Entre las limitaciones que nuestros Sabios dictaminaron con relación al mal hablar dijeron: Tres pecan en el mal hablar: el que habla, quien escucha y del que hablan. A lo que nos preguntaremos ¿qué culpa tiene la persona de la que hablan para considerarla cómplice en este pecado? La respuesta se encuentra en el fondo de la persona y su responsabilidad con el prójimo. La persona es un ser simpático como dijo el Rey Shlomó en los Proverbios (27:19): “Como en el agua se refleja el rostro, así el corazón del hombre con el prójimo”, así como es muy difícil sonreír delante del que llora, es difícil criticar al que nos hace el bien.
El hacer el bien nos es algo elegible, sino es una obligación en nuestra responsabilidad con el prójimo. El hacer bien al prójimo es nuestro propio beneficio, ya que todos nos encontramos en el mismo barco, como cuando un pasajero hace un agujero en su camarote no está peligrando su cuarto, sino todo el navío, todos nosotros.
El defecto humano se encuentra en la extrañeza que sentimos, con respecto al prójimo. Así, es difícil encontrar quien critique a su mejor amigo y menos a su hijo y mucho menos así mismo. La critica no constructiva viene solamente por las malas condiciones humanas, como la envidia, el odio, la codicia, etc.
Shabat Shalom.
Rab Shlomó Wahnón
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