Las Creencias Controlan
la Biología.
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Este es un capítulo que considero de la mayor importancia porque, al fin, puedo aseverar que lo que voy a describir está basado en la ciencia. Por fortuna, la claridad nos visita cuando menos lo esperamos y, si nos abrimos a estar en una frecuencia positiva, llena de energía, entonces seremos los felices receptores de una información vital.
Para mí, la claridad llegó un buen día en el que tuve acceso a un video que contenía la más intensa plática que hubiera yo escuchado antes. El conferencista en cuestión era el Dr. Bruce Lipton, biólogo molecular, quien explicó su teoría de la Biología de la Creencia (The Biology of Belief).
Al cabo de una hora me di cuenta que estaba sentada a la orilla de mi asiento, tensa del cuello, porque no me había movido un milímetro durante aquella sorprendente exposición. El entusiasmo del Dr. Lipton nos tuvo a todos (al público al que se estaba dirigiendo, y a mí) suspendidos, extasiados con su voz y sus descripciones. Conocí en ese momento sus experiencias al estudiar las células.
Su descubrimiento -exactamente como lo menciono antes, que es el momento en el que recibimos la visita de una musa hecha de luz- tuvo lugar durante un curso que impartía a estudiantes de medicina, a quienes quería dar lo mejor de sí para que pudieran pasar un importante examen. Su dedicada observación lo llevó a percibir con exactitud lo que representa la mente de la célula.
La mente de la célula se encuentra en la membrana, puesto que desde ahí capta toda la información proveniente del exterior, para luego trasmitirla al interior en donde la mitocondria y las organelas van a hacer su trabajo. En la mitocondria, que es la parte destinada a efectuar la reproducción, se tiene acceso al ADN, y es ahí en donde ocurren los cambios… o no… todo depende de nuestra voluntad para modificar la pesadumbre por la alegría, el desconsuelo que nos debilita, por la salud.
Después de mostrar su teoría a la familia de científicos, médicos e investigadores, el Dr. Lipton inició una larga serie de conferencias por todo Estados Unidos y en el extranjero, y éstas siguen siendo un capítulo importante en su carrera. Hubo un fuerte estremecimiento en los cimientos de la medicina alópata cuando se conoció el descubrimiento de este dedicado biólogo. Cada día hay más y más médicos que están aceptando esta premisa. Se trata de integrar en nuestra mente que nuestras células, al recibir señales del exterior, actúan en concordancia. El Dr. Lipton utiliza dos vocablos para describir cómo estas señales son percibidas por las células: señales de crecimiento y señales de protección. Si reciben señales de crecimiento, es decir, información que nos mantiene en la confianza, en la alegría, en la intención amorosa y en la calma, entonces gozamos de buena salud. Si, por el contrario, las células reciben señales de protección, o sea, mensajes basados en el miedo, como podría ser: “la gente no me quiere, ese es mi sino, debo conformarme”, o “de seguro no me van a hablar para darme el empleo, siempre tengo mala suerte” o “muchos de mis familiares sufren del riñón, más vale que me prepare porque no tardo en desarrollar una enfermedad renal”, esta condición emocional, obsesiva, nos mantendrá en el agobio y debilitará nuestro organismo. ¿Qué sucede entonces? Nuestro sistema inmune se verá afectado.
Considero de tal importancia los estudios del Dr. Lipton que me parece vital dar una descripción de sus palabras.
Dice el Dr. Lipton que debajo de nuestra piel existe una activa población formada por cincuenta trillones de células, y cada una es equivalente biológica y funcionalmente a un humano en miniatura. Ahora bien, el comportamiento de esta población celular es algo que los programa, y la programación afecta sus genes. Esto se conoce ahora como determinismo genético.
Desde el descubrimiento del código genético (Watson y Crick) se ha creído que el ADN controla lo que hemos heredado a través de la sangre familiar y que esta ‘realidad’ establece rasgos disfuncionales como el cáncer, el Alzheimer, la diabetes y la depresión, entre otras enfermedades. Nos hemos visto como víctimas de esta herencia y por ello nos percibimos como seres desprovistos de poder en relación al desarrollo de nuestra propia vida. Pero, el ADN ha archivado, igualmente, lo que hemos heredado en sangre como: el color de nuestros ojos, la forma de nuestra nariz, o la habilidad para tocar el piano, para las matemáticas, para los negocios. Nuestros genes transportan estos dos tipos de información: la predisposición para las enfermedades y la habilidad para manifestar virtudes.
Pero, ¿qué significa el código genético o lo que heredamos en sangre al momento de nuestra formación como feto? Tenemos un óvulo y un espermatozoide que logra penetrar el óvulo. Cada uno de ellos contiene información genética, sistemas de creencias limitantes o positivas y un sinfín de datos pertinentes a los ancestros de la madre (óvulo) y del padre (espermatozoide). Eso es lo que tú y yo fuimos en el principio, el resultado de la unión de nuestros padres. En ese momento no éramos nada, tan solo un huevo que se dividía y que crecía en forma sorprendente. En consecuencia, no teníamos conciencia propia. Al paso de los meses de gestación, el feto va adquiriendo forma y su cerebro empieza a percibir las señales a través de la placenta. Las emociones de la madre afectan a la creatura. Las vibraciones del exterior provocan reacciones en ese feto. A los nueve meses nace el bebé. Ese ser singular viene provisto de una información que se ha impregnado en sus células y ha estructurado su ADN.
Siguen años de educación por parte de los padres (y en menor o mayor importancia por parte de los abuelos y otros familiares). Después se instala toda la influencia de los años de escolaridad. En ese tiempo, el pequeño de nuestra historia percibe y aprende todo lo que ve, lo que escucha por parte de maestros y compañeros. También esto va alimentando su sistema de creencias. Más tarde, cuando ya tiene un empleo, su sistema de creencias puede extenderse si las señales que recibe le son cómodas o lógicas.
Esto ha sido perfecto para ciertos individuos quienes asumen una total irresponsabilidad personal cuando hay problemas y es evidente que no tienen la capacidad para cambiar nada. Al surgir un problema se excusan: “si no puedo hacer nada al respecto, ¿para qué preocuparme?” Y toman su “destino o suerte” como algo inamovible. Podríamos decir que la comodidad a la que me refiero tiene que ver con una carencia de información, ser ignorantes en cuanto a los avances de la ciencia y a una evolución de conciencia. Me atrevo a aseverar que tanto la presencia de una cultura amplia (a base de lectura constante) como una apertura de conciencia y un “estar” en la espiritualidad, tiene la fuerza necesaria para hacernos mejores individuos, y eso nos sitúa en una salud envidiable.
Este es un capítulo que considero de la mayor importancia porque, al fin, puedo aseverar que lo que voy a describir está basado en la ciencia. Por fortuna, la claridad nos visita cuando menos lo esperamos y, si nos abrimos a estar en una frecuencia positiva, llena de energía, entonces seremos los felices receptores de una información vital.
Para mí, la claridad llegó un buen día en el que tuve acceso a un video que contenía la más intensa plática que hubiera yo escuchado antes. El conferencista en cuestión era el Dr. Bruce Lipton, biólogo molecular, quien explicó su teoría de la Biología de la Creencia (The Biology of Belief).
Al cabo de una hora me di cuenta que estaba sentada a la orilla de mi asiento, tensa del cuello, porque no me había movido un milímetro durante aquella sorprendente exposición. El entusiasmo del Dr. Lipton nos tuvo a todos (al público al que se estaba dirigiendo, y a mí) suspendidos, extasiados con su voz y sus descripciones. Conocí en ese momento sus experiencias al estudiar las células.
Su descubrimiento -exactamente como lo menciono antes, que es el momento en el que recibimos la visita de una musa hecha de luz- tuvo lugar durante un curso que impartía a estudiantes de medicina, a quienes quería dar lo mejor de sí para que pudieran pasar un importante examen. Su dedicada observación lo llevó a percibir con exactitud lo que representa la mente de la célula.
La mente de la célula se encuentra en la membrana, puesto que desde ahí capta toda la información proveniente del exterior, para luego trasmitirla al interior en donde la mitocondria y las organelas van a hacer su trabajo. En la mitocondria, que es la parte destinada a efectuar la reproducción, se tiene acceso al ADN, y es ahí en donde ocurren los cambios… o no… todo depende de nuestra voluntad para modificar la pesadumbre por la alegría, el desconsuelo que nos debilita, por la salud.
Después de mostrar su teoría a la familia de científicos, médicos e investigadores, el Dr. Lipton inició una larga serie de conferencias por todo Estados Unidos y en el extranjero, y éstas siguen siendo un capítulo importante en su carrera. Hubo un fuerte estremecimiento en los cimientos de la medicina alópata cuando se conoció el descubrimiento de este dedicado biólogo. Cada día hay más y más médicos que están aceptando esta premisa. Se trata de integrar en nuestra mente que nuestras células, al recibir señales del exterior, actúan en concordancia. El Dr. Lipton utiliza dos vocablos para describir cómo estas señales son percibidas por las células: señales de crecimiento y señales de protección. Si reciben señales de crecimiento, es decir, información que nos mantiene en la confianza, en la alegría, en la intención amorosa y en la calma, entonces gozamos de buena salud. Si, por el contrario, las células reciben señales de protección, o sea, mensajes basados en el miedo, como podría ser: “la gente no me quiere, ese es mi sino, debo conformarme”, o “de seguro no me van a hablar para darme el empleo, siempre tengo mala suerte” o “muchos de mis familiares sufren del riñón, más vale que me prepare porque no tardo en desarrollar una enfermedad renal”, esta condición emocional, obsesiva, nos mantendrá en el agobio y debilitará nuestro organismo. ¿Qué sucede entonces? Nuestro sistema inmune se verá afectado.
Considero de tal importancia los estudios del Dr. Lipton que me parece vital dar una descripción de sus palabras.
Dice el Dr. Lipton que debajo de nuestra piel existe una activa población formada por cincuenta trillones de células, y cada una es equivalente biológica y funcionalmente a un humano en miniatura. Ahora bien, el comportamiento de esta población celular es algo que los programa, y la programación afecta sus genes. Esto se conoce ahora como determinismo genético.
Desde el descubrimiento del código genético (Watson y Crick) se ha creído que el ADN controla lo que hemos heredado a través de la sangre familiar y que esta ‘realidad’ establece rasgos disfuncionales como el cáncer, el Alzheimer, la diabetes y la depresión, entre otras enfermedades. Nos hemos visto como víctimas de esta herencia y por ello nos percibimos como seres desprovistos de poder en relación al desarrollo de nuestra propia vida. Pero, el ADN ha archivado, igualmente, lo que hemos heredado en sangre como: el color de nuestros ojos, la forma de nuestra nariz, o la habilidad para tocar el piano, para las matemáticas, para los negocios. Nuestros genes transportan estos dos tipos de información: la predisposición para las enfermedades y la habilidad para manifestar virtudes.
Pero, ¿qué significa el código genético o lo que heredamos en sangre al momento de nuestra formación como feto? Tenemos un óvulo y un espermatozoide que logra penetrar el óvulo. Cada uno de ellos contiene información genética, sistemas de creencias limitantes o positivas y un sinfín de datos pertinentes a los ancestros de la madre (óvulo) y del padre (espermatozoide). Eso es lo que tú y yo fuimos en el principio, el resultado de la unión de nuestros padres. En ese momento no éramos nada, tan solo un huevo que se dividía y que crecía en forma sorprendente. En consecuencia, no teníamos conciencia propia. Al paso de los meses de gestación, el feto va adquiriendo forma y su cerebro empieza a percibir las señales a través de la placenta. Las emociones de la madre afectan a la creatura. Las vibraciones del exterior provocan reacciones en ese feto. A los nueve meses nace el bebé. Ese ser singular viene provisto de una información que se ha impregnado en sus células y ha estructurado su ADN.
Siguen años de educación por parte de los padres (y en menor o mayor importancia por parte de los abuelos y otros familiares). Después se instala toda la influencia de los años de escolaridad. En ese tiempo, el pequeño de nuestra historia percibe y aprende todo lo que ve, lo que escucha por parte de maestros y compañeros. También esto va alimentando su sistema de creencias. Más tarde, cuando ya tiene un empleo, su sistema de creencias puede extenderse si las señales que recibe le son cómodas o lógicas.
Esto ha sido perfecto para ciertos individuos quienes asumen una total irresponsabilidad personal cuando hay problemas y es evidente que no tienen la capacidad para cambiar nada. Al surgir un problema se excusan: “si no puedo hacer nada al respecto, ¿para qué preocuparme?” Y toman su “destino o suerte” como algo inamovible. Podríamos decir que la comodidad a la que me refiero tiene que ver con una carencia de información, ser ignorantes en cuanto a los avances de la ciencia y a una evolución de conciencia. Me atrevo a aseverar que tanto la presencia de una cultura amplia (a base de lectura constante) como una apertura de conciencia y un “estar” en la espiritualidad, tiene la fuerza necesaria para hacernos mejores individuos, y eso nos sitúa en una salud envidiable.
Extracto del Ensayo de Martha Sánchez Llambí
Ciudad de México
Abril 2009
Registro Público del Derecho de Autor
Núm.032009 – 060510551700-01
http://lucesdevirgo.blogspot.com/2011/02/la-preocupacion-un-desperdicio-de-vida.html
TRABAJADORES DE LA LUZ
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