Distinguido Presidente:
La providencia Divina, actuando a través del pueblo norteamericano, lo ha colocado a usted en la posición más exaltada del mundo: Presidente de los Estados Unidos. Usted se para al frente de la nación más poderosa del mundo, cuya fortaleza no sólo se mide por su poder político, económico y militar, sino también por su poder espiritual como la nación que porta la bandera de la libertad.
En el puerto este de entrada a los Estados Unidos se erige la Estatua de la Libertad, que simboliza para todos los que atraviesan sus puertas la tarjeta de presentación nacional, el anhelo de la libertad para toda la humanidad.
En las crónicas de la historia, las brillantes personalidades de George Washington, Abraham Lincoln y el visionario Martin Luther King Jr. se destacan. El carácter de ellos y la lucha por la independencia, libertad e igualdad, iluminan el camino para que vuestros pies forjen otro eslabón en esta ilustre cadena.
Mi querido Presidente, han sido 28 años (casi 10.000 días) que Jonathan Pollard ha estado encarcelado en una prisión norteamericana. Fue sentenciado por una ofensa seria, pasar información clasificada a un país extranjero, aunque fue una nación amiga, el Estado de Israel.
Quienes fueron responsables por este asunto han admitido su culpa y expresado un honesto y profundo arrepentimiento por esta seria violación, incluso si fue hecha con la intención de proteger la seguridad de Israel.
A pesar de su confesión y remordimiento, Jonathan continúa en prisión por un período de tiempo que no tiene paralelo por su dureza – y para el cual no ha habido precedente en la historia de los Estados Unidos. En adición al hecho de que el hombre está sirviendo una sentencia desproporcionadamente severa, se sabe que su salud está deteriorándose y su expectativa de vida disminuyendo.
En el libro de Samuel 1 en la Biblia, Capítulo 14, el Pueblo de Israel clama: "¿Debe morir Jonathan?". Este clamor, que se refiere a Jonathan, el hijo del Rey Saúl, emana de las profundidades de mi propio corazón con respecto a Jonathan Pollard, quien debería ameritar dejar la prisión con vida, y quizás incluso ser bendecido con el derecho más básico que se le ha negado hasta ahora: la paternidad.
Distinguido Presidente, después de los pedidos del Presidente de nuestro país, Shimon Peres, de nuestro Primer Ministro Binyamin Netaniahu y de miles de israelíes – al igual que los pedidos de excelsos líderes americanos como los secretarios de estado Henry Kissinger y George Shultz – yo también sumo mi voz a la voz de los muchos que están pidiendo que usted escuche y responda positivamente para conmutar la sentencia de Jonathan Pollard, quien sólo quiere vivir lo que le queda de vida con su esposa Ester en el Estado de Israel, que le ha otorgado la ciudadanía.
Que su correcto accionar, Sr. Presidente, quede gravado en los corazones de los buscadores de libertad de todo el mundo, como un gesto digno de ser incluido en las crónicas de la humanidad.
Con bendición,
Rabino Israel Meir Lau
Rabino Israel Meir Lau
Esta carta apareció originalmente en el Jerusalem Post.
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