Torá desde Jerusalem
Parashá Tzav - OrdenaLibro Vayikrá / Levítico (6:1 a 8:36)
Parashá Tzav - OrdenaLibro Vayikrá / Levítico (6:1 a 8:36)
Ordena a Aharón y a sus hijos... (Vayikrá 6:1)
“Ordena a Aharón y a sus hijos diciéndoles: Esta es la ley…”. Tres niveles en las obligaciones de la Torá: Jok, Torá y Mishpat, tres niveles en el entendimiento humano de los mismos; hay quienes su inteligencia humana puede alcanzar a entenderlas y hay quienes solamente, para los niveles espirituales más elevados como la Profecía, y a un nivel menor el Ruaj Hakodesh permiten entender el mensaje de la Torá.
Hashem se fijó en la Torá y creó el Mundo, pues así nos comenta el Talmud la relación entre la Creación y la Torá, en la que la última no es una recopilación de normas necesaria para el buen comportamiento del mundo, sino mucho más: es la razón de la misma.
El Mundo fue creado para poder realizar la Torá. El Talmud en el Tratado de Shabat nos comenta cómo, cuando el Todopoderoso se disponía a entregar la Torá a Moshé en el Monte de Sinai, se extrañaron los ángeles frente a Hashem sobre cómo iba a ser entregada la Torá, esa maravilla espiritual al humano, ser limitado por sus intereses y placeres, a lo que el Creador le pidió a Moshé le respondiera. Moshé les dijo a los Ángeles: ¿Acaso qué interés tienen ustedes en la Torá?, ¿acaso ustedes tienen padres para que se les obligue su respeto?, ¿acaso tienen deseos para que se les prohíba el robo, la envidia, el adulterio etc.?
¡La Torá para que la exijan! Los ángeles nunca se podrán convertir en seres humanos, no podrán tener ninguna de las facultades que ellos tienen, no podrán tener elección ni libre albedrío, sin embargo, el humano puede llegar al nivel de los ángeles, dominando y controlando sus debilidades. Moshé estuvo cuarenta días y cuarenta noches en el Monte de Sinai donde no comió ni bebió, donde estuvo disfrutando del Ziv de la Divinidad.
Moshé no fue diferente a nosotros. Hijo de Amram y Yojévet, se crió en casa del Faraón, se casó con la hija de un sacerdote de Midián, pastoreó el rebaño de su suegro, profesión criticada por nuestros Sabios ya que pone en prueba a la persona por su interés por facilitar su trabajo y permitir al rebaño comer en terrenos ajenos y, asimismo que todos los indicios eran negativos a su desarrollo espiritual, la lucha por la verdad, el apego a la justicia, la preocupación por sus allegados, la curiosidad por el conocimiento, llevaron a Moshé a la cima de la Creación, a ser un humano con condiciones de ángel, ser no solamente quien trajera la Torá, sino que se llamara a su nombre como está escrito: “Cuiden la Torá de Moshé mi siervo”.
Los sacrificios son la expresión más espiritual relacionada con lo material. La vida de un animal se convierte en humo, pero la vida no desaparece sino que se transforma. La vida es un eslabón en esa cadena que comenzó con el primer hombre y del que todos descendemos; de ahí nuestra obligación con todos los humanos de la Tierra, tal como le criticó el Creador a Caín tras preguntarle dónde se encontraba su hermano y éste le contestó: ¿Acaso soy el guardián de él?, a lo que el Todopoderoso le dijo: “¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a Mi desde la Tierra…”.
El sacrificio, la entrega, la bondad, la caridad… son los efectos de una elevada condición de dar, que la persona puede llegar a ella tras un enorme esfuerzo de altruismo y mejora, entrega y valores que le permitan sobreponerse a las condiciones de su nacimiento, egoísmo y orgullo, envidia y codicia, que dificultan a la persona la preocupación por su prójimo.
Todos tenemos la obligación de mejorar y este es el mundo de los hechos, se nos concedió esta vida para merecerla. Triste quien se fue de este mundo tal como llegó o peor de cómo llegó, pero no tranquilicemos nuestra conciencia con lo que hicimos sino preocupémonos por lo que pudimos hacer y no hicimos. “Lo Alenu Hamejá Ligmor Abal Lo Ben Horim Lehitpater Mimena”, “No estamos obligados a concretar la obra, pero no somos libres para despreocuparnos de ella”.
Shabat Shalom.
Rab Shlomó Wahnón
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