Torá desde Jerusalem
Parashá Balak - Balac
Libro Bamidbar / Números (22:2 a 25:9)
“He aquí que hay un pueblo...” (Bamidbar 23:9)
“Y vio Balak Ben Zipor todo lo que hizo Israel…” comenta el libro Shiftei Hajamim: Y vio, puso atención. Dos grandes personajes tuvieron los goyim de la época de la salida de Egipto: Balak un rey que sabía observar y Bilam Ben Beor un profeta que llegó a estar, por sus condiciones, en el nivel de Moshé Rabenu, pero no lograron beneficiar a sus pueblos.
Balak que sabía observar, el odio le hizo perder su reinado y a su pueblo, pues buscó solamente maldecir al pueblo de Israel. Nos cuenta el Talmud en el tratado de Berajot que Rabí Meír sufría por el comportamiento de unos vecinos, hasta que angustiado por las molestias que le causaban, decidió rogar al Todopoderoso que castigara a sus vecinos, a lo que le contestó su mujer Bruria, si no consideraba más correcto rogar al Eterno por el buen comportamiento de sus vecinos en lugar de rogar por su castigo.
Bilam, un profeta que al igual que a Moshé, el Eterno le responde toda vez que se dirige a Él, reconoce delante de los mensajeros de Bilam que todo depende del deseo Divino y no podrá cambiar en absoluto lo que el Todopoderoso le indique, pero, sin embargo, se empeña en querer ir tras su deseo, para así recibir la recompensa que Balak le ha prometido.
Dijo el Pérek: Todo el que tiene estas condiciones es alumno de Bilam: Mala visión sobre las cosas, altivez y deseo; por el contrario: Bien ver, sencillez y satisfacción, se le considera alumno de Abraham Avinu. La codicia, el orgullo y la envidia ciegan hasta al profeta más grande que haya conocido la historia. La Torá nos comenta como hasta el asno de Bilam vio como el ángel se le interponía en el camino una y otra vez. Podríamos aceptar que la primera vez Bilam no sospechara sobre un acontecimiento tan fuera de lo normal, pero ¿la segunda y tercera vez, no hicieron sospechar a Bilam, personalidad de gran inteligencia, que era un ángel el se interponía en su camino? Los sueños de grandeza y la codicia llevaron a Bilam al desprecio de Balak y a su trágico final, no sin antes aconsejar sin beneficio alguno ni esperanza de recompensa, como Balak podría deteriorar al pueblo de Israel y llevarlo a su perdición.
Bilam demuestra su valor a la verdad cuando tras su deseo de maldecir, relata las condiciones del pueblo de Israel y dice: Di-s no es un hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Si Él lo ha dicho, ¿acaso no cumplirá? Si Él ha hablado, ¿no quedará establecido? El que bendijo me dio orden de bendecir: impedido estoy de desoírlo. No observó incorrección en Yaacob y no vio maldad en Israel. Hashem, el Todopoderoso es con él y alabanza de rey en él.
La competencia ha llegado a niveles tan inverosímiles, que ha hecho perder el valor del esfuerzo y del avance personal. Una sociedad donde solamente el éxito del fuerte es aplaudido, donde las notas del alumno reflejan sus alcances en comparación con los demás, donde no importa la capacidad sino los alcances, pues así también era la sociedad de Bilam, mientras que la sociedad de Israel se destacó por la evaluación personificada, no comparativa, por felicitar el esfuerzo y no los alcances: “No tenemos que terminar el trabajo, pero no tenemos derecho de liberarnos de ella” o como dijeron nuestros Sabios: “Según el esfuerzo, el valor”.
Shabat Shalom.
Rab Shlomó Wahnón
No hay comentarios:
Publicar un comentario