LUZBY BERNAL

jueves, 19 de julio de 2018

Comentario sobre la Parashá DEVARIM


Torá desde Jerusalem



Parashá Devarim - Palabras

Libro Devarim / Deuteronomio (1:1 a 3:22)


Comentario sobre la Parashá

“Estas son las palabras...” (Devarim 1:1)
Estas son las palabras…  Así comienza el último libro de la Torá, sobre el que nos comenta Rashi: Debido a que Moshé se disponía a criticar al pueblo de Israel, enumerando todos los lugares en los que se revelaron en contra del Todopoderoso, pues lo hizo indirectamente recordando solamente los lugares por respeto al propio pueblo.  ¡Qué grandeza demostró Moshé hacia el pueblo!, enseñando así todo un capítulo de dirección, no solamente como dirigente de un pueblo sino para todos los niveles.
Moshé Rabenu esperó cuarenta años para criticar al pueblo, en momentos de despedirse del pueblo, ya que él sabía que no podía entrar a la Tierra de Israel, de lo que aprendieron nuestros Sabios: “No critique una persona a su hijo sino cerca de la separación, de manera que la crítica no sea bien recibida”.  Así se aprendió del mismo Yaacob, que reunió a sus hijos para indicarles todas las criticas que tenía hacia ellos, sino cerca de su fallecimiento.
La crítica no debe realizarse sino a quien quiere o sabe aprovecharla.  Como dijeron nuestros Sabios: “No se presiona sino al que quiere ser presionado”.
La Torá nos obliga con el precepto: “Indicar, indicarás a tu prójimo y no llevarás con el error”.  La responsabilidad que tenemos con el prójimo nos obliga no solamente a indicar, sino que nos considera cómplices en el caso de no hacerlo; sin embargo, tanto Yaacob con sus hijos y Moshé con el pueblo esperaron cerca de su fallecimiento para realizarlo.  Así nos quisieron enseñar, que aunque la crítica es una obligación y no un derecho, debe realizarse solamente cuando pueda alcanzar el mejor efecto y en absoluto, no debe realizarse si sospechamos que los efectos pudieran ser contradictorios.  Dijeron nuestros Sabios, por dos razones Yaacob no criticó a sus hijos sino cerca de su muerte: para que no critique y tenga que volver a criticar, para que no se aparten sus hijos de él, tal como ocurrió con el Rey Salomón que, mientras vivió su maestro, no se apartó del camino de la Torá.  Dice el refrán: más vale un amigo cerca, que un hermano lejos.
El valor de los preceptos es considerado por el esfuerzo necesario para realizarlos, como está dicho: “Según el esfuerzo, el valor”.  El precepto de la crítica se encuentra entre los preceptos más importantes que nos encomendó el Todopoderoso, no por el esfuerzo necesario ya que existe casi un instinto de crítica al prójimo, sino por la dificultad de realizarlo positivamente para corregir y no dañar.
Dijeron Nuestros Sabios: “La vida y la muerte en manos de la lengua”.  Cuántas críticas han matado no físicamente, aunque también han ocurrido, sino espiritual y sicológicamente, que no son menos graves que en lo físico.  El que mata al compañero le hace perder este mundo, pero el que lo desvía del buen camino le hace perder este y el otro mundo.  Por lo que, cuánto tenemos que preocuparnos, padres, maestros, amigos y a veces hasta un sencillo vecino, en el que nuestro deseo de corregir no se convierta en la razón de alejarlo y empeorar la situación.
Las palabras que salen del corazón, entran al corazón; así dijo el profeta: “Así como la cara se refleja en el agua, así es el corazón de la persona con su prójimo”.  La base de la educación tiene que estar en el aprecio y cariño del educador con respecto a su pupilo, y saber el valor de las palabras, las que pueden construir y por desgracia también pueden destruir.
Moshé Rabenu no solamente era un gran educador y un gran dirigente sino fue, sobre todo, un gran hombre en lo que supo esperar cuarenta años para indicar, de una manera indirecta, toda las rebeliones del pueblo de Israel en el desierto.
Shabat Shalom.
Rab Shlomó Wahnón

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