LOS TRES ASPECTOS DEL REINO DE DIOS |
1.- EL REINO DE DIOS ES PASADO:
El reino de Dios estuvo en manos del rey David y de sus hijos
1 Crónicas 28:5: Y de entre todos mis hijos (porque Jehová me ha dado muchos hijos), eligió a mi hijo Salomón para que se siente en el trono del REINO DE JEHOVÁ sobre Israel.
2 Crónicas 13:8: Y ahora vosotros tratáis de de resistir al REINO DE JEHOVÁ en mano de los hijos de David, porque sois muchos, y tenéis con vosotros los becerros de oro que Jeroboam os hizo por dioses.
2.- EL REINO DE DIOS ES PRESENTE:
La venida de Jesús es la venida del Reino, pues él lo anunció y lo reveló a los suyos:
Mateo 12:28: Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el REINO DE DIOS.
Marcos 9:1: También les dijo: De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el REINO DE DIOS venido con poder.
Lucas 17:21: ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el REINO DE DIOS está entre vosotros.
3.- EL REINO DE DIOS ES FUTURO
Jesús habló también del reino como un evento eminentemente futuro:
Lucas 19:11: Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el REINO DE DIOS se manifestaría inmediatamente.
Lucas 21:31: Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el REINO DE DIOS.
Lucas 22:18: porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el REINO DE DIOS venga.
Mateo 6:10: Venga tu REINO. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
Mateo 6:33: Mas buscad primeramente el REINO de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Mateo 13:43: Entonces los justos resplandecerán como el sol en el REINO de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.
Mateo 25:34: Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el REINO preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
Marcos 15:43: José de Arimatea, miembro noble del concilio, que también esperaba el REINO de Dios, vino y entró osadamente a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús.
Comentario de Apologista:
Sin duda, y con toda razón, muchos estudiantes de las Escrituras se sienten confundidos con el tema del reino de Dios cuando se encuentran que éste tiene 3 aspectos definidos: uno pasado, otro presente, y aún otro, futuro. ¿Pero cómo puede el reino de Dios ser pasado, presente y futuro?
Debemos entender que el reino de Dios no fue una ‘nueva noticia’ que anunciaba Su Majestad Jesucristo, sino una ‘buena noticia’, lo cual es muy distinto por cierto. Los judíos, al escuchar a Jesús hablar sobre el reino de Dios, sabían perfectamente lo que él quería anunciarles, por lo que Jesús no se vio urgido a explayarse en el tema. Y es que el reino de Dios, aquel reino que Jesús venía anunciando su cercanía, era (...y es) un reino real, con un rey y una dinastía escogidas que rigieron a Israel con leyes claras, dentro de un territorio específico. Este reino perduró desde David hasta Sedequías, el último rey Judío, el cual fue rebelde e impío a los ojos de Yahweh, razón por la cual éste fue depuesto por Nabucodonosor allá por el año 586 AC. Desde esa fecha hasta hoy, el reino y la dinastía davídica “desaparecieron” de Israel. No obstante, Dios también había profetizado, por intermedio de su profeta Ezequiel, que el reino de Dios en Israel sería restaurado por “aquel varón” cuyo es el derecho, ¡y a éste se lo entregaría Él!
He aquí las palabras del profeta:
“Y tú, profano e impío príncipe de Israel, cuyo día ha llegado ya, el tiempo de la consumación de la maldad, así ha dicho Jehová el Señor: Depón la tiara, quita la corona; esto no será más así; sea exaltado lo bajo, y humillado lo alto. A ruina, a ruina, a ruina lo reduciré, y esto no será más, hasta que venga aquel cuyo es el derecho, y yo se lo entregaré” (Ezequiel 21:25-17).
Así que ese reino pasado tendría un futuro, con lo cual sería reanudado o restaurado por uno de “sangre azul”, descendiente del mismísimo rey David (2 Sam. 7:12).
Al venir Jesús al mundo, él se dedicó ardientemente, por encargo de su Padre, a anunciar ese reino del pasado y traerlo a la vida con su prédica y hechos (Lc 4:43), proclamando su “presencia”, o simplemente su cercanía, durante su ministerio de tres y medio años. Sin duda, como dice Pablo, Jesús vino a confirmar las promesas hechas a los padres (Rom. 15:8), y entre esas promesas estaba la restauración del reino de Dios, y por eso Jesús hizo de este asunto el tema central de toda su predicación.
Es cierto que Jesús usó expresiones como “ha llegado a vosotros el reino de Dios” o “el reino de Dios está entre vosotros”. Sin embargo, una figura de dicción llamada “sinédocque” puede apreciarse en estas expresiones del Señor cuando él habla de un reino ya “presente”. Es decir, la presencia del rey (la parte) es la presencia del reino mismo (del todo). La presencia de Jesús no era sólo la presencia del rey mesiánico, sino también de todo lo que lo envolvía, y esto incluía su reino mismo y su poder. Así pues, cuando Jesús resucitaba muertos, y exorcizaba a posesos, daba a saborear a sus seguidores, y a sus acérrimos detractores, las “bondades” de su futuro reinado milenial en el presente. Esto se evidencia en las palabras de Pablo, que dicen: “Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y LOS PODERES DEL SIGLO VENIDERO, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio". (Hebreos 6:4-6). Recordemos que lo primero que hará el rey al volver para introducir su reinado milenial de justicia será justamente resucitar a los muertos, y luego atar al diablo para que no siga interfiriendo en la vida de los hombres (atormentándolos y poseyéndolos) y en los asuntos gubernamentales”(Apo. 20:1-5).
Finalmente, debemos subrayar que Jesús habló muchísimo más de un reino que aún estaba en el futuro, y que los suyos debían pedir y buscarlo todos los días hasta su parusía como rey vencedor (Mateo 6:10,33). En ese momento el Señor les dirá a los suyos: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mateo 25:31,34). Además, debemos recordar que "carne y sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción" (1 Cor. 15:50).
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