LUZBY BERNAL

domingo, 31 de julio de 2011

Colombiana 'pilotea' la nave espacial más rápida de la historia

Colombiana pilotea nave

Adriana Ocampo, que entró a la Nasa en 1973, vivió también en Holanda 

La Misión Juno a Júpiter, uno de los programas bandera de la Nasa, es comandada por Adriana Ocampo.

El primer hijo que tuvo el Sistema Solar, Júpiter, es tan grande como glotón: se tragó más del doble de la masa que les correspondía a sus hermanos de camada, incluida la Tierra, en su intento fallido por llegar a ser una estrella. Hoy, es un gigantón de gas que nos escuda frente los asteroides más grandes, pero que hasta ahora se ha negado a revelar de qué está hecho o cómo y dónde se formó. A partir de este viernes, gracias al lanzamiento de una misión robótica comandada por una barranquillera que trabaja en la Nasa, el viejo Júpiter no tardará mucho en mostrarnos las claves de la formación del Sistema Solar -y quizás hasta de la vida en nuestro planeta- que esconde bajo sus espesas nubes.
"He trabajado en la Misión Juno a Júpiter desde el 2005, cuando la Nasa me ofreció trasladarme a Washington como directora del programa Nuevas Fronteras, en el Directorio de Ciencias Planetarias", cuenta Adriana Ocampo Uria, quien ha pasado 40 de sus 56 años en la agencia espacial estadounidense. "Soy responsable del desarrollo, la integración, la implementación, el presupuesto (unos mil millones de dólares por cada una) y el éxito de varias naves espaciales -agrega-, que incluyen la sonda Nuevos Horizontes, que va rumbo a Plutón y al cinturón de asteroides Kuiper; la futura misión Osiris Rex a un asteroide, y Juno, que será la nave espacial más rápida en la historia de la humanidad".
¿Qué tan rápida? La friolera de 270.000 kilómetros por hora, lo cual es aun más interesante si se tiene en cuenta que el pequeño robot -una caja de titanio del tamaño de un Volkswagen Escarabajo- no estará impulsado por combustible nuclear, como suele suceder en las misiones al espacio profundo, sino por tres delgados páneles solares de 9 metros de largo, que girarán constantemente, como las aspas de un molino de viento.
"Podemos decir que Juno será una misión verde. Llegará a Júpiter en el 2016 y fijará otro récord: será la nave de páneles fotovoltaicos que más lejos del Sol haya llegado. La hemos construido para que sobreviva la letal radiación que despide Júpiter. Esperamos que el robot soporte unas 32 órbitas polares, es decir, menos de un año".
A 4.800 kilómetros sobre las densas nubes de Júpiter, el satélite medirá la cantidad de amoníaco y agua presente en la atmósfera del planeta y determinará si este tiene un núcleo sólido. Mapeando los campos gravitacionales y magnéticos (la magnetosfera de Júpiter es la estructura más grande de nuestro vecindario, después de la del Sol), Juno revelará además el misterio de sus enormes auroras y qué tan profunda es su enigmática mancha roja.
"Pero, sin duda, la medición más importante que hará Juno es el contenido de agua en Júpiter -afirma Ocampo-. Si el planeta se formó donde está ubicado, debería ser nueve veces más rico en agua que el Sol, pero si se formó al borde del Sistema Solar y luego migró hacia adentro, su cantidad de agua sería mucho menor. Este detalle está directamente relacionado con la formación de todos los planetas y con la aparición de la vida en la Tierra. Ahora bien, la misión se llama Juno porque, al igual que la diosa romana, es capaz de ver por debajo de las nubes que el casquivano Júpiter creó para esconder sus andanzas".
Pasión porteña Las aventuras científicas de Adriana Ocampo comenzaron hace 50 años en la terraza de una casa de Buenos Aires, a donde habían trasladado a su padre, un oficial de la Armada colombiana. Allí, ella tomaba los controles de su nave interplanetaria blanca -hecha de sábanas y cartones-, se ponía en la cabeza una coladera para espagueti, equipada con pinchos a manera de antenas, y partía rumbo a la Luna con su tripulación: el perro-copiloto 'Tauro' y la muñeca-astronauta Juanita. "Juanita tenía un traje de papel de aluminio y a Tauro le di su propio casco-coladera. Eran momentos inolvidables", dice con nostalgia.
Luego de mudarse con sus padres a California (EE. UU.), su imaginación halló eco en el Jet Propulsion Laboratory (JPL) de la Nasa, meca de las misiones robóticas interplanetarias. La pasión y dedicación de la joven estudiante le abrieron todas las puertas y su carrera hacia las estrellas fue meteórica.
Entre los logros de esta geóloga planetaria se destaca haber sido el alma del equipo que descubrió el gigantesco cráter generado por el impacto del meteorito de Chicxulub, en Yucatán, que causó la extinción masiva de los dinosaurios en el cretáceo-terciario.
"La idea se me ocurrió en un congreso en México, cuando vi una imagen de (los satélites del programa) Landsat que mostraba la península de Yucatán, donde había una serie de puntos que representaban cenotes (depósito de agua manantial a alguna profundidad) alineados en un semicírculo gigante: ¿Podría ser la huella de un cráter escondido en el subsuelo?" El resto es historia.
Hace dos décadas, Ocampo se entregó a su otra pasión: ayudó a crear la primera Conferencia Espacial de las Américas, que poco a poco ha logrado establecer un hilo conector entre los esfuerzos espaciales aislados de la región.
"Mi sueño es que alguna universidad en Latinoamérica ponga un componente o un instrumento en una misión espacial futura. A lo mejor un consorcio de países se pueda reunir y hacer un instrumento para todos, que sea multiuso. La exploración espacial es capaz de levantar el nivel de vida de una nación, de inspirar a futuras generaciones e identificar soluciones innovadoras para los problemas que los países encaran hoy. Latinoamérica está en posición de abrazar de lleno la nueva era espacial, pero necesita desarrollar una política regional, con prioridades, sobre el uso pacífico del espacio", concluye.
'Hay tecnología para ir a Marte'
Washington (EFE).
El astronauta español Pedro Duque aseguró que ya hay tecnología para el primer viaje a Marte, y que lo que hace falta para conseguirlo es compromiso político e inversión. Menos de una semana después de que la Nasa clausurara su programa de transbordadores, con los que durante tres décadas realizó viajes tripulados al espacio, la agencia espacial ya tiene nuevos retos: alcanzar un asteroide en el 2025 y llegar a Marte en el 2030. Aunque algunos críticos creen que estos proyectos son una cortina de humo para camuflar la falta de una nave que reemplace a los transbordadores, para Duque, que fue al espacio en ellos, los objetivos son posibles. La llegada a un asteroide sería algo, incluso, "más sencillo" que ir a la Luna; el viaje, explica, es "más o menos igual", pero con la ventaja de que es muy fácil despegar de él. En cuanto a Marte, "ya se sabe más o menos la dirección que habría que tomar en el desarrollo tecnológico para ir y volver. Las leyes de la física se conocen, así como las posibilidades de la mecánica y la electrónica; se puede, pero hay que afinar muchísimo y eso exige que se ponga a trabajar mucha gente en ello".

EL TIEMPO.COM
 

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