La Verdadera Historia de Carlos Castaneda, según S.Jarré
Durante muchos años este hombre ha sido una leyenda. Sus enseñanzas, adquiridas de la mano de un misterioso indio yaqui del desierto de Sonora dio que hablar a toda una generación de lectores. Y es que este antropólogo, cuyo doctorado lo consiguió con su libro Viaje a Ixtlan, sabía cómo cautivar a la gente.
Era la edad plena de los psicodélicos, del despertar de la nueva era, donde empezaban los movimientos de ovnis, de fenómenos paranormales y toda esa gama de pseudociencias que embadurnaron a millones de personas.
Nunca fue mejor recibido un libro como el de Carlos Castaneda. Pero la pregunta, para los que buscamos la verdad detrás de todo, es ¿Realmente vivió lo que narró en sus libros? ¿Realmente existió el indio místico Don Juan Matus?.
Hasta la fecha, muchísimas personas consideran a Carlos Castaneda como una persona que realmente vivió una experiencia singular y dejó un enorme legado antropológico y/o místico en sus libros.
Vamos a examinarlo.
¿Qué se sabe de este hombre que rehuía a los fotógrafos y a la prensa y se jactaba de estar en contacto con un indio yaqui llamado don Juan Matus con poderes sobrenaturales?
Pues actualmente se sabe, gracias al libro revelador de su ex esposa, Margaret Runyan Castaneda, y algunos reportes de la Universidad de UCLA, en Los Ángeles, que realmente nació en Perú, Cajamarca, en el año 1925, un 25 de diciembre. No en Brasil, Argentina o Italia como solía decir. Su nombre completo fue: Carlos César Salvador Aranha Castañeda.
Es probable que haya mentido sobre su origen por el sencillo hecho de que en sus primeros tiempos quería ser pintor y artista, y para ello, un origen europeo o donde la cultura artística fuera mejor reconocida le habría convenido. No obstante, esta forma de ocultar su vida privada era una faceta común en Castaneda. Y lo hacía, mucho antes de conocer al supuesto indio Don Juan Matus (que ya veremos de donde procedía este indio yaqui). Sus engaños o evasivas eran la respuesta a una sociedad, como lo era la década de los 60, donde todo se solía clasificar en estatus social y prestigio y reinaba la más pura frivolidad. Algo no muy diferente de lo que sucede hoy día.
Al ser una persona de baja estatura, piel oscura, y de origen sudamericano, le costaba, seguramente, integrarse a la cultura americana de superficialidad y lujos. Después de todo, vivía en Los Ángeles. En mi visita por aquel país me di cuenta de la soledad de espíritu que se siente en un país donde prevalece el consumismo y la superficialidad de las cosas. Con movimientos de New Age, con edad de psicodélicos, la cosa no era diferente en la década del 60 donde se practicaban orgías y uso excesivo de drogas, en especial en el ambiente artístico.
Según su ex esposa, Castaneda solía desaparecer de pronto y ausentarse por largos periodos sin dar señales de vida. Luego reaparecía como si tal cosa, sin explicar a donde había ido, evadiendo el tema de forma enigmática. Estos aspectos de su forma de comportarse los efectuaba muchísimo antes de hablar de un brujo indio.
EL ORIGEN DE CASTANEDA
Si buscamos el origen de sus libros, deberíamos apuntar fielmente a autores como Aldous Huxley, Puharich y el mistico Neville. Fueron los precursores de una idea que tenía como base indios, hierbas y hongos alucinógenos, y un profundo misterio detrás de la realidad ordinaria. Estaban en auge en aquella época, y su ex esposa le nutria a diario con reportes de los místicos más populares.
Hay que destacar que, sin embargo, Castaneda era escéptico al respecto de lo místico. Pese a que sus libros reflejan experiencias insólitas, Carlos Castaneda rehuía el contacto con la gente que creía en supercherías y/o fenómenos religiosos. Castaneda fue lo que yo llamo un “escéptico sobrenatural”.
Escéptico porque tenía una visión bastante materialista de la vida, pese a que desarrollaba en sus libros un florido repertorio de poderes, realidades aparte y demás, su conclusión sobre la vida misma era que no había que perder un minuto en nimiedades (algo que comparto, desde luego) porque mañana mismo podíamos morirnos. Y para Castaneda, morir era perderse en la completa nada.
Cuando uno ahonda en la vida de Castaneda, en virtud de sus amistades, su ex-esposa y su propio estilo de vida misterioso, concluye sin lugar a dudas que Don Juan fue un invento, una genialidad que cobró vida luego de años de pensar en proyectar su filosofía personal para llegar a la gente.
Al principio, como digo, creyó que la forma de llegar a la gente era con pinturas y esculturas, siendo un artista consumado. Pero rápidamente notó que no tenía talento para ello. Y cuando se metió a estudiar antropología su vida dio un giro y, de pronto, asoció todo lo que había estado de forma intuitiva pensando e ideando. Un trabajo práctico que le encomiendo su profesor, Meighan, terminó por convertirlo en un escritor de Best Sellers.
Es por eso, quizá, - me atrevo a decir – que lo que más cautiva a los lectores de sus libros es el particular estilo y forma de ver la vida de su Don Juan Matus. Algo que Castaneda había puesto en práctica desde hacía años, antes de conocer al supuesto brujo. También, es evidente, la parte de los psicodélicos, en una sociedad obsesionada por el retorno a la naturaleza y las drogas como forma de ampliar la conciencia, fue algo que repercutió en su éxito editorial y como escritor.
El mismo libro de Castaneda impuesto en estos días probablemente no tendría el éxito y empuje que tuvo en la década de los psicodélicos y el movimiento Hippie.
Recuerdo la primera vez que leí los libros de Castaneda, en España, Madrid, hace ya muchísimos años. Iba en un autobús, de regreso al departamento donde me alojaba, y un muchacho al verme leer el libro Las Enseñanzas de Don Juan se acercó y me empezó a hablar animadamente del libro, elogiando grandemente al autor que apenas lo empezaba yo a conocer.
De ahí en más, leí apasionadamente todos los libros, uno tras otro, devorándolos con una sed profunda de verdad. Pero cuando llegué al Don del Águila, al ver la visión totalmente deprimente de la vida después de la muerte y del supuesto Creador del mundo, me entristeció. No era algo esperanzador. Si no, más bien una vuelta de tuerca rebuscada a una visión entre materialista y mística.
La idea de Castaneda, en palabras de Don Juan, era que somos creados por una fuerza arrolladora inmensa que nos mantiene vivos para que absorbamos experiencia y crezcamos poco a poco; tras esto, cuando morimos, nos devora sin piedad. Sólo un brujo experimentado puede evadir este destino, escapando de las garras del Águila. De ahí el empeño de Carlos Castaneda de escapar de la realidad ordinaria.
Esta filosofía nunca antes la había leído. Si bien oí el tema del Nirvana y eso de fundirnos con la divinidad, la forma en que Castaneda veía esto era totalmente diferente. Sin esperanzas. Años más tarde, en contacto con mi viejo amigo Fabio Picasso, volvería a saber de otro autor, Charles Fort, que hablaba de una presencia semejante a la que describía Castaneda. Una entidad que nos da la vida, nos condiciona socialmente, nos engaña con religiones y/o cultos para luego devorar nuestra energía.
Hoy día sé que son formas rebuscadas de pensamientos cuando la realidad siempre, siempre es más sencilla. Pero no es el momento aquí para extenderme en este punto en particular. Volvamos a Castaneda.
FILOSOFIAS Y ANTROPOLOGIA EN UN MISMO PERSONAJE
El mismo libro de Castaneda impuesto en estos días probablemente no tendría el éxito y empuje que tuvo en la década de los psicodélicos y el movimiento Hippie.
Recuerdo la primera vez que leí los libros de Castaneda, en España, Madrid, hace ya muchísimos años. Iba en un autobús, de regreso al departamento donde me alojaba, y un muchacho al verme leer el libro Las Enseñanzas de Don Juan se acercó y me empezó a hablar animadamente del libro, elogiando grandemente al autor que apenas lo empezaba yo a conocer.
De ahí en más, leí apasionadamente todos los libros, uno tras otro, devorándolos con una sed profunda de verdad. Pero cuando llegué al Don del Águila, al ver la visión totalmente deprimente de la vida después de la muerte y del supuesto Creador del mundo, me entristeció. No era algo esperanzador. Si no, más bien una vuelta de tuerca rebuscada a una visión entre materialista y mística.
La idea de Castaneda, en palabras de Don Juan, era que somos creados por una fuerza arrolladora inmensa que nos mantiene vivos para que absorbamos experiencia y crezcamos poco a poco; tras esto, cuando morimos, nos devora sin piedad. Sólo un brujo experimentado puede evadir este destino, escapando de las garras del Águila. De ahí el empeño de Carlos Castaneda de escapar de la realidad ordinaria.
Esta filosofía nunca antes la había leído. Si bien oí el tema del Nirvana y eso de fundirnos con la divinidad, la forma en que Castaneda veía esto era totalmente diferente. Sin esperanzas. Años más tarde, en contacto con mi viejo amigo Fabio Picasso, volvería a saber de otro autor, Charles Fort, que hablaba de una presencia semejante a la que describía Castaneda. Una entidad que nos da la vida, nos condiciona socialmente, nos engaña con religiones y/o cultos para luego devorar nuestra energía.
Hoy día sé que son formas rebuscadas de pensamientos cuando la realidad siempre, siempre es más sencilla. Pero no es el momento aquí para extenderme en este punto en particular. Volvamos a Castaneda.
FILOSOFIAS Y ANTROPOLOGIA EN UN MISMO PERSONAJE
El fuerte de sus libros es el brujo yaqui Don Juan Matus. Un personaje literario de fabuloso poder evocador. Es tan fascinante, que su creación cobró vida en millones de lectores.
En Buenos Aires, cierta vez me reuní con lectores del libro, y me comentaron excitados que habían tenido las experiencias que describe Carlos Castaneda en sus libros, que habían incluso visto al “Aliado” o cosas increíbles que rompían la realidad ordinaria. Esto, claro está, sin consumir alucinógenos.
Este es, a fin de cuentas, el mayor poder de la literatura realista: el poder de crear lo que imaginamos leyendo. Al respecto de esto, su ex esposa, Margaret Runyan Castaneda menciona una curiosa anécdota que puede ser el trasfondo de por qué escribió un libro de ficción y lo hizo pasar como una investigación antropológica.
Cuenta que Carlos Castaneda un día le dijo que había en la Universidad una rubia de ojos hermosos, que además de escritora, le quería hacer un regalo especial. No sabía por qué le quería ella regalar algo a él, todavía un don nadie, pero se lo contó a su mujer.
Margaret estalló en celos y empezó a investigar el asunto. Pero pronto la chica no asistió más a los cursos de la UCLA y desapareció. Ella no llegó a conocerla, pero Castaneda había hecho una descripción tan detallada de la chica, que empezó a rastrearla en la guía de teléfonos.
Al tiempo logró dar con ella. Al menos con alguien que se llamaba como mencionó Castaneda, era rubia, escritora y vivía en Los Ángeles. Pero cuando le preguntó sobre si conocía a su novio, un sudamericano, le dijo que no, que nunca había asistido a esa Universidad (salvo a un curso corto de poesía) y no tenía idea.
En Buenos Aires, cierta vez me reuní con lectores del libro, y me comentaron excitados que habían tenido las experiencias que describe Carlos Castaneda en sus libros, que habían incluso visto al “Aliado” o cosas increíbles que rompían la realidad ordinaria. Esto, claro está, sin consumir alucinógenos.
Este es, a fin de cuentas, el mayor poder de la literatura realista: el poder de crear lo que imaginamos leyendo. Al respecto de esto, su ex esposa, Margaret Runyan Castaneda menciona una curiosa anécdota que puede ser el trasfondo de por qué escribió un libro de ficción y lo hizo pasar como una investigación antropológica.
Cuenta que Carlos Castaneda un día le dijo que había en la Universidad una rubia de ojos hermosos, que además de escritora, le quería hacer un regalo especial. No sabía por qué le quería ella regalar algo a él, todavía un don nadie, pero se lo contó a su mujer.
Margaret estalló en celos y empezó a investigar el asunto. Pero pronto la chica no asistió más a los cursos de la UCLA y desapareció. Ella no llegó a conocerla, pero Castaneda había hecho una descripción tan detallada de la chica, que empezó a rastrearla en la guía de teléfonos.
Al tiempo logró dar con ella. Al menos con alguien que se llamaba como mencionó Castaneda, era rubia, escritora y vivía en Los Ángeles. Pero cuando le preguntó sobre si conocía a su novio, un sudamericano, le dijo que no, que nunca había asistido a esa Universidad (salvo a un curso corto de poesía) y no tenía idea.
Al enfrentar a Carlos Castaneda con estos datos él se echó a reír mientras se servía su vino favorito Mateus. Le dijo que se había inventado todo. Que no existía aquella rubia. Que era mentira.
No obstante, la descripción de la chica era tan notable (hasta había el detalle de un diente postizo que Castaneda había mencionado y que descubrió más tarde Margaret en una cita con ella) que Margaret se rehusaba a pensar que era una mera invención de Castaneda.
La explicación a este misterio era obvia. Aquella rubia había asistido a una clase de poesía, y probablemente haya impactado en Carlos Castaneda su presencia, recordándola más tarde con nombre y apellido y detalles faciales (No olvidemos que Carlos antes escribía poesía e hizo varios cursos de escritura creativa).
Pero en lugar de aceptar esta verdad simple, Castaneda porfió por el misterio: era algo increíble y no obedecía a la casualidad.
“Algún día entenderás lo que has llegado a hacer. Ahora está más allá de tu comprensión pero algún día lo entenderás”, le había dicho Castaneda a su ex-esposa.
“Pero Carlos tenía la habilidad de hacer que situaciones normales y lógicas parecieran profundas y misteriosas en uno u otro sentido…” (Pg 77, Un viaje Mágico con Carlos Castaneda, de Margaret Runyan Castaneda)
Esta forma de hacer creer a la gente que le rodeaba lo que quería es claro a lo largo de su vida. Siempre decantaba en el misterio para explicar cualquier cosa, incluso, muchas veces, jactándose de poseer atributos mágicos. Además estaba el tema de que al hacerse popular, y dar charlas o conferencias, la gente empezaba a ver lo que había leído en sus libros. Sentían presencias, criaturas que parecían estar en las sombras acechando, etc. Esa forma psicologica en que influía en la gente era excepcional.
Realmente, se entiende que actuara así en un país como Estados Unidos, y especialmente en Los Ángeles. Sobre todo, siendo inmigrante sudamericano y con un floreciente racismo en la cultura americana. Además, era una forma de divertirse y no tomarse la vida en serio, cosa que odiaba.
Esta fue la forma en qué dio vida poco a poco a su personaje Don Juan Matus. Un personaje que, según su mujer, recordaba a las descripciones de su abuelo peruano y cuyo nombre no era sino una deformación de el de su vino favorito Mateus (al que solía llamar “mi maestro”, antes de siquiera meterse en antropología).
EL LEGADO
No obstante, la descripción de la chica era tan notable (hasta había el detalle de un diente postizo que Castaneda había mencionado y que descubrió más tarde Margaret en una cita con ella) que Margaret se rehusaba a pensar que era una mera invención de Castaneda.
La explicación a este misterio era obvia. Aquella rubia había asistido a una clase de poesía, y probablemente haya impactado en Carlos Castaneda su presencia, recordándola más tarde con nombre y apellido y detalles faciales (No olvidemos que Carlos antes escribía poesía e hizo varios cursos de escritura creativa).
Pero en lugar de aceptar esta verdad simple, Castaneda porfió por el misterio: era algo increíble y no obedecía a la casualidad.
“Algún día entenderás lo que has llegado a hacer. Ahora está más allá de tu comprensión pero algún día lo entenderás”, le había dicho Castaneda a su ex-esposa.
“Pero Carlos tenía la habilidad de hacer que situaciones normales y lógicas parecieran profundas y misteriosas en uno u otro sentido…” (Pg 77, Un viaje Mágico con Carlos Castaneda, de Margaret Runyan Castaneda)
Esta forma de hacer creer a la gente que le rodeaba lo que quería es claro a lo largo de su vida. Siempre decantaba en el misterio para explicar cualquier cosa, incluso, muchas veces, jactándose de poseer atributos mágicos. Además estaba el tema de que al hacerse popular, y dar charlas o conferencias, la gente empezaba a ver lo que había leído en sus libros. Sentían presencias, criaturas que parecían estar en las sombras acechando, etc. Esa forma psicologica en que influía en la gente era excepcional.
Realmente, se entiende que actuara así en un país como Estados Unidos, y especialmente en Los Ángeles. Sobre todo, siendo inmigrante sudamericano y con un floreciente racismo en la cultura americana. Además, era una forma de divertirse y no tomarse la vida en serio, cosa que odiaba.
Esta fue la forma en qué dio vida poco a poco a su personaje Don Juan Matus. Un personaje que, según su mujer, recordaba a las descripciones de su abuelo peruano y cuyo nombre no era sino una deformación de el de su vino favorito Mateus (al que solía llamar “mi maestro”, antes de siquiera meterse en antropología).
EL LEGADO
Creo yo que lo único malo que pudo hacer Castaneda es propiciar un mito y una leyenda personal cuando no la hubo, quizá como compensación a la dura vida americana (se sabe que pasó hambre, que trabajó de lo que sea, taxista, dependiente en tiendas de licores, etc), quizá como una forma de depurar sus defectos, o quizá porque al final terminó creyéndose todo lo que escribía, dada su soledad siempre creciente.
Y es entendible, desde luego. Su obra, no obstante, es fascinante como literatura.
Tiene una forma cautivante de envolverte en sus filosofías, y eso, en mi opinión, ya lo hace un creador. Habla de muchas verdades. De esas verdades que sólo la experiencia enseña y que quien no la experimenta no la comprende en plenitud.
Eso de romper con la rutina para mantener el mundo fresco y nuevo, como le había supuestamente sugerido Don Juan , era algo que venía poniendo en práctica desde que llegará a Estados Unidos. Odiaba verse encerrado como aquellos profesores que dan clase, organizan fiestas de graduados y luego se dejan morir como un saco de patatas.
Esa vida esquematizada, monótona, aburrida, era un marco que realmente detestaba. Sus libros son el intento de escapar, con éxito, de esa vida tediosa. Su misterio sigue en pie y seguirá por muchas generaciones, por algo yo ahora escribo esto.
En mi opinión Castaneda tenía todos los atributos que lo hacen un genio. No lo digo porque admire que mentía a sus amigos o se jactaba de cosas que no eran, sino porque compuso una obra obteniendo material de aquí y allá, le dio forma, y creo un personaje que para miles de personas tuvo vida real. Eso, para mi, es un acto creador.
No obstante esto tuvo su predecesor, por decirlo de algún modo, en lo respectivo a esa historia de un aprendiz que conoce a un indio misterioso. Ese fue Neville Goddard, un místico clásico bien conocido en la década del 60, cuyas enseñanzas espirituales -afirmaba- las había aprendido de niño con un indio.
Pero así como August Dupin , el personaje de Edgar A Poe , precursor de Sherlock Holmes, no llegó a la fama, lo mismo sucedió con aquel iluminado y la obra de Castaneda. ¿Quien conoce a Neville? En cambio, ¿quien no conoce a Carlos Castaneda?
Sencillamente el antecedente estimuló la idea. Pero la creación, esa humanidad del personaje, le dio real vida. Y eso lo hizo Carlos Castaneda para enseñar sus particulares visiones del mundo.
Visiones que se ajustaban a su modalidad de vida. Yo pregunto ¿Cuántos de nosotros, si fuéramos famosos, toleraríamos permanecer en el anonimato, esquivando fotos y flashes de popularidad? Sólo alguien que, equivocado o no, estuviera convencido de sus pensamientos lo podría hacer. Y ese era Carlos Castaneda. Alguien que estuvo – y estará – a años luz de cualquier frívolo que le encanta poner sus fotos en la moderna red social de Facebook.
LA MUERTE DE UN IDOLO
Y es entendible, desde luego. Su obra, no obstante, es fascinante como literatura.
Tiene una forma cautivante de envolverte en sus filosofías, y eso, en mi opinión, ya lo hace un creador. Habla de muchas verdades. De esas verdades que sólo la experiencia enseña y que quien no la experimenta no la comprende en plenitud.
Eso de romper con la rutina para mantener el mundo fresco y nuevo, como le había supuestamente sugerido Don Juan , era algo que venía poniendo en práctica desde que llegará a Estados Unidos. Odiaba verse encerrado como aquellos profesores que dan clase, organizan fiestas de graduados y luego se dejan morir como un saco de patatas.
Esa vida esquematizada, monótona, aburrida, era un marco que realmente detestaba. Sus libros son el intento de escapar, con éxito, de esa vida tediosa. Su misterio sigue en pie y seguirá por muchas generaciones, por algo yo ahora escribo esto.
En mi opinión Castaneda tenía todos los atributos que lo hacen un genio. No lo digo porque admire que mentía a sus amigos o se jactaba de cosas que no eran, sino porque compuso una obra obteniendo material de aquí y allá, le dio forma, y creo un personaje que para miles de personas tuvo vida real. Eso, para mi, es un acto creador.
No obstante esto tuvo su predecesor, por decirlo de algún modo, en lo respectivo a esa historia de un aprendiz que conoce a un indio misterioso. Ese fue Neville Goddard, un místico clásico bien conocido en la década del 60, cuyas enseñanzas espirituales -afirmaba- las había aprendido de niño con un indio.
Pero así como August Dupin , el personaje de Edgar A Poe , precursor de Sherlock Holmes, no llegó a la fama, lo mismo sucedió con aquel iluminado y la obra de Castaneda. ¿Quien conoce a Neville? En cambio, ¿quien no conoce a Carlos Castaneda?
Sencillamente el antecedente estimuló la idea. Pero la creación, esa humanidad del personaje, le dio real vida. Y eso lo hizo Carlos Castaneda para enseñar sus particulares visiones del mundo.
Visiones que se ajustaban a su modalidad de vida. Yo pregunto ¿Cuántos de nosotros, si fuéramos famosos, toleraríamos permanecer en el anonimato, esquivando fotos y flashes de popularidad? Sólo alguien que, equivocado o no, estuviera convencido de sus pensamientos lo podría hacer. Y ese era Carlos Castaneda. Alguien que estuvo – y estará – a años luz de cualquier frívolo que le encanta poner sus fotos en la moderna red social de Facebook.
LA MUERTE DE UN IDOLO
Cuando estuve en Los Angeles, como dije, sentí una soledad indescriptible y un vacío terrible, como si fuera un preludio de lo que es el desierto a sólo unos Km.
Huelga decir que Castaneda viajó innumerables veces al desierto méxicano para recopilar testimonios, rituales, y ambientarse en sus libros. Es por ello que sus libros exudan ese mismo vacío trágico que tiene la mezcla de espiritualidad, drogas, soledad, brujería, y realidades más allá de la vista en un desierto.
Castaneda muere de cáncer de hígado el 27 de abril de 1998 en Los Ángeles. Pero su muerte tardó dos meses en darse a conocer públicamente. Sus seguidores, que en último momento eran unas misteriosas mujeres (Taisha Abelar y Florinda Donner-Grau ) de las que nunca más se supo nada, afirmaban que murió en plena conciencia, fiel a las enseñanzas de Don Juan.
Sin embargo, se sabe que realmente murió como cualquier mortal.
Huelga decir que Castaneda viajó innumerables veces al desierto méxicano para recopilar testimonios, rituales, y ambientarse en sus libros. Es por ello que sus libros exudan ese mismo vacío trágico que tiene la mezcla de espiritualidad, drogas, soledad, brujería, y realidades más allá de la vista en un desierto.
Castaneda muere de cáncer de hígado el 27 de abril de 1998 en Los Ángeles. Pero su muerte tardó dos meses en darse a conocer públicamente. Sus seguidores, que en último momento eran unas misteriosas mujeres (Taisha Abelar y Florinda Donner-Grau ) de las que nunca más se supo nada, afirmaban que murió en plena conciencia, fiel a las enseñanzas de Don Juan.
Sin embargo, se sabe que realmente murió como cualquier mortal.
En muchas fotos que hicieron públicas los paparazzis se lo ve desgastado y anciano. Cada vez más delgado fruto de su enfermedad.
Debo reconocer que durante muchos años me fascinaron las ideas de Carlos Castaneda. Al descubrir que no había vivido nada de lo que narraba, igual su magia seguía presente, porque sus filosofías de vida eran un calco de mi forma de vivir. (Yo también odio con desesperación la rutina y la monotonía, a tal punto, que haría lo que sea con tal de no caer en ella; sin embargo, pudiendo hacer un libro de injertos de filosofía, con medias verdades y con mis investigaciones, y presentarlo como un auténtico libro vivencial, no lo hago, porque sencillamente no me sentiría bien con la verdad que quiero tanto. Para eso están las novelas. Pero el intento de pasar una novela como algo más es un engaño con uno mismo y con la realidad misma).
No sé realmente por qué hoy, después de años de saber la verdad sobre Castaneda me detengo a escribir al respecto. No es algo que cambiaría el mundo, ni algo que le sacará mucho provecho la gente. Quizá sea que estoy experimentando actualmente ciertas técnicas de exploración extracorporal (de momento, sin resignarme, nada) y por ahí volvió a resurgir el mito de Castaneda. O quizá porqué leí un libro de Martin Gardner que lo tacha de charlatán y mentiroso y cómo su mito sigue vivo en muchas Universidades americanas.
Sea lo que sea, a diferencia de Fulcanelli, Castaneda no quedará relegado en un cajón olvidado. Pues para el que profundiza en su historia, la que quiso con tanto ahínco borrar, se da cuenta que teniendo unos orígenes humildes, pasando hambre y siendo discriminado por ser sudamericano, se elevó entre las personas de su época y logró, finalmente, la inmortalidad que muchos buscamos: la de las letras.
Porque un buen libro de literatura siempre es vuelto a leer y releer. Así es el viaje de la imaginación.
Allí quedará, junto a su eterno Don Juan, en la memoria de la gente.
Nota:
Aqui un enlace para bajar importante información que recabe hace años:
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Enlace a los libros gratis de Castaneda
Video sobre los psicodelicos y el efecto en el cerebro: presiona aquí
Video reciente de la BBC sobre Carlos Castaneda
Debo reconocer que durante muchos años me fascinaron las ideas de Carlos Castaneda. Al descubrir que no había vivido nada de lo que narraba, igual su magia seguía presente, porque sus filosofías de vida eran un calco de mi forma de vivir. (Yo también odio con desesperación la rutina y la monotonía, a tal punto, que haría lo que sea con tal de no caer en ella; sin embargo, pudiendo hacer un libro de injertos de filosofía, con medias verdades y con mis investigaciones, y presentarlo como un auténtico libro vivencial, no lo hago, porque sencillamente no me sentiría bien con la verdad que quiero tanto. Para eso están las novelas. Pero el intento de pasar una novela como algo más es un engaño con uno mismo y con la realidad misma).
No sé realmente por qué hoy, después de años de saber la verdad sobre Castaneda me detengo a escribir al respecto. No es algo que cambiaría el mundo, ni algo que le sacará mucho provecho la gente. Quizá sea que estoy experimentando actualmente ciertas técnicas de exploración extracorporal (de momento, sin resignarme, nada) y por ahí volvió a resurgir el mito de Castaneda. O quizá porqué leí un libro de Martin Gardner que lo tacha de charlatán y mentiroso y cómo su mito sigue vivo en muchas Universidades americanas.
Sea lo que sea, a diferencia de Fulcanelli, Castaneda no quedará relegado en un cajón olvidado. Pues para el que profundiza en su historia, la que quiso con tanto ahínco borrar, se da cuenta que teniendo unos orígenes humildes, pasando hambre y siendo discriminado por ser sudamericano, se elevó entre las personas de su época y logró, finalmente, la inmortalidad que muchos buscamos: la de las letras.
Porque un buen libro de literatura siempre es vuelto a leer y releer. Así es el viaje de la imaginación.
Allí quedará, junto a su eterno Don Juan, en la memoria de la gente.
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