LUZBY BERNAL

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Libro Bereshit / Génesis (28:10 a 32:3) Reflexiones sobre la Parashá


Torá desde Jerusalem



Parashá Vayetzé - Y Salió
Libro Bereshit / Génesis (28:10 a 32:3)
Reflexiones sobre la Parashá

"Y Labán tenía dos hijas; el nombre de la mayor era Leá y el nombre de la menor, Rajel.   Y los ojos de Leá eran débiles" (Génesis 29:16,17)

Las tres de la mañana. Se pone a llorar el bebé. Si dejas que llore, probablemente se vuelva a dormir en un par de minutos. Después de todo, los bebés se pasan buena parte de la vida llorando. Te podrías dar vuelta y seguir durmiendo. El bebé va a dejar de llorar en un par de minutos.

El bebé deja de llorar porque, en su inconsciente, el sabe que las lágrimas no sirven. Pero cuando tu bebé empieza a llorar, y tú lo alzas, le estás enseñando una lección invalorable en la vida.

Nuestros Sabios nos enseñan que los ojos de Leá eran débiles porque constantemente lloraba al pensar que, como la hija mayor de Labán, estaba destinada a casarse con el hijo mayor de Yitzjak, el malvado Esav. Sin embargo, a pesar de que Yaakov amaba a Rajel y de que trabajó siete años por ella, y a pesar de todas las precauciones que se tomó Yaakov para que Labán no lo engañara, haciendo que se casara con Leá, las lágrimas de Leá lograron, no solo anular el decreto de que ella se casara con Esav, sino que inclusive ella fuera la primera mujer de Yaakov.

Cuando se han cerrado todas las puertas del Cielo, las puertas de las lágrimas continúan abiertas. Eso es algo que le puedes enseñar a tu bebé, inclusive a las tres de la mañana.

(Jidushei ha Lev) 


"Y Yaakov besó a Rajel y alzó su voz, y lloró" (Génesis 29:11) 

¿No te has fijado que cuando le compras un regalo a un niño, después de unos cuantos minutos, le llama la atención la caja en la que venía envuelto el regalo, más que el regalo en sí?

En lo que a mitzvot respecta, somos como niños a los que se les da un regalo que posee un valor imposible de calcular. No tenemos ni siquiera la más remota idea de lo que es una mitzvá, ni tampoco del valor que tiene. Si le das a un niño un collar con diamantes y rubíes, lo va a agarrar y se va a poner a jugar con él. Es brillante, y le llama la atención. Pero después de unos minutos probablemente ya se haya aburrido de él y se ponga a jugar con la caja de terciopelo rojo en la que venía envuelto.

"Y Yaakov besó a Rajel y alzó y la voz, y lloró".

Elifaz le preguntó a Yaakov qué debía hacer: ¿Cómo podía dejar con vida a Yaakov y aun así cumplir con la mitzvá de honrar la orden de su padre?

Yaakov le dijo que se llevara todo su dinero. Porque los Sabios dicen que la persona pobre es considerada como si estuviese muerta. De ese modo, Elifaz podía cumplir la orden de su padre. Pero se trata de un diálogo muy raro: si el padre de una persona le dice que coma una hamburguesa en McTerefá, ¿acaso sería penalizado por no cumplir con la mitzvá de honrar a sus padres?  Dicha mitzvá termina en el momento en que ellos te piden que quebrantes la voluntad de Di-s. Entonces, ¿por qué Elifaz buscó el consejo de Yaakov sobre cómo honrar a su padre? Es evidente que Elifaz no estaba obligado a cumplir con ninguna mitzvá. Pero a partir de esto vemos cuán grande era el amor de aquellas primeras generaciones por las mitzvot de Hashem. Tanto, que Yaakov estuvo dispuesto a quedarse sin un centavo para que Elifaz pudiera cumplir con la mitzvá de "kibud Av" (honrar al padre).

El tzadik es consciente de que hasta el regalo más insignificante que nos hace Hashem es igual de importante que el más grande. No se lo puede malgastar ni rechazar. Si bien Esav quería la muerte de Yaakov, y no su empobrecimiento, no obstante Yaakov Avinu renunció a toda su fortuna para que pudiera cumplirse una mitzvá.

Los Avot (patriarcas) conocían, como nadie lo ha sabido desde entonces, el valor de los "diamantes de la caja". Ellos no hubieran pensado dos veces en si dar o no de regalo la caja, renunciando a toda su fortuna, porque la caja no es más que el envase de los diamantes. Ellos sabían que este mundo y todas sus riquezas no son más que una caja de terciopelo rojo.

(Maiana shel Torá)


"... Y he aquí que había una escalera sobre la tierra y la parte superior llegaba al cielo; y he aquí que ángeles de Di-s subían y bajaban por ella" (Génesis 28:12)

Menciona la palabra "ángel" y en tu inconsciente probablemente flotará la imagen de un bebé no-aerodinámico, excesivamente rollizo y con alas, que va volando y practicando tiro al blanco con arco y flecha...

La palabra hebrea "malaj" tiene muy poco que ver con "ángel". En realidad, no hay palabra castellana que sea traducción literal de "malaj". El "malaj" es un mensajero espiritual incorpóreo. Entonces ¿por qué los ángeles necesitan una escalera? Seguramente son capaces de llegar a su destino sin necesidad de un aparato tan mundanal.

Yaakov es el tercero de los Patriarcas. Abraham, el primero, representa el "jésed", la benevolencia: ir hacia la gente, el modo expansivo, emocional. Su hijo, Yitzjak, representa el "din", el autocontrol, el análisis y el juicio intelectual. Yaakov es la escalera que une a ambos. Yaakov es la síntesis. Yaakov demuestra que no tiene por qué haber contradicción entre la cabeza y el corazón. Yaakov es la escalera que se apoya sobre la tierra, con la parte superior llegando al cielo. En esa escalera, la perfecta conexión entre la cabeza y el corazón, los ángeles pueden viajar a su destino designado.

(Rabí Reuven Lauffer, Rabí Menajem Nisel)


"Y Yaakov partió de Beer Sheva..." (Génesis 28:10)

Debe ser maravilloso ser gato. Hay tanta comida por todas partes. Cada tacho de basura debe ser como un restaurante exclusivo. No hay diferencia entre ese olor y el olor de un bistec recién hecho.

El hecho de que tu comida recién haya salido del plato de otro no te molesta en lo más mínimo. Obviamente, la única desventaja es... que tienes que ser gato. Yo, personalmente, aunque mis oportunidades gastronómicas sean más limitadas, prefiero ser un ser humano.

Al desarrollar una relación más cercana con Di-s, desarrollamos también una cierta sensibilidad al mundo que nos rodea. La letra de las canciones de la radio que solíamos tararear de pronto nos parece grosera y de mal gusto. Carteles que antes ni siquiera veíamos, ahora nos resultan increíblemente indecentes.

Se nos abrieron los ojos y los oídos. Ahora olemos la diferencia entre la basura y el bistec. Rashi nos dice que la Torá eligió la palabra "partir" en vez de "ir" para señalar que la partida de un justo deja una impresión. Cuando hay un justo en una ciudad, la ilumina con su presencia. Y cuando se va, se siente su falta.

Surge el interrogante: ¿por qué la Torá no empleó también el verbo "partir" cuando Abraham se fue de su lugar natal? Ciertamente, cuando Abraham se fue de Jarán debió haber habido la misma falta que cuando Yaakov se fue de Beer Sheva. Cuando Abraham se fue de Jarán, dejó atrás una ciudad de idólatras, personas cuya sensibilidad espiritual era del nivel de un gato, más o menos. En ningún momento percibieron la estatura espiritual de Abraham, mientras vivía en medio de ellos, y por eso su partida pasó inadvertida.

Cuando Yaakov se fue de Beer Sheva dejo atrás a sus padres, Yitzjak y Rivká. Fue en ellos que su partida dejó una gran impresión. Yitzjak y Rivká eran sensibles a la barométrica diferencia que causó la partida de Yaakov. Sin embargo, para el pueblo de Jarán no había ninguna diferencia entre un tacho de basura y un bistec.

(Jatam Sofer)


“Y he aquí que había una escalera sobre la tierra y la parte superior llegaba al cielo; y he aquí que ángeles de Di-s subían y bajaban por ella. Y he aquí que Hashem estaba parado encima de él...” (Génesis 28:12)

La "guematria" (el equivalente numérico) de la palabra "sulam" (escalera) es la misma que la de Sinaí: 130. Esto se debe a que el Monte Sinaí es la escalera que conecta lo físico con lo espiritual. Di-s "Se paró" en la parte superior de la escalera que vio Yaakov en su sueño, así como Di-s "se paró" en la parte superior de la montaña cuando fue entregada la Torá. Los ángeles que suben y bajan corresponden a Moshé y Aharón, quienes bajaron la Torá a este mundo. Hay una sola escalera que sale de este mundo. Una sola forma de alcanzar las estrellas. La plataforma de lanzamiento es el "Sinaí".

La aeronave es "la Torá".

(Midrash)


"Y tomó de las piedras del lugar, y las colocó alrededor de su cabeza, y se recostó en aquel lugar" (Génesis 28:11)

El Midrash nos dice que cada una de las doce piedras tener el mérito de ser la piedra sobre la cual colocara su cabeza el gran tzadik, Yaakov. Unos cuantos versículos más adelante (vers. 18), la Torá se refiere a una sola piedra, implicando que las piedras se habían transformado en una sola. ¿Qué significatividad tiene el hecho de que todas las piedras se transformen en una sola?

Las doce piedras simbolizan las doce tribus de Israel. La discusión que tenían las piedras era acerca de cual era la tribu que constituía la esencia del Pueblo Judío. ¿Era Leví, con los sacerdotes que habrían de oficiar en el Templo Sagrado? ¿O acaso era Issajar, quien habría de estudiar Torá? ¿O tal vez Zebulún, quien, a través de sus negocios, habría de sustentar a Issajar, para que pudiera estudiar Torá?

Cada una de las piedras afirmaba ser ella la esencia del Pueblo Judío, hasta que por fin Hashem las reunió a todas y las convirtió en una sola. Porque ninguna parte del Pueblo Judío por separado es su esencia, sino que la esencia de Israel reside en su unidad, pues solamente al estar unidos podemos cumplir con nuestro propósito: reflejar la Unidad del Creador, Quien une todas las cosas en Una Unidad.

(Rabí Calev Gestetner)


"Está en mi poder hacerte daño; pero el Di-s de tu padre Se dirigió a mí anoche, diciendo: Cuídate de hablar con Yaakov, ni bien ni mal" (Génesis 31:29)

Si Labán quería asustar a Yaakov, diciéndole que estaba en su “poder hacerte daño...”, ¿por qué luego destruye toda su credibilidad admitiendo que Hashem le dijo que tuviera cuidado de "hablar con Yaakov ni bien ni mal"? Así actúan los que buscan ganar status y poder a los ojos de los demás. Siempre que pueden, dejan oír un nombre importante.

Y Labán no pudo resistir la tentación: le dijo a Yaakov que nada más ni nada menos que Hashem le había hablado, si bien tal mención habría de frustrar todas sus amenazas.

(Rabí Mordejai Perelman)
Shabat Shalom.

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