Si de vez en cuando el hombre pudiera contemplar las cosas por los ojos del lobo, seguro que actuaría sobre la naturaleza de una forma más respetuosa. Pero para ello tendría que dejar de lado su visión egocéntrica y su afán de dominio; a cambio alcanzaría un grado de conciencia universal, que le proporcionaría la paz interior y la satisfacción de sentirse parte integrante y activa de un universo maravilloso y complejo.
La llamada del lobo puede escucharla el hombre atento desde dentro y desde fuera de sí mismo. Cuando lo oímos en nuestro interior, es un largo aullido que nos trae el viento del Oeste y nos recuerda que no se puede huir siempre. A veces, nos refugiamos en un mundo de razón y consumo, para no enfrentarnos a nuestra soledad, al silencio, a la oscuridad del bosque, al lobo. Cuando abrimos estas puertas y reconciliamos al hombre lobo, vemos en el bosque el lugar más seguro, oscuro y confortable del mundo.
No sabemos con certeza cuándo ni de qué manera el hombre empezó a pretenderse poseedor, primero de animales, de los que se apropiaba y aprovechaba (así acaparó a diferentes tribus de entre los animales que comen hierba), después de tierras, ríos, árboles, montañas; esa fiebre le hizo pensar que todo podía ser poseído y hasta llegó a olvidarse de que hubo un tiempo en que todas las tribus se poseían unas a otras sin llegar a poseerse, como posee el Gran Espíritu.
Seamos lobos y veamos a través de ellos!!!Amo los lobos!!!!
Meditaciones en el mar rojo
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