LUZBY BERNAL

sábado, 15 de enero de 2011

NUESTRO PODER Y CONEXION DIVINA

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¿Es posible que exista algún poder capaz de revelamos ocultas vetas de riquezas y tesoros insospechados? ¿Existe alguna fuerza a la cual podamos recurrir en nuestra búsqueda de la salud, la felicidad y la iluminación espiritual? Los santos y sabios de la India afirman que tal poder existe. Ellos han demostrado la eficacia de los verdaderos principios espirituales, eficacia que puede ser también comprobada por cualquiera de nosotros, siempre que estemos dispuestos a estudiarlos y aplicarlos objetivamente. Nuestro éxito en la vida no depende solamente de nuestra habilidad y entrenamiento personales, sino también de nuestra decisión para aprovechar las oportunidades que se nos presentan. Las oportunidades se crean en la vida; ellas no vienen por azar. Todas las oportunidades que surgen en nuestro sendero han sido creadas por nosotros mismos, ya sea en la actualidad o en el pasado; un pasado que incluye nuestras vidas anteriores. Puesto que nosotros mismos nos hemos ganado dichas oportunidades, hemos de aprovecharlas al máximo. Si hacéis uso de todos los medios externos accesibles, así como también de vuestras habilidades naturales para vencer cada obstáculo que se presente en vuestro sendero, desarrollaréis los poderes que Dios os ha otorgado: poderes ilimitados, que fluyen de los potenciales más íntimos de vuestro ser. Poseéis el poder de pensar y el poder de la voluntad: ¡utilizad al máximo tales dones divinos! Nosotros mismos somos los únicos responsables de nuestro destino. Nadie más responderá por nuestras acciones cuando llegue el momento del juicio final. Nuestra labor en el mundo —en la esfera en la cual nos ha colocado nuestro propio karma, es decir, el efecto de nuestras acciones pasadas— no puede ser desarrollada sino por una sola persona: nosotros mismos. Y nuestro trabajo puede ser llamado, en verdad, un “éxito”, únicamente en la medida en que ha servido en alguna forma a nuestro prójimo.

El Poder de la Interiorización

No es aconsejable revisar mentalmente un determinado problema en forma constante. Conviene dejarlo descansar ocasionalmente, dándole así tiempo para que se aclare por sí mismo; mas no permitáis que vuestra mente descanse en forma tan prolongada que lleguéis a olvidaros completamente de discernir. Aprovechad, más bien, dichos períodos de reposo para profundizar más en vuestro interior, sumergiendoos en la honda paz de vuestro íntimo Ser. Entonces, una vez que estéis en armonía con vuestra propia alma, seréis capaces de analizar todas vuestras acciones; y si apreciáis que vuestros pensamientos o vuestras obras se han desviado de la meta, podréis corregir su dirección. Este poder de divina “sintonización” (o armonización) puede desarrollarse a través de la práctica y del esfuerzo.

Podemos Controlar Nuestro Destino

La mente es la creadora de todo. Es por ello que deberíamos dirigir nuestra mente en tal forma que sólo cree el bien. Si nos aferramos a un determinado pensamiento, aplicando en ello nuestra fuerza de voluntad dinámica, dicho pensamiento llegará finalmente a manifestarse en forma externa y tangible. Y es así que, cuando somos capaces de utilizar nuestra voluntad con fines únicamente constructivos, nos convertimos en los amos de nuestro propio destino.

Se han mencionado recientemente tres importantes vías a través de las cuales es posible activar la voluntad, tornándola verdaderamente dinámica: 1) Elegid una tarea sencilla, o alguna actividad que jamás hayáis dominado bien, y proponeos desarrollarla en forma exitosa. 2) Aseguraos de que vuestra elección ha recaído sobre algo factible y constructivo a la vez, rechazando luego toda idea de fracaso. 3) Concentraos en un solo objetivo, aplicando todas vuestras capacidades y aprovechando cuanta oportunidad se os presente para materializar vuestro propósito. Mas debemos siempre procurar obtener la certeza interior —nacida de la serena profundidad de nuestro más íntimo Ser— de que lo que perseguimos es algo correcto, que nos conviene conseguir, y que está de acuerdo con los designios divinos. Una vez obtenida dicha seguridad, podemos entonces aplicar toda la fuerza de nuestra voluntad para alcanzar nuestro objetivo, pero manteniendo siempre nuestros pensamientos concentrados en Dios: la Fuente suprema de todo poder y de toda realización.

El cerebro humano es un almacén de energía. Dicha energía está siendo constantemente utilizada en los movimientos musculares, en el trabajo del corazón, los pulmones y el diafragma, en el metabolismo de las células tisulares y sanguíneas, y en la labor del sistema telefónico sensitivomotor de los nervios. Además de todo esto, una tremenda cantidad de energía vital se consume en todos los procesos intelectuales, emotivos y volitivos.

Superad el Temor a Través de la Fe

El temor agota la energía vital; éste es uno de los mayores enemigos de la fuerza de voluntad dinámica. La fuerza vital que fluye habitualmente a través de los nervios en forma constante, es exprimida de ellos de tal manera a causa del temor, que los nervios mismos se comportan como si estuviesen paralizados, y la vitalidad de todo el cuerpo se reduce. El temor no os ayuda a alejaros del objeto que lo provoca, sino que solamente debilita vuestra fuerza de voluntad. Urgido por el temor, el cerebro genera un impulso inhibidor que actúa sobre todos los órganos del cuerpo, constriñendo el corazón, interrumpiendo las funciones digestivas, y provocando numerosas otras perturbaciones físicas. Cuando se mantiene la conciencia enfocada en Dios, no se puede abrigar temor alguno; se dispone entonces de la capacidad para vencer todos los obstáculos, a través del valor y de la fe.

Un “deseo” es una aspiración carente de energía. Un deseo puede o no ser seguido de una “intención”, esto es, del proyecto de realizar algo concreto, de satisfacer, de hecho, un determinado anhelo. Mas, “querer”, significa decir: “Trabajo y trabajaré siempre, hasta que consiga cumplir mi deseo”. Toda vez que ejercemos nuestra fuerza de voluntad, ponemos en acción el poder de la energía vital; mas no sucede así cuando deseamos en forma meramente pasiva el poder conquistar un determinado objetivo deberéis reiniciar vuestra lucha en otra nueva vida. Tanto el éxito como el fracaso, no son sino los justos resultados de vuestras obras pasadas, más vuestras obras actuales. De modo que deberíais estimular todos los pensamientos de éxito de vuestras vidas pasadas, hasta que, una vez revitalizados, se tomen capaces de dominar la influencia de todas las tendencias al fracaso que existan en vuestra vida presente. La diferencia entre un hombre de éxito y un hombre fracasado, no reside en la cantidad o magnitud de las dificultades con que se han enfrentado a
De modo que deberíais estimular todos los pensamientos de éxito de vuestras vidas pasadas, hasta que, una vez revitalizados, se tomen capaces de dominar la influencia de todas las tendencias al fracaso que existan en vuestra vida presente. La diferencia entre un hombre de éxito y un hombre fracasado, no reside en la cantidad o magnitud de las dificultades con que se han enfrentado ambos, sino en que el primero, aun cuando haya a quizás mayores dificultades, ha dominado el arte de rechazar siempre toda idea de fracaso. Deberíais transferir vuestra atención del fracaso al éxito, de las preocupaciones a la calma; de las divagaciones mentales a la concentración, de la inquietud a la paz, y de la paz a la divina dicha interior. Cuando alcancéis este último estado de realización, habréis cumplido gloriosamente con el propósito de vuestras vidas.

La Necesidad del Autoanálisis

Otro secreto del progreso consiste en el autoanálisis. La introspección es un espejo en el cual nos es posible contemplar algunos recodos de nuestra mente; sin su práctica, éstos permanecerían ocultos a nuestra vista. Hemos de diagnosticar la causa de nuestros fracasos y —haciendo un balance de nuestras buenas y malas tendencias— analizar lo que somos, lo que deseamos llegar a ser, y cuáles son los defectos que nos lo impiden. Hemos de determinar primero cuál ha de ser la verdadera naturaleza de nuestra obra personal—es decir, cuál es nuestra misión en la vida— para aplicarnos luego a la tarea de transformarnos en lo que deberíamos y querernos ser. A medida que nuestra mente se mantenga cada vez más enfocada hacia Dios, y nos sintonicemos así con su voluntad, progresaremos en nuestro sendero con una seguridad cada vez mayor. Aun cuando nuestro propósito fundamental consiste en encontrar nuestro camino de regreso hacia Dios, tenemos que desempeñar también una determinada labor en el mundo exterior. Y es la voluntad, combinada con la iniciativa, lo que nos ayudará a reconocer y cumplir dicha labor.

El Poder Creador de la Iniciativa

¿En qué consiste la iniciativa? Ella es una íntima facultad creadora, una chispa del Creador Infinito en nuestro interior. Es ella quien nos dota del poder de crear algo que nadie ha creado jamás, impulsándonos a realizar las cosas en una forma nueva, original. Si observamos las obras de un individuo de iniciativa, nos parecerán tan espectaculares como un meteoro. Creando algo a partir aparentemente de la nada, dicha persona nos demuestra que lo que parece imposible puede tornarse posible, a través del empleo personal del tremendo poder inventivo del Espíritu. La iniciativa nos capacita para pararnos sobre nuestros propios pies, libres e independientes; es uno de los atributos del éxito.

Contemplad la Imagen de Dios en todos los Hombres

Muchos son los que suelen justificar sus propias faltas, mas juzgan duramente las ajenas; deberíamos invertir tal actitud, excusando los defectos de los demás, mas examinando crudamente los propios. Puede que, en determinadas ocasiones, sea indispensable analizar a otras personas; en tal caso, lo importante es recordar que, en el acto del análisis, debemos mantener nuestra mente libre de todo prejuicio. Si sostenemos un buen espejo firmemente en nuestras manos, reflejará los objetos que coloquemos ante él en forma fiel, sin distorsión alguna; asimismo, una mente imparcial actúa como un perfecto espejo firmemente sujeto, en el cual se reflejan fielmente las imágenes de las personas, sin ser distorsionadas por las oscilaciones de los juicios precipitados. Aprended a ver a Dios en todos los hombres, independientemente de su raza o credo. Sólo cuando comencéis a sentir vuestra unidad con todo ser humano, conoceréis qué es, en verdad, el amor divino, y no antes. A través del servicio mutuo nos olvidamos de nuestro pequeño ser, y vislumbramos al único Ser infinito, al Espíritu que une a todos los hombres.

Los Hábitos del Pensamiento Controlan Nuestras Vidas

Nuestros hábitos tienen el poder de acelerar o de retardar nuestro éxito. Son nuestros hábitos mentales cotidianos los que modelan nuestras vidas; ellas no se rigen tanto por nuestras inspiraciones pasajeras o por nuestras brillantes ideas. Los hábitos del pensamiento funcionan como imanes atrayendo hacia nosotros determinados objetos, personas o condiciones. Los buenos hábitos del pensamiento os capacitan para atraeros diversos beneficios y oportunidades, mientras que los malos hábitos del pensamiento os atraen hacia personas de mentalidad materialista y hacia ambientes desfavorables. Si aspiráis a acabar con un mal hábito, debilitadlo primero evitando toda circunstancia tendiente a provocarlo o a estimularlo, mas evitad concentraros en él, en vuestro celo por evadirlo. Encauzad luego vuestra mente hacia algún buen habito, cultivándolo en forma constante, hasta que se convierta definitivamente en parte de vuestro ser. Hay en nuestro interior dos fuerzas opuestas, entregadas a una lucha constante. Una de ellas nos insta a hacer lo que no debiésemos, mientras que la otra nos urge a realizar lo debido, lo que parece difícil una es la voz del mal, y la otra es la voz del bien, o de Dios. A través de duras lecciones cotidianas, algún día llegaremos a ver claramente que los malos hábitos alimentan el árbol de los insaciables deseos materiales, mientras que los buenos hábitos alimentan el árbol de as aspiraciones espirituales. Deberíamos concentrar nuestros esfuerzos cada vez más en desarrollar exitosamente el árbol de nuestra espiritualidad, de modo que podamos algún día cosechar de él el fruto maduro de la realización de nuestro verdadero Ser. Si sois capaces de liberaros de todo tipo de malos hábitos, y si sois capaces de actuar correctamente porque os nace hacerlo —y no solamente con el objeto de evitar el dolor que acompaña a una mala acción— sabed entonces que estáis progresando de verdad en el Espíritu.

Solamente cuando desechamos de nosotros todos nuestros malos hábitos somos verdaderamente libres. Nuestras almas jamás conocerán la libertad mientras no lleguemos a ser los verdaderos amos de nosotros mismos, mientras no seamos capaces de obligarnos a realizar lo debido, aun cuando no lo deseemos. En este poder de autocontrol, yace la semilla de la libertad eterna.

Se han mencionado ya diversos importantos atributos del éxito: los pensamientos positivos, la voluntad dinámica, el autoanálisis, la iniciativa y el autocontrol. Numerosos libros populares destacan una o más de estas condiciones, mas no prestan atención alguna al Poder Divino que yace en el fondo de todas ellas. La “sintonización” (o armonización) con la Voluntad Divina constituye el factor más importante para atraer el éxito. El poder de la Voluntad Divina es la fuerza que mueve el cosmos y todo cuanto hay en él. Fue la voluntad de Dios la que arrojó las estrellas en el espacio y es su voluntad la que sostiene a los planetas en sus órbitas, y dirige los ciclos de nacimiento, crecimiento y decadencia en todas las formas de vida. Cuando actúa guiada por el error, la voluntad humana nos extravía; mas cuando es guiada por la sabiduría, dicha voluntad

El Poder de la Voluntad Divina

La Voluntad Divina no conoce fronteras; opera a través de leyes tanto conocidas como desconocidas, tanto naturales como aparentemente sobrenaturales. Ella puede modificar el curso de un destino, resucitar a los muertos, arrojar montañas al mar, y crear nuevos sistemas solares.

El hombre, creado a imagen de Dios, posee también en su interior esa misma omnipotente fuerza de voluntad. La suprema responsabilidad del hombre consiste en descubrir cómo mantenerse en armonía con la Voluntad Divina y ello se logra a través de la practica de la meditación en forma correcta.
Dios abriga un plan para cada uno de nosotros, y si pudiésemos seguirlo fielmente, contaríamos con una guía interior que nos salvaría de los abismos de la desgracia; mas frecuentemente su plan se ve oscurecido por los conflictos de nuestras vidas, y perdemos así dicha guía.

Dijo Jesús: “Cúmplase Tu voluntad”. Cuando el hombre sintoniza su voluntad con la voluntad de Dios —la cual opera guiada por la sabiduría— él está de hecho empleando la Voluntad Divina. Todos los hombres pueden llegar a alcanzar la armonía perfecta con la voluntad del Padre Celestial, por medio de ¡a práctica de las técnicas correctas de meditación, desarrolladas en la antigüedad por los sabios de la India.

Del Océano de la Abundancia

Tal como todo poder yace en la voluntad divina, así también todo don espiritual y material fluye de la inagotable fecundidad divina. Con el objeto de capacitamos para recibir los dones de Dios, debemos desterrar de nuestras mentes toda idea de limitación y de pobreza. La Mente Universal es perfecta y no conoce carencia alguna; si deseáis. poneros en contacto con tal infalible fuente de abastecimiento, debéis mantener en vuestras mentes una conciencia de abundancia. Aun cuando no sepáis de dónde podrá llegaros el próximo centavo, evitad toda aprensión. Si realizáis vuestra parte en la faena, confiando en que Dios realizará la suya, descubriréis que misteriosas fuerzas vienen en vuestra ayuda, y que vuestros deseos constructivos se materializan prontamente. Semejante confianza, así como también una conciencia de abundancia,
se pueden desarrollar a través de la meditación.

Puesto que Dios es la fuente de todo poder, paz y prosperidad, no persigáis vuestros deseos ni os pongáis en acción jamás, sin comunicar con El primero. Al proceder en esta tanto vuestra voluntad como vuestra actividad en la disposición adecuada para conquistar las más altas metas. Tal como no podéis transmitir ningún mensaje a través de un micrófono arruinado, tampoco es posible emitir plegaria alguna a través de un micrófono mental descompuesto por la inquietud. Reparad, por lo tanto, vuestro micrófono mental, y aumentad la receptividad de vuestra intuición, por medio del ejercicio de una profunda calma interior; en esta forma os capacitaréis tanto para transmitirle vuestros mensajes a Dios en forma efectiva, como para recibir sus respuestas. Una vez que habéis reparado vuestra radio mental y os encontráis serenamente sintonizados con vibraciones constructivas, ¿cómo podéis hacer uso de dicho instrumento psicológico para poneros en contacto con Dios? El método correcto de meditación os aporta la vía. Antes de comprometeros en cualquier asunto de trascendencia, sentaos serenamente, aquietad vuestros sentidos y vuestros pensamientos, y meditad profundamente

La Vía de la Meditación

A través del poder de la concentración y de la meditación, es posible encauzar el inagotable potencial de nuestra mente en tal forma que nos conduzca hacia la materialización de nuestros deseos, protegiendo a la vez todas las puertas contra la entrada del fracaso. Todos los hombres y mujeres de éxito dedican. un tiempo considerable a la concentración profunda. Ellos son capaces de sumergirse hondamente en el océano de sus propias mentes, descubriendo allí las perlas de las soluciones correctas para los problemas que les preocupan. Si aprendéis cómo retraer vuestra atención de todos los objetos de distracción, concentrándola por entero en un solo objeto, aprenderéis también cómo atraer a voluntad todo cuanto necesitéis, seréis guiados entonces por el gran poder creador del espíritu. A continuación, deberéis emplear todos los medios materiales necesarios para conquistar vuestra meta. No necesitáis en vuestra vida sino solamente aquellos objetos que os servirán de ayuda en la realización de vuestro propósito fundamental. Todo aquello que tal vez deseáis, mas no necesitáis, puede desviaros de tal propósito. Sólo se alcanza el éxito cuando se subordina todo lo demás en función de nuestro objetivo primordial.

¿En qué Consiste el Éxito?


Deteneos a pensar si acaso la conquista de la meta que habéis elegido os habrá de significar o no el éxito. ¿Qué es lo que constituye el éxito? Si disponéis, por ejemplo, de salud y de riquezas, mas tenéis conflictos con todo el mundo —incluso con vosotros mismos— no es ciertamente una vida exitosa la vuestra. Vana se vuelve nuestra existencia cuando no podemos encontrar en ella la felicidad. Cuando perdéis vuestra fortuna, habéis perdido poco; cuando perdéis la salud, habeis perdido algo de mayor trascendencia; mas cuando perdéis vuestra paz mental, entónces habréis perdido, en verdad, el mayor tesoro. El éxito, por lo tanto, debería medirse por el criterio de la felicidad, es decir, por nuestra capacidad para permanecer en serena armonía con las leyes del cosmos. No es posible medir correctamente el éxito aplicando los barómetros mundanos de la riqueza, el prestigio y el poder, ya que ninguno de ellos garantiza la felicidad, salvo que sean empleados en forma correcta. Y para poder hacer un uso correcto de tales dones, debemos poseer sabiduría, y amar a Dios y a los hombres.

Sois Vosotros Mismos Quienes os Premiáis y os Castigáis
Dios no os premia ni castiga. Él os ha dotado del poder de autopremiaros o de autocastigaros, por medio del uso o abuso que hagáis de vuestra propia razón y de vuestra fuerza de voluntad. Cuando se transgreden las leyes de la salud, la prosperidad y la sabiduría, inevitablemente se debe sufrir la enfermedad, la pobreza y la ignorancia. Así pues, deberíais fortalecer vuestra mente, y rehusar continuar soportando la carga de vuestras propias debilidades psicológicas o morales, adquiridas en el pasado: quemadlas en el fuego de vuestras divinas resoluciones presentes y de vuestras buenas obras actuales; a través de esta constructiva actitud, alcanzaréis la libertad. La felicidad depende en cierto grado de las condiciones externas, pero fundamentalmente, de nuestras actitudes mentales. Para ser felices deberíamos poseer buena salud, una mente equilibrada, una vida próspera, un trabajo adecuado, un corazón agradecido y, por sobretodo sabiduría o conocimiento de Dios. 




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