LUZBY BERNAL

jueves, 28 de julio de 2011

Yuri, la cantante mexicana que tocó el cielo y descendió al infierno



Yuri
La cantante mexicana Yuri se presentará en Bogotá el 28 de julio de 2011.
Foto: Archivo Particular


Logró el estrellato con sus baladas y se sumergió en los vicios. Ahora tiene una nueva oportunidad.

Cuando Dulce Canseco se enteró de que estaba embarazada, sentenció:

-Este hijo va a ser artista.

Canseco, ama de casa nacida en Veracruz, México, esposa de un médico de clase media -Carlos Valenzuela-, siempre había querido brillar en los escenarios y no había podido. Entonces decidió transmitirle ese sueño a su hijo por llegar. Y nació mujer. El 6 de enero de 1964 (según su autobiografía). La llamó Yuridia, más tarde conocida como Yuri.
En la escuela veracruzana, la niña Valenzuela era la que cantaba y bailaba en todos los actos. En el día de la madre, del padre, del agua, del maestro. Orientada por su mamá, entró a un concurso de ballet que ofrecía como premio una beca para estudiar en el Bolshoi, de Moscú. Se lo ganó, pero a su papá le pareció que era muy pequeña para separarse de casa e irse a un país lejano. Durante varios días, en forma de protesta por la decisión paterna, Yuridia se encerró en su habitación a llorar, sin querer casi ni comer.

-No te preocupes, mijita, voy a hacer un grupo musical para ti -le dijo su mamá, casi más desconsolada que la niña.

Y con el mismo ímpetu que después la llevaría a ser conocida como 'Mamá Gallo', Canseco reunió a otros niños y organizó un grupo que se llamó 'Yuri y la Manzana Eléctrica', que, en lugar de hacer temas infantiles, propios de su edad, se dedicó a hacer versiones de los años 70. Tuvo buena acogida en Veracruz, incluso cuentan que abrió conciertos de artistas reconocidos, como la mismísima Celia Cruz. Pero a Canseco no le bastó con ese triunfo local y tomó la decisión de irse a Ciudad de México a buscar más para Yuri (y para ella, también, tal vez). Su esposo no estuvo de acuerdo, pero poco le importó. Ni le importó que sus dos hijos menores tuvieran que quedarse a cargo de familiares cercanos. La familia Valenzuela Canseco se descomponía, pero Dulce no iba a dejar que el sueño se quedara en proyecto.

-Llegamos a Ciudad de México sin un peso. Yo pasaba por las vitrinas de comida y se me iban los ojos. Pasamos tanta hambre que me vino una anemia -recuerda Yuri.
Durante dos años, vivieron en hoteluchos de mala muerte, sin plata y comiendo una vez al día. Y sin estudio, para una niña que llegaba a los 12 años y que nunca terminó el colegio. Su mamá se iba día a día a los pasillos de las grandes programadoras y se sentaba a la entrada. A Televisa, por ejemplo, llegaba e interpelaba a cuanto productor veía pasar.

-Señor, tengo una hija muy talentosa, quiero que la oiga cantar -les repetía. Por mucho tiempo, la respuesta fue el silencio, pero no cejó en su empeño.

-Mira esas lucecitas, Yuri -le decía su mamá, señalándole la ciudad cuando anochecía-. En todas te van conocer. Todos van a saber quién eres tú.
Poco a poco se abrieron puertas para que la niña participara en programas de gran sintonía ('En familia' con Chabelo o 'Siempre en domingo', por ejemplo) y para hacer extras en telenovelas. Un productor le grabó un primer disco que pasó tan inadvertido como si nunca hubiera existido. Luego, vino su elección para representar a su país en el Festival OTI, donde terminó por ser descalificada, al cantar una versión de un tema considerado plagio.


Sin embargo, dejó su voz de adolescente en la memoria de mucha gente del medio y la siguiente producción discográfica fue un éxito en su país y en varios lugares de Latinoamérica. Se llamó 'Esperanzas', también versión de una canción del dúo español 'Los Pecos' (¿qué habría sido de la carrera de Yuri sin los covers, sobre todo italianos?). Por fin empezaba a abrirse el camino.
Su mamá ejercía de mánager, jefe de prensa y, bueno, también de mamá. Tenía el control sobre Yuri, tanto que la guardaba en su casa por semanas y sin opciones de salir a otra cosa que no fueran actos artísticos, con el fin de "protegerla". Los muchachos que se le acercaban solían ser calificados por su mamá como homosexuales, "seguramente para que yo me desinteresara", dice Yuri.

Pero la adolescente crecía. Ya llegaba a los 20 y no solo quería responderse preguntas en el escenario. También en la vida. Tuvo algunos novios que su mamá aceptaba (como Abraham Méndez, hermano de la actriz Lucía Méndez, y un chico del grupo 'Los Chamos'), pero siempre controlaba hasta dónde podían llegar.
Mientras en el escenario llegaban los aplausos en presentaciones, como la que hizo en 1984, en Viña del Mar, Yuri empezaba a rebelarse contra ese dominio.
A principios de los 90 conoció a Fernando Iriarte, que también era parte del mundo del espectáculo y con quien empezó a tener un romance "que ya no era solo de besitos". De inmediato, Dulce lo vio como un enemigo para vencer. Lo desprestigió ante su hija, pero a ella esta vez no le importó. Cuando le anunció a su mamá que se casaría con Iriarte, la madre empezó una batalla que la llevó, incluso, a usar el arma que solía cargar en su cartera. Enfurecida, llegaba donde Iriarte echando tiros al aire y advirtiéndole que se alejara de su hija.


Una noche, después de un concierto en el que compartió tarima con Luis Miguel, Yuri dijo que necesitaba el baño y aprovechó para escaparse y casarse a escondidas. "Fue la boda más horrible de la vida", ha relatado varias veces Yuri. Se casó de negro y a la reunión solo fue un hermano, pues toda la familia estaba en su contra.

Iriarte se convirtió en su mánager y su productor. En esa etapa vinieron discos importantes para su carrera, como 'Aire', 'Isla del sol' y 'Sui géneris'. Pero al tiempo que su vida musical crecía y Yuri se convertía en una de las figuras más importantes de la balada en español -con pintas y maneras que copiaba sin ocultar de íconos como Madonna-, su matrimonio se vino abajo.

La relación se centró en el trabajo y descuidó lo emocional,
explicaría luego la cantante, respecto de lo que llegó de forma inevitable: la ruptura.

A mediados de los 90 y de un momento a otro Yuri se quedó sola: sin su esposo, sin quién manejara su carrera, sin su familia (con su mamá no se hablaba y sus hermanos la rechazaban, pues no olvidaban que, por ella, su mamá los había dejado solos desde niños).

Se sentía libre, "pero confundí libertad con libertinaje", dice hoy. De un hombre o de ninguno, pasó a tener dos, tres, cuatro al tiempo. Arrancó su consumo de alcohol y de pastillas para dormir. De alguna manera, conseguía que en el escenario nada de esto se notara. Y llegaron discos de oro por Suramérica y España, y primeros puestos en Billboard, y postulaciones para Grammys.

Ese equilibrio funcionó al principio. Sus cuerdas vocales sintieron el abuso y se quedó sin fuerza en la voz. Tuvo que ser operada de pólipos en la garganta y pocos daban algo por que volviera ese tono que había hecho famosos temas como 'La maldita primavera' o 'Yo te amo, te amo'. Sin poder grabar, en soledad y adicta (sobre todo al sexo, como lo admite), cayó en una depresión que la emparedó en su casa y la llevó a pensar en quitarse la vida. "Me paré al borde de una ventana, pensando en lanzarme. Pero sentí una voz. Créeme. Me dijo que Él daba la vida y Él era quién podía quitarla".

Y en lugar de lanzarse al vacío, se lanzó a la fe, guiada por un tío cristiano. Entonces, anunció que se retiraría de los escenarios comerciales para dedicarse a la religión. Al principio, pocos le creyeron, pero la verdad es que, desde fines de los años 90 hasta el 2002, Yuri solo cantó en iglesias cristianas y se centró a predicar la Biblia, acompañada de quien hoy es su marido, Rodrigo Espinoza, músico chileno a quien había conocido en un Festival de Viña del Mar, y con quien hoy dirige la iglesia Casa de Restauración.
Allá, Yuri ejerce como pastora y cuenta que Dios le ha dado el don de la liberación, por medio del cual ha sacado a muchas personas de los "espíritus negativos" que las poseen. Sobre todo del que ella conoció de primera mano: el sexo. "Por la vía sexual te pasan los demonios", dice.
Ella tuvo el virus del papiloma y mucho se dijo que por cuenta de ello no había podido quedar embarazada. Hace dos años, la pareja adoptó una niña, Camila.

"Es más difícil ser pastora que ser artista", afirma Yuri. 

En el 2002, decidió volver a los escenarios con su repertorio de siempre, que todavía estaba en la memoria de sus seguidores, y con canciones nuevas no cristianas, aunque acordes a su nueva etapa.
"Ya no canto temas que se refieran a la promiscuidad o el adulterio, por ejemplo", dice, o si lo hace realiza primero una introducción explicando que eso no conduce a nada.

"Yo fui amante, y eso no te trae nada bueno. Siempre estuve de segundas", agrega. Con o sin prédica de por medio, está segura de tener un repertorio que dejó huella en su público y que le permitió irse y volver.

"La gente tiene memoria; a lo mejor la prensa no, pero la gente sí, y por eso estoy aquí de nuevo".


MARÍA PAULINA ORTIZ
Redactora de EL TIEMPO

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