Domingo, 27 de mayo, 2012 1:07 P.M.
Hablando de Conciencia
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Posted: 27 May 2012 10:31 AM PDT
Hipnosis,
placebo, pensamiento positivo, fe espiritual, sueños lúcidos y
meditación son algunas de las formas por medio de las cuales la ciencia
moderna ha redescubierto que la mente es capaz de operar y sanar el
cuerpo.
El Dhammapada, uno de los textos budistas más influyentes, inicia de esta manera: «Somos lo que pensamos. Todo lo que somos surge de nuestros pensamientos».
Estas palabras se le atribuyen a Buda y se remontan a unos 2500 años,
tiempo también que ha tardado la ciencia occidental en reconocer el
poder de la mente sobre el cuerpo. Pero parece que por fin, a la luz de
la evidencia, el pensamiento científico acepta que el pensamiento —sin
reconocer del todo algo como la “energía psíquica”— es fundamental al
moldear los estados físicos que experimentamos.
Una de las publicaciones de divulgación científica más importantes del mundo, la revista New Scientist,
dedica una reciente edición al poder de la autosanación. Como bien dice
la editora Jo Marchant, ya no se necesita ser hippie para creer en el
poder de la mente, ahora la ciencia, apoyada en investigaciones
rigurosas, puede constatar que la mente es clave en la salud y que
probablemente sea el “ingrediente activo” más importante de toda la
medicina.
Diferentes
estudios en torno al placebo, la hipnosis, la meditación, el
pensamiento positivo, la confianza y la intención (entre otros que
analizaremos más adelante), muestran que la mentalización ejerce una
influencia significativa en determinar el estado de salud de una
persona. Esto funciona en ambas direcciones: personas que muestran
un alto grado de fe, confianza en sí mismas (o en los placebos), que
meditan, visualizan o hacen algún tipo de proyección mental, responden
reiteradamente mejor a los tratamientos, se enferman menos y tienen un
mayor calidad de vida. Personas sometidas al estrés, que exhiben poca
confianza —interés e intención—, que pueden ser calificadas como
pesimistas y que en suma no utilizan su mente como herramienta para
transformar su cuerpo, por el contrario, tienden a enfermarse más y a
responder con menor efectividad a todo tipo de tratamientos.
Tal
vez podría parecer una simplificación de la vida y de situaciones tan
complejas como pueden ser algunas enfermedades, pero de manera profunda
nuestros estados mentales se convierten en nuestro estados físicos y, de
alguna forma que se nos escapa en la cotidianidad, la mayoría de
nuestras enfermedades son el resultado de procesos psíquicos. Aunque la
ciencia occidental contemporánea no ha formulado aún una concepción
totalmente integral de la salud, en la que ninguna enfermedad esté
desligada de un proceso de mente-cuerpo, es probable que avance hacia
allá, curiosamente una evolución que es un regreso a las premisas de la
medicina y de la filosofía de culturas tradicionales (generalmente
consideradas como primitivas por la ciencia moderna): un entendimiento
holístico de la naturaleza.
En
este sentido, además de explorar diversas técnicas de mentalización
para sanar, habría que reflexionar sobre aquellos pensamientos y
patrones mentales que nos han llevado a enfermar, muchos de ellos se
ocultarán en nuestro inconsciente y querremos evitar enfrentarlos, pero
en el proceso de detectarlos y observarlos estaremos iniciando un viaje
vital de autoconocimiento en el que cada uno de nosotros puede
convertirse en su propio chamán —verdaderamente en el único médico que
puede hacer sanar desde la raíz. Hasta que no hagamos consciente nuestro
inconsciente, como enfatizó Carl Jung, estaremos predispuestos ante
serie de contingencias que permanentemente amenazan con tomar control de
nuestro cuerpo y de la dirección que lleva nuestra vida. (Hacer
consciente lo inconsciente también permite que se conozca cómo funciona
la mente —al ver las causas y los efectos de manera transparente— y de
esta forma evita que tengamos que ser hipócritas o impostores pensando
positivo buscando una especie de efecto mágico desconocido y llenando el
mundo de sonrisas falsas programadas).
Cada pensamiento, cada actividad mental que realizas, es una semilla de lo que serás.
No es necesario invocar a la magia para entender esto, sino a la más
pura causalidad, a una minuciosa concatenación de eventos y situaciones
mentales que van, de la misma forma que el ejercicio físico, moldeando
nuestra anatomía psíquica, la cual ejerce potestad sobre nuestro cuerpo.
Como suele decirse en el yoga: “el cuerpo no es sólido, solo la mente”.
En la medida en la que seamos capaces, a través de la disciplina, de
generar estados mentales suficientemente flexibles, podremos seguramente
superar los escollos del cuerpo y de ese supuesto determinismo
inexorable que presenta la genética.
PLACEBO
“Yo les hablo a mis pastillas”, dice Dan Moerman, profesor de antropología en la Universidad de Michigan “Hey, muchachos, sé que están haciendo un excelente trabajo”. Tal vez esto pueda parecer ridículo, hablarle a tus píldoras como si fueran seres animados, pero todo indica que funciona.
Hay
algo que está claro: el efecto placebo está lejos de ser solamente
imaginario. Varios padecimientos como el Parkinson, la osteoartritis, la
esclerosis múltiple y por supuesto la depresión, se benefician del
tratamiento con placebo. Estudios muestran cambios notables bajo el
influjo del placebo, tales como la generación de analgésicos naturales,
alteración en los patrones de excitación neuronal, disminución en la
presión sanguínea y en el ritmo cardiaco y una mejoría en la respuesta
inmunológica. Incluso hay evidencia de que algunos fármacos funcionan amplificando el efecto placebo —cuando las personas no saben que las están tomando dejan de funcionar.
Por
otro lado, solamente creer en los efectos dañinos de una sustancia
puede hacer que los padezcas, hasta el punto de que el efecto “nocebo”
(el hermano maligno del placebo), puede llegar a matar a una persona (New Scientist, 13 May 2009, p 30).
El
placebo es especialmente una prueba del poder de la mente de programar
al cuerpo, ya que funciona incluso cuando una persona sabe que es
placebo. Un estudio reciente en la escuela de medicina de Harvard hizo
que pacientes con síndrome de intestino irritable tomaran una píldora
inerte. Se les dijo a los pacientes que las pastillas estaban hechas de
“una sustancia inerte, como pastillas de azúcar, que han demostrado en
estudios clínicos producir mejoras significativas en los síntomas del
intestino irritable a través de un proceso de autosanación
mente-cuerpo”, lo cual es totalmente verdad. Pese a saber que las
pastillas eran inertes, los pacientes que las tomaron reportaron una
mejora en sus síntomas significativamente superior a los pacientes que
no tomaron el placebo (PLoS ONE, vol 5, e15591).
Así que ya sabes, programa tus pastillas, otórgales propiedades extraordinarias de sanación. Es más, programa tu comida. Programa tu ambiente.
Sí, el mundo es placebo, y eso puede ser desconcertante, pero lo
cierto es que lo que significa esto es que el mundo puede ser
exactamente como lo programes, al programarte a ti mismo.
PENSAMIENTO POSITIVO, OPTIMISMO
Nunca
subestimes el poder del pensamiento positivo, aunque esto pueda parecer
una solución demasiado simple o hasta estúpida para un problema (el
verdadero problema yace en poder sostener el pensamiento positivo e
intencionado por una buena cantidad de tiempo).
Los
optimistas se recuperan más rápido de los procedimientos quirúrgicos,
tienen sistemas inmunológicos más sanos, viven más en general y en
especial cuando padecen enfermedades como el cáncer o falla del riñón (Annals of Behavioral Medicine, vol 39, p 4).
En cambio el pensamiento negativo y la ansiedad son importantes causas de enfermedades. El estrés —expresado como la creencia de que estamos en riesgo— detona vías fisiológicas como la respuesta de correr o pelear. Estas
han evolucionado para protegernos en situaciones extremas, pero cuando
se encienden por periodos prolongados incrementan el riesgo de padecer
diabetes o demencia. Así que tranquilo, nada va a pasar si no crees que
va pasar. A menos de que haya un (hambriento) tigre dientes-de-sable
sentado a lado de tu escritorio, no te preocupes, no es tan importante
lo que estás haciendo. Las chill-pills son
gratis y son ubicuas en el espacio como hologramas etéreos
fosforescentes que pululan alrededor de tu cabeza si te tomas un minuto
para enfocar.
Científicos empiezan a descubrir que las creencias positivas no solo funcionan aplacando el estrés. Sentirse sano y salvo, o creer que las cosas saldrán bien, ayuda al cuerpo a mantenerse y repararse. Un
estudio reciente concluyó que los beneficios del pensamiento positivo
ocurren de manera independiente de los estados negativos, como el
pesimismo y el estrés, y son comparables en magnitud (Psychosomatic Medicine, vol 70, p 741). Así que no sólo no pienses negativo, piensa positivo, si es que estás vivo, porque así te sentirás mejor.
La
bondad psicofísica del optimismo se traduce en la reducción de los
niveles de inflamación y de hormonas de estrés como el cortisol. También
puede estimular el sistema nervioso parasimpático, el cual gobierna la
respuesta de “descansar y digerir”, opuesta a “correr y pelear” (a veces
traducida como “huir y luchar”).
Tan útil como ver positivo el futuro es verte a ti mismo de manera favorable. Autoaumentarte
—en un conjuro de placebo narcisista— hace que se tengan menos
respuestas cardiovasculares al estrés, te recuperes más rápido y que
tengas niveles más bajos de cortisol (Journal of Personality and Social Psychology, vol 85, p 605).
MEDITACIÓN
La meditación es una de las cartas estrella que tiene una persona para re-hackear su cuerpo. Existe evidencia de que la meditación estimula la repuesta inmunológica en personas con cáncer y en personas que han recibido vacunas, protege de la depresión, retarda la progresión del VIH e incluso sirve para limpiar impurezas de la piel. Y
es que esa es la otra: la mente no solo es una herramienta para sanar
el cuerpo, también para embellecerlo —es el cosmético cósmico.
Regresando al inicio budista de este artículo, el antiguo maestro Nagarjuna, en su texto String of Precious Jewels, escribió que «la paciencia es abandonar los sentimientos de enojo» y también que la “paciencia trae la belleza”.
Analizando las palabras de Nagarjuna, Geshe Michael Roache dice: «Para
verte a ti mismo como físicamente atractivo y saludable, planta
improntas para esto en tu subconsciente al siempre rechazar el enojo».
Para cultivar la paciencia —y su potencial de belleza—, nada como
meditar.
La meditación ha mostrado un interesante potencial para combatir el envejecimiento.
La telomerasa, la capa protectora de los cromosomas, se reduce cada vez
que una célula se divide, lo cual propicia el envejecimiento. Estudios
realizados en la Universidad de California-Davis muestran que los
niveles de una enzima que fomenta la producción de telomerasa eran más
altos en personas que habían acudido a un retiro de meditación que en un
grupo de control (esto es especialmente interesante, ya que la
telomerasa ha logrado revertir los procesos degenerativos en ratas en
una investigaciónreciente de la Universidad de Harvard).
Como
ocurre con otros aspectos analizados aquí, la meditación trabaja
influyendo en las vías de respuesta al estrés. Las personas que meditan
tienen menores niveles de cortisol y muestran cambios en la amígdala, la
zona del cerebro que regula el miedo y la respuesta a una amenaza (como
el comportamiento de huir y luchar).
Una
de las investigadores del estudio citado, Elissa Epel, de la
Universidad de California, cree que la meditación puede aumentar “las
vías de restauración y aumento de salud”, al detonar una serie de
hormonas sexuales y de crecimiento.
El poder de la meditación no requiere de un arduo amaestramiento para hacerse sentir, la meditación puede detonar cambios estructurales en el cerebro con tan solo 11 horas de entrenamiento.
Entre algunos los efectos positivos para la salud documentados de la meditación se
cuenta el haber disminuido la violencia en una prisión, combatir el
déficit de atención y la depresión, reducir hasta en un 50% la
posibilidad de un ataque cardiaco y ser más efectiva que los
medicamentos industriales contra el dolor.
HIPNOSIS
El
Dr. Peter Whorwell, de la Universidad de Manchester, ha pasado la mayor
parte de su carrera recopilando evidencia sobre el uso de la hipnosis
para tratar el síndrome de intestino irritable. Esta condición tiene la
particularidad de que muchos pacientes sufren síntomas sin que los
doctores puedan detectar qué está mal. Muchos de los pacientes de
Whorwell habían llegado a un punto casi suicida en el que sentían que la
medicina no podía hacer nada por ellos.
Whorwell
ha demostrado que bajo hipnosis algunos de sus pacientes pueden reducir
las contracciones del intestino —algo que normalmente no se puede
controlar conscientemente— y que muchos reducen así el nivel de dolor
que sienten (Journal of Psychosomatic Research, vol 64, p 621).
Pese
a estudiarse desde al menos el siglo 19, aún no se sabe exactamente
cómo funciona la hipnosis, pero se cree que pacientes hipnotizados
pueden influir partes de su cuerpo de forma profunda y novedosa, como si
tuvieran mayor injerencia o accedieran una mayor capacidad operativa.
Algunas personas son capaces de autohipnotizarse, lo cual abre un amplio
campo de posibilidades autocurativas.
Entre
la hipnosis y la meditación yace la terapia de regresión, en la que un
paciente viaja mentalmente a sus recuerdos, representando una narrativa,
y enfrenta simbólicamente sus conflictos para de esta forma, en un
estado de profundidad psíquica, desamarrar los cuerpos mentales que
bloquean la vías por las cuales fluye la energía vital.
LA SOLEDAD, LA ACTITUD HACIA LOS DEMÁS
Recientes
estudios científicos muestran que la soledad —más como un estado mental
que un hecho físico— puede incrementar el riesgo de sufrir ataques
cardiacos, demencia, depresión y otros padecimientos. Por otro lado
las personas que están satisfechas con sus vidas sociales duermen más,
envejecen más lento y responden mejor a las vacunas. Una vida social
estimulante es, según John Cacioppo de la Universidad de Chicago, aún
más importante que dejar de fumar para tener una vida sana. Así que ya
sabes: esos alegres tabacos fiesteros en comunión tal vez no te están
haciendo tan mal —al menos no tanto como esos deprimentes cigarrillos
solitarios.
Según
Cacippo las personas que llevan vidas sociales ricas no se enferman
tanto y viven más tiempo (aunque aquí enfrentamos la posible disyuntiva
de si una vida social rica es el resultado de la salud física o
viceversa).
Pero
Cacioppo defiende que existen mecanismos directos relacionados a la
soledad que generan un déficit en la salud. Las personas solitarias
bombean más cortisol, un mecanismo que, sugiere, podría haber
evolucionado a partir de situaciones en las que percibirse en
aislamiento social detonó actividad en el sistema inmunológico,
involucrada además en la cicatrización y la infección bacterial, una
actividad que puede ser benéfica en ciertos momentos pero que al ser
constante puede resultar contraproducente. Cacioppo también teoriza que
las personas en grupo podrían estar favoreciendo las respuestas
inmunológicas necesarias para combatir los virus, como una de medida de
prevención a la posibilidad de contagio.
Significativamente
los efectos de la soledad se hacen sentir conforme a una persona se
percibe a sí misma y no en relación a su contacto social cuantitativo.
Esto podría tener que ver con que, desde un punto de vista evolutivo, estar entre personas hostiles puede ser tan peligroso como estar solo. Por
lo cual lo importante es cómo el cerebro procesa esta soledad y cómo es
capaz de reforzar sus relaciones con el mundo —las cuales funcionan
como defensas autoinmunes (Annals of Behavioral Medicine, vol 40, p 218).
Es decir, puedes estar solo, pero si tu mente es fuerte, estarás
acompañado por una sana sociedad universal (y los átomos podrán ser
micro-budas medicinales).
FE-INTENCIÓN
En
un estudio realizado con 50 personas que tenían cáncer en los pulmones,
aquellos que tenían “fe espiritul” respondieron mejor a la
quimioterapia y vivieron por más tiempo: más del 40% de ellos estaba vivo después de tres años, comparado con solo un 10% en el grupo de poca fe (In Vivo, vol 22, p 577).
Aunque
existen numerosos estudios que muestran que las personas “religiosas”
tienen mejor salud que las no religiosas, es difícil sacar conclusiones
de esto, ya que generalmente las personas religiosas también llevan
estilos de vida que en sí promueven la salud. Sin embargo, algunos
científicos creen que lo que verdaderamente tiene efectos en la salud es
el tener una intención o un sentido de propósito en la vida, sea la que
sea. Esto hace que se manejen las situaciones consistentemente con
menos estrés, lo cual como hemos visto tiene una cuantiosa serie de
beneficios.
Uno
de los investigadores que realizó el estudio sobre la meditación y la
telomerasa, cree que probablemente el sentido de propósito y la
intención fueron al menos tan importantes como la misma meditación en
aumentar los niveles de la enzima que repara la telomerasa.
Esto
se correlaciona con prácticamente todo lo que hemos visto aquí: dotar a
la mente de una clara intención —de curarse, de mejorar, de aprender,
etc.— es una forma de avisarle que estamos dispuestos a aceptar
transformar la realidad, que estamos abiertos a su operación etérea
sobre la falsa rigidez del cuerpo.
SUEÑOS LÚCIDOS
Uno
de los más interesantes e inexplorados campos de la autosanación son
los sueños lúcidos. El pionero en este campo, el Dr. Stephen Laberge de
la Universidad de Stanford, ha demostrado que fisiológicamente las
experiencias que se viven dentro de un sueño lúcido son análogas a las
que se viven despiertos, de tal manera que el cuerpo presenta las mismas
respuestas fisiológicas con un orgasmo onírico lúcido que con un
orgasmo despierto, por citar un ejemplo estudiado anteriormente. Esto
abre la puerta para que las personas que logran controlar sus sueños
puedan utilizarlos como escenarios de prueba, salas de operación, en los
que experimenten con el poder de su intención simulando posiblemente
acontecimientos de sanación. Si sabemos que lo que sucede en un
sueño lúcido sucede con la misma o casi la misma potencia en el cuerpo
que lo que sucede despierto, y sabemos que la mente es capaz de detonar
una serie de respuestas que desencadenan mecanismos de sanación,
entonces ir al doctor en un sueño puede servirnos tanto como ir al
doctor despiertos —e incluso podríamos fabricar y tomar, lúcida y
lúdicamente, nuestras propias medicinas oníricas.
“Existen
sugerencias y anécdotas que señalan que los sueños lúcidos pueden ser
útiles para la sanación. Basándose en experimentos llevados a cabo en el
pasado, que muestran una fuerte correspondencia entre las tareas
realizadas en el estado de sueño y los efectos que tienen en el cerebro y
en menor medida en el cuerpo, se ha hecho la sugerencia de que sueños
lúcidos específicos podrían facilitar los procesos de sanación del
cerebro”, escribe Laberge.
El
potencial de sanación de los sueños tiene que ver también, al igual que
la hipnosis, con la posibilidad de que en estos estados podamos acceder
a partes de nuestro cerebro que pueden enviar órdenes al cuerpo con
mayor determinación o simplemente usar partes que no usamos pueda ser en
sí mismo un acto saludable.
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Posted: 26 May 2012 05:43 PM PDT
Para soportar la inferioridad, aprendemos
a identificarnos, es decir incorporar valores de otros. Admiramos a
artistas, deportistas, personalidades fuertes. Y esa admiración nos hace
sentir que poseemos sus cualidades. Luchamos por obtener premios.
Para soportar la angustia, aprendemos
a pertenecer a sectas, religiones, partidos políticos. Nos entregamos a
egos delirantes que dicen saberlo todo, solucionarlo todo.
Para soportar la castración, aprendemos a crearnos miembros imaginarios dominando a otros, dando órdenes y prohibiciones, acumulando dinero.
Para soportar el abandono, nos
amarramos a otros formando parejas sin amor, sociedades que nos
vampirizan, participando en fiestas que nos embrutecen, y en actividades
de grupos que son sólo juegos superficiales.
El
camino para vencer estas cuatro neurosis es el de domar sus egos
limitados para que aprendan a entregarse a su impersonal Yo Esencial,
que lo es todo, lo sabe todo y lo puede todo.
Alejandro Jodorowsky.
El Placer de Pensar: Nuestras Cuatro Neurosis.
El
Yo Esencial, la Conciencia, lo que en realidad somos, es una unidad
impersonal, sin límites. El Yo artificial, limitado, creado por la
familia ,la sociedad y la cultura, se divide en cuatro egos
(simbolizados en el Tarot por la espada, la copa, el basto y la moneda):
el ego intelectual que se expresa con ideas, el ego emocional que se
expresa con sentimientos, el ego sexual que se expresa con deseos, y el
ego corporal que se expresa con necesidades.
Cada
uno de estos cuatro egos, en todos los seres humanos sin excepción,
padece una forma de neurosis: el intelectual se siente inferior, el
emocional se siente angustiado, el sexual se siente castrado y el
corporal se siente abandonado.
ESPADA:
Por muy realizada que sea una persona, un artista famoso, un dictador
supremo, un multimillonario, en lo profundo de sí mismo se sentirá
inferior, se comparará, nunca estará satisfecho, tratará de obtener más.
Esta neurosis es producto de la sentencia mortal que pesa sobre todo
ser viviente: la muerte física es inevitable, tanto como el
envejecimiento y sus achaques. Esta neurosis nos conduce a criticar
negativamente a los otros.
COPA: Por
muy amada que sea una persona, su ego estará invadido por la angustia.
Este miedo a algo desconocido es producto de la ignorancia: nadie sabe
lo que es la vida, ni el porqué de su existencia, nadie conoce la
totalidad del universo. Esta neurosis nos conduce a dejarnos fanatizar
por doctrinas o religiones sectarias.
BASTO:
Por muy potente, fuerte, eficaz que sea una persona, (mujer u hombre),
se sentirá castrada, incompleta, siempre algo le faltará, siempre
sentirá que le han quitado algo. Esto es producto de que todos vivimos
en una jaula mental, en un ego limitado, separados de los
inconmensurables valores de nuestro inconsciente. Esta neurosis nos
conduce a la envidia, a la agresividad y al odio.
MONEDA:
Por muy protegida que sea una persona, se sentirá abandonada en un
mundo incomprensible y agresivo, con un inseguro sistema económico. Se
aferrará a sus padres y familiares hasta avanzada edad, buscará amig@s
en los que “poder confiar”. Esto proviene de que todos vivimos en un
planeta que, pudiendo ser paradisíaco, puede atacarnos con todo tipo de
catástrofes, terremotos, huracanes, sequías, inundaciones, incendios,
mortales asteroides. Esta neurosis nos conduce, tratando de protegernos,
al egoísmo, a la manía de coleccionar posesiones.
Para soportar la inferioridad, aprendemos
a identificarnos, es decir incorporar valores de otros. Admiramos a
artistas, deportistas, personalidades fuertes. Y esa admiración nos hace
sentir que poseemos sus cualidades. Luchamos por obtener premios.
Para soportar la angustia,
aprendemos a pertenecer a sectas, religiones, partidos políticos. Nos
entregamos a egos delirantes que dicen saberlo todo, solucionarlo todo.
Para soportar la castración, aprendemos a crearnos miembros imaginarios dominando a otros, dando órdenes y prohibiciones, acumulando dinero.
Para soportar el abandono,
nos amarramos a otros formando parejas sin amor, sociedades que nos
vampirizan, participando en fiestas que nos embrutecen, y en actividades
de grupos que son sólo juegos superficiales.
Al ego intelectual le parece que su meta suprema es ser un GENIO, aspirando a abrir nuevos caminos para el desarrollo de la humanidad.
Al
ego emocional le parece que su meta suprema es ser un SANTO, aceptando
la sagrada ignorancia para entregarse a la voluntad divina.
Al
ego sexual le parece que su meta suprema es ser un HÉROE, decidiendo
sacrificar su vida por una causa social que le parece justa.
Al
ego corporal le parece que su meta suprema es ser un CAMPEÓN, empleando
todas su energías en vencer a los otros para convertirse en el mejor.
El
camino para vencer estas cuatro neurosis es el de domar sus egos
limitados para que aprendan a entregarse a su impersonal Yo Esencial,
que lo es todo, lo sabe todo y lo puede todo.
El Place de Pensar: Nuestras Cuatro Neurosis.
Ayer yo hablaba de la necesidad de domar nuestros 4 egos limitados (el ego intelectual, el ego emocional, el ego sexual y el ego corporal)
para que aprendan a entregarse a su impersonal Yo Esencial, que lo es
todo, lo sabe todo y lo puede todo. Respecto a la neurosis emocional,
escribí: “Por muy amada que sea una persona, su ego estará invadido por
la angustia. Este miedo a algo desconocido es producto de la ignorancia:
nadie sabe lo que es la vida, ni el porqué de su existencia, nadie
conoce la totalidad del universo. Esta neurosis nos conduce a dejarnos
fanatizar por doctrinas o religiones sectarias.” . Para desarrollar este
tema y proponerle una solución, reproduciré un fragmento de mi libro
“Cabaret Místico”:
El
primer paso que debemos dar para ampliar nuestra mirada más allá de
todos los horizontes, es imaginar al Dios Interior; un Dios que es
diferente de aquel otro, ubicado en los cielos, impensable,
inalcanzable, descrito por Michel Onfray en su ‘Tratado de ateología’:
“Mortales, limitados, padeciendo sus obligaciones, los humanos,
obsesionados por la completez, inventan una potencia dotada exactamente
de sus cualidades opuestas: con sus defectos volteados como los dedos de
un guante, fabrican cualidades ante las cuales se arrodillan y luego se
prosternan. ¿Soy mortal? Dios es inmortal. ¿Soy finito? Dios es
infinito. ¿Soy limitado? Dios es ilimitado. ¿No lo sé todo? Dios es
omnisciente. ¿No lo puedo todo? Dios es omnipotente. ¿No estoy dotado
del don de la ubicuidad? Dios es omnipresente. ¿He sido creado? Dios es
increado. ¿Soy débil? Dios es todopoderoso. ¿Estoy en la tierra? Dios
está en el cielo. ¿Soy imperfecto? Dios es perfecto. ¿No soy nada? Dios
es todo. Etcétera.”
Imaginemos
ahora que no en un paraíso infantil sino en el centro (o en el fondo)
de nuestro inconsciente se encuentra Dios. ¿De qué manera? Como creador y
destructor de cada una de nuestras células. Transformador de nuestras
experiencias internas en consciencia sublime. Poseedor de la llave de
cada una de nuestras ignorancias, aquello que se nos presenta como
secreto salvador. Bálsamo seguro para nuestro corazón adolorido. Remedio
supremo para cada enfermedad. Aquel que nos enseña a amar a todos los
seres, sin distinción… Este íntimo ser debe servirnos de modelo. Dado
que día tras día inventamos nuestra realidad, así también podemos
inventar nuestra divinidad:
“Yo
soy inmortal, sencillamente porque la muerte es sólo un concepto. Nada
desaparece, todo cambia. Si acepto mis incesantes transformaciones,
entro en la eternidad. Yo soy infinito porque mi cuerpo, mascarón de
proa del universo, no termina en mi piel: se extiende sin límites. Yo lo
sé todo porque no solo soy mi intelecto sino también mi inconsciente,
formado por la energía oscura que sostiene a los mundos; no soy solo las
diez células cerebrales que empleo cotidianamente, sino también los
millones de neuronas que forman mi cerebro. Soy omnipotente cuando ceso
de encerrarme como individuo y me identifico con la humanidad entera.
Soy omnipresente porque, junto con todos los otros seres, formo parte de
la unidad: lo que sucede, aunque sea en el lugar más lejano, me sucede.
Soy increado porque antes de ser un organismo fui materia ígnea,
antimateria, energía, vacuidad. Mi carne está formada por residuos de
estrellas que tienen millones de años. Estoy en el cielo porque mi
Tierra es un navío que recorre un universo que a su vez recorre
incontables otras dimensiones. Soy perfecto porque he domado mis egos,
haciendo que se una a la perfección del cosmos. Yo soy todo porque soy
al mismo tiempo yo y los otros”.
Enlaces a Plano Creativo.
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