Contemplar el Evangelio de hoy
Día litúrgico: Miércoles XXV del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 9,1-6):
En aquel tiempo, convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder
sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a
proclamar el Reino de Dios y a curar. Y les dijo: «No toméis nada para
el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos
túnicas cada uno. Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que
os marchéis de allí. En cuanto a los que no os reciban, saliendo de
aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra
ellos». Saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva
y curando por todas partes.
Comentario: Rev. D. Jordi CASTELLET i Sala (Sant Hipòlit de Voltregà, Barcelona, España)
Convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades
Hoy
vivimos unos tiempos en que nuevas enfermedades mentales alcanzan
difusiones insospechadas, como nunca había habido en el curso de la
historia. El ritmo de vida actual impone estrés a las personas, carrera
para consumir y aparentar más que el vecino, todo ello aliñado con unas
fuertes dosis de individualismo, que construyen una persona aislada del
resto de los mortales. Esta soledad a la que muchos se ven obligados por
conveniencias sociales, por la presión laboral, por convenciones
esclavizantes, hace que muchos sucumban a la depresión, las neurosis,
las histerias, las esquizofrenias u otros desequilibrios que marcan
profundamente el futuro de aquella persona.«Convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades» (Lc 9,1). Males, éstos, que podemos identificar en el mismo Evangelio como enfermedades mentales.
El encuentro con Cristo, que es la Persona completa y realizada, aporta un equilibrio y una paz que son capaces de serenar los ánimos y de hacer reencontrar a la persona con ella misma, aportándole claridad y luz en su vida, bueno para instruir y enseñar, educar a los jóvenes y a los mayores, y encaminar a las personas por el camino de la vida, aquélla que nunca se ha de marchitar.
Los Apóstoles «recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva» (Lc 9,6). Es ésta también nuestra misión: vivir y meditar el Evangelio, la misma palabra de Jesús, a fin de dejarla penetrar en nuestro interior. Así, poco a poco, podremos encontrar el camino a seguir y la libertad a realizar. Como ha escrito Juan Pablo II, «la paz ha de realizarse en la verdad (...); ha de hacerse en la libertad».
Que sea el mismo Jesucristo, que nos ha llamado a la fe y a la felicidad eterna, quien nos llene de su esperanza y amor, Él que nos ha dado una nueva vida y un futuro inagotable.
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