ETERNIDAD
Para comprender adecuadamente, el dogma de la eternidad de Dios conviene tener en cuenta esto: lo decisivo en el concepto de eternidad no es la falta de principio y fin, es decir, la duración. La eternidad es distinta de la duración infinita, bien que implique también esta forma de duración. La eternidad significa reunión de todo el ser y de toda la vida en un solo punto. Por consiguiente, el tiempo y la eternidad son cosas que se excluyen mutuamente (San Agustín, Explicación del Evangelio de San Juan, 23, 9). La expresión "tiempo eterno" encierra en sí un contrasentido. En un modo de hablar menos estricto se emplea también la palabra "eterno" para designar una duración infinita o muy larga. Además, debido a nuestro modo de pensar, esencialmente temporal, la existencia eterna se presenta para nosotros bajo la forma de duración infinita, a causa de su inmutabilidad.
Según las explicaciones precedentes, la eternidad de Dios encierra en sí la falta de toda sucesión de estados, contenidos o acciones. Debido a ello, a nosotros, hombres temporales, su vida nos parece ser una vida sin principio ni fin. Dios no está entre los dos abismos de la nada, tal como lo afirma Heidegger para el ser finito. Dios no es temporal en el sentido de que hubiese historia intradivina. De la vida intradivina no se pueden contar historias (mitos) propiamente tales. Por ser Señor y Creador de todo lo extradivino, mediante la Revelación sobrenatural, y especialmente mediante la Encarnación, crea Historia, mejor dicho, es el principal autor-actor de la Historia. Pero el transcurso histórico no afecta en lo más mínimo a la vida divina misma. En Dios no hay pasado ni futuro. Dios no vive ni de recuerdos ni de esperanzas. En Él no hay más que un "hoy" siempre actual, un presente inmutable. Hay que tener en cuenta en esta última expresión, que está tomada de nuestro modo de pensar, esencialmente temporal. No nos podemos formar idea alguna de la eternidad como no sea con la ayuda del concepto de tiempo, puesto que vivimos y pensamos necesariamente en la categoría del tiempo. Juventud y edad madura, principio y fin son en Dios cosas idénticas. Dios es eternamente joven y eternamente viejo. Fuerza y madurez, originalidad y serenidad se hallan en Él en un estado de perfecta y absoluta armonía. ·Agustín-san (ad in Ps. 39, 4) escribe: "¿Hay algo más viejo que Dios, que existe antes que todo lo que es y no tiene ni principio ni fin? A ti te parece nuevo, porque tú envejeces al ir hacia adelante".
La eternidad es, pues, el modo de ser de Dios. En virtud de ella, Dios es esencial e internamente distinto de las criaturas. La eternidad, como forma de ser, no significa, en el fondo, sino inconmensurable plenitud del ser y de la vida, con simplicidad suprema, sin devenir ni crecimiento, sin antes, ahora y más tarde.
SCHMAUS
TEOLOGIA DOGMATICA I LA TRINIDAD DE DIOS
RIALP.MADRID 1960, pág. 510 s.
TEOLOGIA DOGMATICA I LA TRINIDAD DE DIOS
RIALP.MADRID 1960, pág. 510 s.
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