ALGUNAS ALUCINACIONES
CON EL TIEMPO.
Llevo unos días dando vueltas a una película que he visto hace poco. Se llama "Las vidas posibles de Mr. Nobody".
El argumento es sencillo, aunque no su desarrollo. La historia es la siguiente:
Transcurre la acción en el año 2092. Un hombre de 118 años es el último ser humano que morirá de forma natural, porque los avances médicos han conseguido que las personas sean inmortales.
El último mortal no recuerda “su pasado”. En realidad, recuerda múltiples pasados porque los ha vivido todos.
A lo largo de su vida Mr. Nobody va enfrentándose a diferentes disyuntivas y debe elegir entre seguir un camino u otro. Eso mismo nos sucede a todos los hombres, pero en el caso de Mr. Nobody su vida se va desdoblando y produciendo múltiples "posibles" vidas. Al final de todas ellas se produce una especie de reunificación y el Sr. Nobody recuerda muchas diferentes vidas.
Para lo que quiero contar, el final de la película no es importante. Si lo son, en cambio, los desdoblamientos de la vida.
Ramas infinitas, infinitas vidas
En puridad, optamos en nuestra vida entre distintas alternativas constantemente, podría decirse que casi cada segundo. Cuando vamos por la calle, caminamos por una acera u otra, llevamos paraguas o no, tomamos un café o una cerveza, comemos hoy arroz o tallarines, etc.
Aparentemente, esas decisiones no afectan a nuestro destino o si lo hacen, no alteran el futuro de forma significativa. Creemos que otras decisiones más importantes si cambian nuestro devenir: la carrera que elegimos, un viaje, el amor de nuestra vida.
Nuestra existencia se debate cada segundo en elegir entre dos caminos cada uno de los cuales determinará un futuro diferente. Este concepto lo asumimos todos con naturalidad y además, entendemos que la opción no escogida, desaparece, se difumina y se convierte en una posibilidad abortada.
Pero ¿qué pasaría si esos futuros posibles no se esfumasen? Intuyo que nuestras vidas se ramificarían en otras incontables vidas que a su vez se volverían a ramificar de manera infinita. Millones de existencias reales superpuestas en infinitos mundos paralelos.
Esta indemostrable alucinación me produce un vértigo infinito y vertiginoso.
No menos vertiginosa es otra teoría que tuvo su momento a finales del siglo XIX gracias a la formulación moderna que hizo Nietszche de un mito atávico: El Eterno Retorno.
Eterno retorno
El Universo es cíclico. Cada acontecimiento que ocurre, cada flor que se marchita, cada beso que se da, cada manzana que se muerde ... volverá a ocurrir, volverá a marchitarse, volverá a darse y volverá a ser mordida. Todo existió, todo existe y todo volverá a existir.
Esta idea no es totalmente extraña a nuestra percepción de la realidad: los días siempre se repiten y todos los días retorna el sol, igual las estaciones, las plantas renacen cada año. Lo cíclico no es ajeno a nuestra existencia.
La conversión de esas pequeñas realidades cíclicas en ley universal ya no nos resulta tan familiar. El Universo y su existencia en el tiempo, se repiten eternamente y el más insignificante de los acontecimientos es una pieza clave del engranaje colosal que es el Universo y su existencia circular.
Esto último equivale a decir que la elección entre un helado de fresa o uno de chocolate y la elección entre salvar a Jesús o a Barrabás son igual de importantes en términos absolutos, puesto que ambas elecciones son necesarias para que el giro de la rueda del eterno retorno se produzca: Elegiré eternamente chocolate y Jesús será eternamente crucificado, mientras Barrabas disfrutará eternamente perplejo de la libertad que los judíos le concedieron para que Jesús muriera eternamente.
Las Parcas tejen nuestro destino
No menos extraño que las dos alucinaciones anteriores es creer que nuestro destino está escrito y que nada de lo que hagamos es un acto autónomo y libérrimo. Realmente hacemos lo que las Parcas, lúgubres tejedoras de nuestras vidas, han predeterminado. Según esto, no somos responsables de nuestros actos, buenos o malos, puesto que no elegimos nosotros la maldad o la bondad.
Esta idea se derrumba por la imposibilidad de su demostración. Actuamos y elegimos en nuestras vidas, pero es imposible saber si una mano invisible, si una voluntad preexistente, maneja nuestros hilos.
Un ejemplo sencillo sería una película de cine que ya hemos visto. Cuando vamos al cine sabemos qué va a pasar, el director sabe como es su película, los actores aprendieron y representan su papel, pero los personajes que encarnan, llevan adelante sus vidas creyéndose libres ... cuando lo cierto es que son simples marionetas de un guión (un destino) escrito de antemano.
La proposición contraria, es decir, que nosotros somos libres para elegir, postula la idea más evidente y a la vez más ingenua de las que he expuesto hasta ahora.
Así, si ahora quiero comer fruta, voy a la cocina, cojo una fruta y me la como. Soy libre ¿no? Hice libremente lo que quería hacer.
Eres libre, elige tu camino
Este edificio sólido de la libertad de elección que suponemos tener, se resquebraja cuando descubrimos que, en nuestra existencia, actuamos muchas veces manipulados, dirigidos, sibilinamente gobernados, mientras un sonrisa amplia y bobalicona, que adorna nuestras caras, es la prueba evidente de nuestra estupidez por creernos libres.
Demostrar que una mano invisible gobierna nuestras vidas es imposible. Demostrar que somos libres lo es igualmente.
Por último, una idea tentadora, la reencarnación. Volvemos a la vida, en otro cuerpo, en otra época. Una y otra vez, incontables vidas, hasta que alcanzamos la perfección.
REENCARNACIÓN
Deseamos siempre una segunda oportunidad y la reencarnación nos concede muchas oportunidades hasta que nuestra vida sea perfecta, hasta que no dejemos residuos emocionales ni pasiones hambrientas e inconclusas, hasta que nuestra vida sea una partícula más en el viento eterno del Universo
¿Cual de todas estas opciones (las vidas posibles, el eterno retorno, el destino escrito de antemano o la libertad de elección) es la correcta?
Sinceramente, no creo que sea posible saberlo a ciencia cierta. Tal vez, un genio travieso o un dios incompleto provoca nubes en nuestro entendimiento y elegimos alguna de esas opciones. Tal vez sólo sean algunas alucinaciones con el tiempo y la libertad.
Se me ha ocurrido que cada una de estas ideas podría representarse mediante una figura: un árbol de ramas infinitas, un círculo, una línea recta, un tronco al que se le han cortado todas las ramas y, por último, una línea intermitente.
Todas son ciertas, todas son improbables.
Publicado por Enrique Caballos
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