Los arquetipos moldean nuestra existencia: ¿Sabes lo que son?
Recorremos, con Jung como Virgilio, el mundo
sublunar del inconsciente para intentar comprender el substrato
arquetípico de nuestra mente: los instintos psíquicos y las imágenes
primordiales que se repiten en nosotros.
Que la historia –de la humanidad y del
universo– influye en nosotros puede comprobarse con tan sólo mirar, y se
dice más fácil de lo que se hace, la profundiad de la mente humana.
Existe en nuestro inconsciente un substrato in-formativo estructural que
transmite en nosotros una serie de patrones que trascienden nuestra
experiencia personal. Estos son los arquetipos, remanentes arcaicos que
Carl Jung describió como “imágenes primordiales”. No entramos al mundo
con una tabula rasa; de igual manera que nuestra biología
conserva las huellas instintivas de nuestra evolución –coexiste todo el
reino animal dentro de nosotros– también nuestra psique conserva los
rasgos de nuestra evolución mental. Así en nosotros se repiten
ancestrales imágenes: el héroe, la diosa madre, el viejo sabio, etc., y
motivos como el Apocalipsis, el Diluvio, la Creación, etc.
“El arquetipo es una tendencia a formar
tales representaciones de un motivo –representaciones que pueden variar
mucho en el detalle sin perder un patrón básico… Son de hecho una
tendencia instintiva”, escribe Jung en El hombre y sus símbolos.
“Es esencial insistir que no son meros conceptos filosóficos. Son
pedazos de la vida misma –imágenes que están integralmente conectadas al
individuo a través del puente de las emociones”.
La importancia de explorar el mar casi
infinito del inconsciente no es menor. Seamos conscientes o no de los
arquetipos, de cualquier forma los vivimos –como si fueramos avatares de
una tendencia psíquica meta-histórica que se representa en símbolos
encarnados–; pero el no ser conscientes hace que los padezcamos y que no
logremos madurar nuestra personalidad para así individuarnos: la
plenitud de lo que somos. Los arquetipos cumplen la función de una
iniciación, un rito de paso en nuestra psique hacia un nuevo estadio que
quizás permitiría resolver una cuita que nos persigue desde el albor
de la humanidad.
“Sólo es posible vivir la vida a su
máxima expresión cuando estamos en armonía con estos símbolos; la
sabiduría es un retorno a ellos. Esto connota que cuando una persona
logra hacer las paces con los arquetipos que yacen dentro de ella puede
empezar a vivir una vida más pacífica”, reitera Jung. ” Todas las ideas
más poderosas de la historia regresan a los arquetipos. Esto es
particularmente cierto de las ideas religiosas, pero los conceptos
centrales de la ciencia, filosofía y ética no son excepciones a esta
regla. En su forma presente son variantes de ideas creadas adaptando y
aplicando conscientemente estas ideas a la realidad. Puesto que es la
función de la conciencia, no sólo reconocer y asimilar el mundo externo a
través del umbral de los sentidos, sino traducir a la realidad visible
el mundo que yace en nuestro interior”.
La comprensión arquetípica también nos
permite entrar en contacto con una dimensión universal, conectarse con
la fuente, por así decirlo. Una especie de proyector holográfico en el
útero del mundo: “Para los alquimistas [los arquetipos] eran semillas de
luz transmitidas en el caos.. el proyecto germinal de un mundo por
venir… Uno tendría que concluir a partir de estas visiones alquímicas
que estos arquetipos tienen cierto resplandor, o cuasi-conciencia, y esa
numinosidad contiene luminosidad”, dice Jung, entre cuyas aportaciones
yace el ligar los mismos procesos de transmutación de la materia
encontrados en la alquimia a procesos psíquicos.
Podemos pasar buena parte de nuestra
existencia enfrascados viviendo un arquetipo –como si fueramos una carta
del Tarot– y no seguir el curso de nuestra evolución psíquica,
arribando a los “arcanos mayores”. Si queremos acceder a estas
dimensiones superiores, al héroe solar, al amor de la Diosa, a la
sublimación del mago, debemos de atravesar también la oscuridad, la
sombra psíquica del pasado colectivo. Debemos de mirar hacia abajo como
el hombre colgado, como el loco debemos de atrevesar el bosque solitario
y morir simbólicamente, para renacer en el mar pulsante cuya potencia
es ilimitada. Estamos dentro de una rueda de la fortuna, pero si somos
conscientes de los arquetipos –los motores que hacen girar la rueda, el
software de fábrica– tendremos al Hado de nuestro lado.
Twitter del autor: @alepholo
No hay comentarios:
Publicar un comentario