Por Ing°. Mario A Olcese (Apologista)
Una Crasa Ignorancia:
Millones de llamados cristianos dicen
creer en el evangelio de Jesucristo, y no obstante, cuando uno les
pregunta qué es eso que la Biblia llama “evangelio”, no saben qué responder. Esto resulta sorprendente, inaudito, y trágico. Sí, en la Biblia aparece la palabra “evangelio”
como algo de uso común entre los cristianos del primer siglo. Los
apóstoles se encargaron de hacerlo conocer a los judíos, y más adelante,
los no judíos oirían de él también. Ellos se esmeraron en cumplir con
la gran comisión dejada por Jesucristo antes de partir al cielo, la cual
decía: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (Marcos 16:15,16).
Si mi amigo, millones de cristianos
dicen haber creído en el evangelio de Cristo sin saber en qué consiste.
Me permito preguntarle: ¿Qué es para usted el evangelio de Jesucristo?
¿Lo puede probar con la Biblia? Las opiniones personales en cuestiones
de fe no son seguras si no están basadas en la Biblia. Esto debe entenderlo usted muy bien, pues puede terminar desviándose de la verdad que salva (Romanos 1:16).
Un Evangelio Mutilado:
Otro grupo de cristianos, un poco más entendido,
sostiene que el evangelio está definido claramente en 1 Corintios
15:1-6, donde San Pablo dice: “Además os declaro, hermanos, el evangelio
que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también
perseveráis… porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que
Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que
fue sepultado, y que resucitó al tercer día según las Escrituras ;
y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a
quinientos hermanos… después apareció a Jacobo; después a todos los
apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mi”.
Aquí hay una interesante definición paulina de lo que es el evangelio de Jesucristo: Este es que Cristo murió por nuestros pecados, fue sepultado, y resucitó glorioso al tercer día, siendo visto por muchos testigos. Si, este es parte del
evangelio de Jesucristo, pues no sólo Jesús anunció su muerte para la
redención de los pecadores, y su resurrección gloriosa, sino también
algo más antes que eso. En este punto muchos cristianos se pierden en lo etéreo.
El Evangelio Completo:
He aquí ahora la clara definición del
verdadero evangelio de Jesucristo que millones aún ignoran, pero que
usted ahora tiene el privilegio de conocer por primera vez en su vida.
El que tiene oídos para oír, que oiga. En primer lugar, debemos comenzar
diciendo que Jesús no inició su predicación anunciando su
muerte, sepultura y resurrección al tercer día. Veamos el Evangelio de
San Marcos capítulo 1 y versos 1, 14 y 15. Aquí se lee lo siguiente: “Principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios…Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”.
Nótese que el principio del evangelio de Jesucristo no era su muerte, sepultura, y resurrección al tercer día, sino: ‘el Reino de Dios’.
Sí, Jesús trajo su evangelio, el cual comenzaba con el anuncio del
reino de Dios. De modo que el reino de Dios es parte del evangelio de
Jesucristo. Ahora bien, si leemos nuevamente el Evangelio de Marcos
capítulo 8 y verso 31, veremos que Jesús completa su evangelio
anunciando su muerte, sepultura y resurrección al tercer día. El verso
dice: “Y comenzó (Jesús) a enseñarles que le era necesario al Hijo del
Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los
principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días”.
Entonces el evangelio completo de Jesucristo—sin mutilaciones— es este: El anuncio del reino de Dios en la tierra; y la muerte, sepultura y resurrección de Cristo al tercer día para asegurarnos el ingreso a dicho reino por la fe. En buena cuenta, Jesús vino a ofrecernos algo maravilloso llamado “el reino de Dios”. Pero para participar de él, uno tiene que ser redimido por la muerte de Cristo en la cruz. Y la seguridad que se tiene de que todo lo prometido por Cristo será una realidad se confirmó con su propia resurrección
de entre los muertos (1 Corintios 15:12-20). Si él resucitó para
recibir un reino de su Padre (Lucas 19:12), entonces también nosotros
resucitaremos para recibir dicho reino de Dios cuando Cristo vuelva
nuevamente a este mundo en persona (Mateo 25:31,34). En resumen: Jesús
trajo el “Qué” (la herencia del Reino de Dios) y el “Cómo” (por
la fe en su muerte y resurrección al tercer día, y de lo que esto
significa para todo pecador arrepentido). Entonces, el “QUÉ y el “CÓMO”
constituyen el evangelio de Jesucristo. El “FIN” y el “MEDIO”.
La Definición Original del Evangelio del Reino de Dios:
En primer término, debemos de definir lo que quiere decir “evangelio”. Esta palabra viene del Griego “evangelon” que quiere decir: “Buenas Nuevas” o “Buenas Noticias”. De modo que Cristo fue el Portador
de buenas noticias para un mundo sin esperanza y sin rumbo. Él predicó
las buenas noticias del reino de Dios y también su muerte y resurrección
al tercer día para nuestra redención, para hacer posible nuestra
herencia de dicho reino.
Algunas religiones “cristianas” sostienen que el reino de Dios no es otra cosa que “Cristo reinando en nuestros corazones”. Otras conocidas iglesias o denominaciones cristianas sostienen que “el reino de Dios es la iglesia que Cristo fundó hace dos milenios”.
No obstante, el reino de Dios no es ninguna de esas dos definiciones
que se están propagando en el mundo cristiano. La Biblia enseña que un
reino es un forma de gobierno como lo es el reino de Inglaterra, de España, de Jordania, etc. Este implica
un rey o una monarquía, súbditos, leyes, y territorio. De modo que el
reino de Dios es la monarquía de Dios, con un rey soberano, súbditos,
leyes, y territorio.
En el Antiguo Testamento encontramos
reyes y reinos. El reino de Babilonia, con su rey Nabuconodosor; el
reino de Grecia, con su rey Alejandro el Grande; el reino de Persia, con
su rey Ciro; el reino de Israel, con su rey David, sólo por citar los
más importantes. Ahora bien, Israel tenía una monarquía real que
formalmente comenzó con David. Este reino de David y de sus
descendientes fue llamado: “el Reino de Dios” (1 Crónicas 28:5). Cuando David murió, su hijo Salomón lo reemplazó, y así sucesivamente, hasta que en el año 587 A.C, el rey de turno de Israel—Sedequías—fue derrocado por Nabuconodosor. Desde esa fecha, Israel no ha tenido más reyes.
Pero el reino de Dios significará que Dios restaurará nuevamente la
línea real de los reyes judíos en la persona de otro judío noble,
descendiente de David (Ezequiel 21:25-27).
Sí, el reino de Yahweh (Jehová) será
restaurado nuevamente en Israel a través de un descendiente de David, el
rey (Hechos 1:6). ¿Quién podría ser ese personaje? La respuesta está en
Mateo 1:1 que dice: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David,
hijo de Abraham”. Aquí tenemos un hecho irrefutable, y es que
Jesucristo desciende de un rey famosísimo de Israel. En buena cuenta,
Jesús es de “sangre azul” y con el derecho legítimo de tomar
nuevamente el territorio israelita, y el trono de su ancestro David. En
efecto, en Lucas 1:31-33 leemos: “Y ahora concebirás en tu vientre, y
darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”.
Esto es clarísimo. Cristo reinará en el trono de su padre en la carne,
David. Su territorio y sus súbditos serán Israel y los israelitas.
Recuerde que Dios le cambió a Jacob de nombre. Ese nuevo nombre fue: Israel.
Entonces Cristo reinará sobre la casa de Israel, y Jerusalén será la
ciudad capital del reino de Cristo o también llamado: El Reino de Dios
(Jeremías 3:17; Mateo 5:33-35). Los discípulos de Cristo sabían que su
Maestro era aquel que restauraría el reino caído o suspendido del rey
David. En Hechos 1:6 los discípulos le preguntaron a Jesús si ya era
inminente la restauración del reino de Dios en Israel, a lo cual Jesús
sólo se limitó a decirles que únicamente Dios sabía la fecha de esa
crucial restauración del reino de David en Israel.
El Cielo no es el Destino Final de los Salvos:
Siendo que la promesa de Dios es la
restauración del reino de Dios en la tierra en la persona del Mesías
Jesús: ¿Por qué los católicos y protestantes enseñan que iremos a vivir
eternamente en el cielo, y que la tierra desaparecerá por completo?¿De
dónde salió esa idea con respecto al cielo? (Para mayor información
sobre este punto, solicite gratis los artículos: “El Reino de Dios”,
“Las Buenas Noticias de Jesucristo”, “Jesús No Prometió el Cielo a Su
Iglesia” y “20 Preguntas y Respuestas sobre el Reino de Dios”). Al
contrario, en muchos pasajes de la vida de Jesús encontramos a nuestro
amado Señor prometiendo la tierra y su reino a sus seguidores (Mateo 5:3,5). Además, será en la segunda venida de Cristo cuando la iglesia heredará las promesas del reino, y no— como creen muchos—en la hora de nuestra muerte.
La Tierra será como un Paraíso:
Es sorprendente escuchar, muy a menudo, de que el “fin del mundo”
está cerca en estos días. Millones viven asustados pensando en que este
planeta volará en pedazos, y la sociedad humana desaparecerá por
completo. Pero: ¿Es acaso ese sentir de muchos, el de Dios? ¿Creó Dios
la tierra y a los hombres para que más tarde los destruya por
completo?¿Tiene esto sentido? ¡Por supuesto que no lo tiene! Sin
embargo, desde el mismo comienzo de la vida humana, el diablo ha
pretendido estropear la creación de Dios, sembrando la mentira, el odio,
la confusión, la discordia, el temor, la desconfianza, la duda, la
rebelión, la contradicción, la desesperanza, etc. Sólo Satanás ha
querido destruir la Creación—¡No Dios!
En muchísimos pasajes de la Biblia encontramos promesas muy concretas de un “mundo nuevo”, con “hombres nuevos” en armonía con Dios y Su creación. Dios ha prometido una “nueva tierra y nuevos cielos”
donde morará la justicia (2 Pedro 3:13,14). Él no requiere destruir el
planeta mismo para traer esa justicia añorada, sino más bien, a todos
los impíos e impenitentes; a aquellos que se mofan de Dios y de Sus
leyes. Esto está revelado en el Salmo 37. Allí el lector bíblico
descubrirá que los justos permanecerán en la tierra, en tanto que los
malvados serán erradicados de ella. Esta es la solución a todos los
males de nuestra sociedad, cuando los malvados e incorregibles hayan
sido exterminados por Dios mismo. Finalmente: ¿Qué culpa tiene
el planeta por los pecados y maldades de los hombres? Al contrario, en
Apocalipsis 11:18 se nos dice que Dios destruirá a aquellos que están destruyendo Su tierra o planeta.
Para Dios, el planeta tierra es sagrado, y este es un motivo por el
cual castigará a los que lo están destruyendo con su seudo ciencia. Si
Dios va a castigar a los que destruyen su planeta tierra: ¿Cómo va a ser
posible que Él Mismo lo destruya sin razón aparente? Quienes
verdaderamente serán destruidos serán los perversos, los incorregibles,
los rebeldes, los ateos, los que no se arrepintieron cuando hubo tiempo
para hacerlo.
Cuando el diablo y sus seguidores
angélicos y humanos hayan sido exterminados, entonces se hará realidad
“la nueva tierra de justicia”. Habrá un ambiente de paz, seguridad,
orden, sumisión a Dios, y de amor verdadero. El paraíso edénico habrá
vuelto a la tierra. No habrá más llanto, ni clamor, ni dolor, pues las
primeras cosas pasaron (Apocalipsis 21:3,4).
El Evangelio del Reino Será Predicado Mundialmente por Su Iglesia Leal:
En Mateo 24:14 Jesús revela que el
verdadero evangelio que será predicado en todo el planeta tierra antes
de su regreso personal, glorioso, y visible, es el Reino de Dios. Dice
él así: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el
mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”.
Este es el evangelio verdadero que también predicará la iglesia de Dios.
Lamentablemente cuán poco se predica acerca del reino de Dios en las
iglesias, que cuando se lo predica eventualmente, resulta en una
extrañeza, y pocos entienden su significado. Otros creen que el reino de
Dios es sinónimo del cielo mismo, o de un lugar hermoso en la gloria
celestial. ¡Nada más inexacto!
Aun las iglesias evangélicas han
olvidado este evangelio del reino, y lo han cambiado por un reino en el
corazón de los creyentes, dándole así un significado etéreo o alegórico.
Pero los verdaderos cristianos de hoy saben que los primeros
cristianos, de los tres primeros siglos de la Era Cristiana, creyeron en
un reino en la tierra liderado por Jesucristo desde la ciudad amada de
Jerusalén. Basta leer los escritos de Papías, San Justino Mártir, San Ireneo, San Policarpo,
y otros cristianos de los primeros siglos, para descubrir lo que
creyeron sobre la vida futura. En ninguno de ellos se encuentra alguna
creencia de una partida al cielo para estar con Dios a través de sus
supuestas almas inmortales. Al contrario, Justino Mártir, en su “Diálogo con el Judío Trypo” ataca a los que, llamándose cristianos, enseñaban que el alma inmortal partía al cielo después de la muerte.
La Creencia En el Evangelio Trae Salvación Eterna:
Alguno pensará que cualquier doctrina
bien llevada o practicada salva. No obstante, eso no es lo que la Biblia
enseña. El apóstol Pablo reconoció que el evangelio predicado por
Jesucristo tenía (…y tiene) poder para salvar a todo aquel que lo cree
de todo corazón. Él fue claro al decir: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree;al judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1:16).
Muchos hoy se niegan a creer en nuestro
evangelio, pues no lo pueden aceptar por la fe. Ellos creen que son
cuentos o fábulas bíblicas que no tienen ninguna trascendencia o
veracidad para el mundo occidental, sino sólo para los hebreos. Aun la
Iglesia Católica lo ha rechazado, al inventar, vía Agustín de Hipona, un
reino de corte eclesiástico. Es decir, el romanismo supone erradamente que el reino no es otra cosa que la jerarquía Católica o el Clero. ¿De dónde sacó eso “San Agustín”? No lo sabemos en realidad, pero todo parece apuntar que se originó de su imaginación.
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