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martes, 8 de febrero de 2011

LIMITES DEL PERIODISMO DE OPINION.-EL ESPECTADOR


Opinión |7 Feb 2011 - 4:01 pm

Paloma Valencia Laserna

Limites del periodismo de opinión

Por: Paloma Valencia Laserna
La polémica sobre los límites que debe tener un periodista de opinión tiene aspectos que merecen ser detallados.
En una opinión existe un hecho susceptible de interpretación (pues nadie opina sobre las verdades irrefutables) y, un juicio o una posición que se pretende la más ajustada a la realidad y que se justifica con argumentos. La esencia de la opinión es que no es la verdad, la desea pero nunca ha de alcanzarla. Por eso podemos distinguir la opinión que pretende convencer a partir de la retórica; de una noticia cuya finalidad es presentar un hecho. La noticia, entonces, debe tener cuidado de reportar los hechos de la manera más ajustada a la realidad que sea posible. Con ese cimiento, hechos ciertos, se construye la columna. En ese sentido la opinión es irresponsable; sólo se hace cargo de la solidez de sus argumentos, su capacidad de convicción y su coherencia interna.

Las columnas de opinión son, a veces, una forma de denuncia, y del análisis de unos hechos se infieren conclusiones. No tienen carácter de verdades, y son sugerencias sobre la interpretación de hechos, y el resultado deben ser recibidas por los lectores como apreciaciones sobre un asunto, aún inciertos. El grado de rigidez y seriedad de la investigación da mayor soporte, pero los juicios humanos son falibles. Aún las providencias de los jueces, aunque obligatorias, son cuestionables. No por ello el valor de la opinión es menor, se trata de un valioso ejercicio donde el periodista, luego de estudiar una materia extiende reflexiones que ligan hechos con otros, y vinculan razones para llegar a conclusiones factibles. La finalidad es clara, exigir de los lectores especulaciones, llevarlos más allá de los datos y presentar una visión novedosa y arriesgada, pero la tarea de valorar los argumentos y está en manos del lector. Él decidirá si la encuentra factible o no.

Es exigible al opinador la veracidad de los hechos que soportan los argumentos y mantener nítida la distancia entre las premisas y las conclusiones, para que el lector distinga lo irrefutable de lo que se sugiere. Mal haría un periodista en usar sus columnas para defender causas personales o antagonizar con sujetos por emociones intimas. Se trata de una profesión donde lo personal ha de ser superado en beneficio de lo social.

Los problemas ocurren cuando quienes las leen, y a veces quienes las escriben, elevan los dictámenes a realidades irrefutables. Esa desconfiguración las dota de un carácter diferente y peligroso, pues empiezan a tener consecuencias que superan el formato. Se dimensiona la complejidad cuando la libertad de expresión colisiona con el derecho a la honra. Nadie puede estar sometido a que otro difunda mentiras sobre él; menos aún un periodista que cuenta con medios abiertos y lectores asiduos. El ciudadano no puede defenderse con la misma potencia y el daño puede ser irreparable. Por eso el columnista debería evaluar las consecuencias de que lo que especula sea falso, y sopesar daños y riesgos, para mantener su compromiso con lo que considera mejor para la sociedad.
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