LUZBY BERNAL

miércoles, 20 de julio de 2011

Los caballeros las prefieren lobas.

Por: Margarita Posada J.

Los caballeros las prefieren lobas

¿Será un mito o una realidad que a los hombres les gustan las lobas?


Desde tiempos inmemorables, las lobas han estado presentes en la vida del ser humano. Aunque varios miles de kilómetros nos separan de esa península donde se gestó la civilización occidental con todos sus peros y señales, pareciera que la tradición grecorromana de buscar en las lobas una fuente de alimento sigue viva en nuestras latitudes. El hambre la sacian las lobas.
¿Será que el legado de Rómulo y Remo está aún tan vivo que por eso los caballeros las prefieren lobas? Pongamos en contexto a quienes pasaron por el colegio sin pena ni gloria: Según la mitología griega, Luperca es la loba que amamantó a Rómulo y Remo cuando fueron amenazados de muerte por el rey Amulio. Una escultura que recrea la escena reposa en el museo del Capitolio romano. Según Tito Livio, la loba bien podría referirse a la protección que una prostituta les dio a los hermanos mientras huían, ya que la palabra lupa hace referencia tanto a loba, como a mujer de vida alegre (de ahí viene la palabra lupanar también).
En otros países las llaman guarras, zorras, guarichas…como quiera que se lea llame, las lobas reúnen una serie de cualidades que son envidia de muchas mujeres, aunque lo neguemos hasta la muerte. De hecho la palabra puta viene de budza, que significaba sabiduría, y la manera golpeada en que las esposas celosas la pronunciaban hacía referencia a las mujeres de vida alegre que se metían con sus maridos, mientras ellas estaban relegadas a cuidar de los hijos y el hogar sin tener ningún tipo de conocimiento. Las prostitutas, por tanto, eran las “sabias” del paseo. Conversadoras y con mucho mundo, las chicas de Atenas bailaban y cantaban, conocían de historia, astrología, filosofía y hasta matemáticas; les generaban tal furia a las esposas, que las llamaban “sabiondas” (budzas), pero con una entonación tan golpeada que degeneró en puta.
La suerte de la loba, muchas la desean en el fondo. Es extraño, pero a los hombres se les tuerce la cabeza como la del Inspector Gadget cuando se aparece una loba. Es como si el delineador líquido tuviera no sé qué poder sobre ellos. Ninguno puede declararse inmune a esa especie que, contraria a muchas otras especies no está en vías de extinción, sino de expansión. Aunque el término siempre suele ser utilizado de manera despectiva, la publicidad y la moda van muy de la mano con esa estética. Hoy en día la línea es tan delgada, que uno no sabe si la que entró al bar es la novia de un traqueto o es la sobrina del presidente. El pelo teñido de mono y bien achilado, los descaderados y un par de pechugas de silicona son la orden del día. Son una fila de muñequitas que parecen hechas en serie, en serie tipo "loba". Pero vamos más allá de una estética.
Qué pereza, pero tenemos que hablar de estratos sociales. Puede que suene arribista, pero así es: una loba siempre está por debajo. Y a los hombres les gusta esa distancia, porque las lobas los adulan. Ellas sólo tendrán palabras de admiración y siempre estarán de acuerdo con todo lo que dicen y hacen. Jamás imaginan a una loba diciéndoles: "esa camisa no te sale. Ponte más bien el saco que te regalé" o "Mañana, sí, a la hora del clásico argentino, estamos invitados a la Primera Comunión. Las lobas nunca demandan, siempre ofrecen.
Esculquemos más razones por las cuales las lobas tienen tanto éxito. Puede ser por la infinita lista de telenovelas en las que un hombre apuesto, bueno y adinerado se casa con una mujer mala y ambiciosa, pero se enamora de una pobrecilla, hermosa y buena que no sabe comer bien. No sabemos a ciencia cierta si la televisión imita nuestra realidad o nosotros acabamos imitando los clichés que en ella vemos, pero no estaría de más que a algún libretista se le ocurriera escribir una novela en donde la pobrecita moza fuera la villana. Es imposible que todas las esposas engañadas se merezcan tal destino.
Y existe una última razón un tanto menos televisiva. Puede que, a fuerza de haber probado las mieles del amor con mujeres de vida alegre (es decir, a fuerza de haber perdido la virginidad en prostíbulos a los catorce años llevados por sus padres), todos esos hombres asocien dicha estética con el erotismo que otrora les brindó una puta. Y ojo: no estoy diciendo que las lobas sean putas, sino que les recuerdan a las putas, lo cual puede estar allá en una esquina recóndita de sus subconscientes.
¿O a lo mejor les gustan las lobas porque son auténticas, porque no tienen tantos prejuicios como las demás mujeres, porque saben ser ellas? Dejemos de buscar razones. Les gustan las lobas, no hay nada que hacer. Bien lo dijo de algún modo Hobbes y en nuestro género se cumple de manera aún más determinante que sobre toda la especie humana: una mujer siempre es una loba para otra mujer.

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