El Universo es movimiento. La energía es movimiento. La vida es movimiento.
Existimos en constante movimiento.
Sin
embargo ese movimiento ,que es la Creación misma, tiene un ritmo. Y ese
ritmo es cambiante. Se acelera y se desacelera en función de los ciclos
que marcan las leyes universales.
Nosotros
somos micro –universos y también tenemos nuestro ritmo. Hay ciclos en
nuestra vida que requieren ralentizar, frenar, reflexionar.. Son
periodos de interiorización, marcados por una energía yin,
introspectiva, lenta, meditativa. Es la energía de la gestación. La
energía femenina que precisa esa quietud para germinar y alimentar.
Sin
embargo, en otros periodos necesitamos la acción, el movimiento, el
ritmo acelerado, la energía Yang creadora, activadora, impulsora. Una
energía mucho más rápida, contundente, que provoca cambios,
que materializa proyectos, que empuja y moviliza. Es la energía
masculina que precisa de la acción y el ritmo para crear.
Una sin la otra están incompletas. Y los excesos en un polo o en el otro pueden ser devastadores.
Demasiado yin nos puede llevar a un estado vegetal, inerte, depresivo, inmóvil. La gestación puede convertirse en degradación.
Demasiado yang nos puede convertir en seres agresivos, violentos, avasalladores . La creación puede convertirse en destrucción.
Ambas son imprescindibles pero ambas en su justo equilibrio.
Nuestro
espíritu , que es andrógino, necesita equilibrar en nuestra alma ambas
polaridades, y eso no es fácil en nuestro plano tridimensional. Requiere
de un esfuerzo y un trabajo personal intenso, y a menudo nos
encontramos situados en uno de los dos polos, emulando al péndulo que va
y viene de un extremo al otro, hasta encontrar su centro.
No
hay proyecto que no sea primero gestado bajo la energía yin de la
introspección, la reflexión o la meditación. Y tampoco podría
materializarse si no tuviéramos la energía yang necesaria para movilizar
todas esas ideas y concretarlas en la densidad de la materia.
Podemos
identificar nuestra polaridad predominante en distintas etapas
personales observando aquello que sucede a nuestro alrededor: SI
nuestro yang está muy activo, todo se moverá con mucha intensidad y no
siempre de forma armónica. Si por el contrario es nuestro yin quien está
demasiado activado, nuestra realidad estará paralizada.
Equilibrando
nuestro interior conseguiremos equilibrar también la realidad exterior
que nos rodea. Por el principio de lo “que es dentro, es fuera; lo que
es arriba, es abajo “.
Nada
está desconectado, sino que simplemente la energía vibra y
se materializa. Dependiendo del tipo de energía, la densificación de la
misma nos mostrará una realidad u otra.
De
todo esto podemos concluir que tan importante es en nuestra vida tener
espacio para la meditación, la reflexión y la interiorización, como
también para la acción, el movimiento , el ritmo. No podemos estar
equilibrados si renunciamos a una de ambas energías. Yin y Yang son
imprescindibles por igual en todo ser humano. Hombre o mujer.
Del
mismo modo que necesitamos el día y la noche, la acción y el reposo,
necesitamos meditar y actuar para que nuestro ritmo vital sea armónico,
equilibrado y alineado con el ritmo del Universo que contiene esas dos
mismas energías representadas en nuestro sistema solar por El Sol y la
Luna.
Cuando
el Universo incrementa su “ritmo”, la aceleración energética que se
produce en ciclos como el que estamos viviendo ahora es especialmente
importante.
Si nuestro equilibrio es aceptable, tendremos la solidez necesaria para poder absorber de forma más armónica esa aceleración.
Una vez más, el poder está en nuestro interior. Es hora de tomar las riendas.
Solamente
con observar lo que sucede a nuestro alrededor, identificaremos
rápidamente si nos conviene tomar más tiempo para meditar e interiorizar
, o sí quizás es momento de actuar y movilizar nuestra energía para
crear un nuevo proyecto o simplemente despertar y
materializar aquellos que estaban dormidos.
Que el Sol Padre te llene de luz y la Madre Tierra vierta sobre ti todas sus bendiciones.
Esther Beltrán
ALGO MAS QUE HE ENCONTRADO.
Tao o Dao es un término chino que significa “camino”.
El
Tao es una fuerza primitiva que es producida por todas las fuerzas
naturales del cielo y de todo el universo. Tao es una forma de vida, no
es un Dios o una religión. Los principios del Tao fueron enunciados por
primera vez por medio de símbolos y de palabras por los antiguos
filósofos de la China, hace más o menos 5000 años. Es una forma de
equilibrar la vida.
Uno de los primeros filósofos del Tao fue Lao Tzu.
Era un funcionario del Tesoro Real o Biblioteca de la dinastía Zhou y
esto le facilitó el convertirse en un erudito de renombre. Se cuenta que
el joven Confucio lo visitó para pedirle información sobre los rituales
de la dinastía Zhou. Disgustado por la decadencia en la que vivía la
familia real de Zhou, Lao Tzu abandonó la capital Luoyang y al llegar al
paso de Han Guguan escribió los dos tomos del Tao-te ching, donde expresa todo lo relativo a lo que el llamo EL YIN YANG.
El YinYang es un símbolo dinámico. Muestra la continua interacción de dos energías y su equilibrio: como tal, es un símbolo de armonía. Es un símbolo que crea igualdad pues sin el Yin no podría existir el Yang y al revés, igual, y sin la interacción de ambos, no se genera vida. No existe nada opuesto entre el Yin y el Yang. Son complementarios.
Lao-tzu en “Tao-te ching” escribió: “Todo tiene dentro de sí ambos, yin y yang y de su ascenso y descenso alternados nace la nueva vida”.
Cuando
una de las dos energías llega a su máxima expresión, inicia la
transformación en su opuesto: esto es lo que representan los dos puntos
en el símbolo. En su máxima expresión, el yang contiene la semilla del
yin, tanto como el yin contiene la semilla del yang.
Cuando se reconoce la Belleza en el Mundo
Se aprende lo que es la Fealdad;
Cuando se reconoce la Bondad en el Mundo
Se aprende lo que es la Maldad.
Se aprende lo que es la Fealdad;
Cuando se reconoce la Bondad en el Mundo
Se aprende lo que es la Maldad.
(Tao Te Ching)
Yin,
originariamente, era el nombre del lado frío de la montaña, aquel que
mira al Norte; al contrario, Yang era el nombre de aquel más calido,
dirigido al Sur.
Yin es el lado oscuro, la noche y lo femenino; Yang el lado masculino, la luz y lo masculino.
Yin es la Luna, el Agua y la Tierra; Yang es el Sol, el Fuego y el Paraíso.
El libro del I Ching, es el libro sagrado para el Tao.
Su verdadero sentido, nada tiene que ver con un libro de adivinación.
En su forma original utiliza un lenguaje muy simple que apunta directamente a la naturaleza espiritual de todo lo que existe.
Sólo dos trazos: Una línea continua Yang. El Cielo. Lo Espiritual. El Padre.
Una línea discontinua: Yin. La Tierra. La Materia. La Madre
Sólo dos realidades, Cielo y Tierra.
Espíritu y Materia. Y del encuentro de ambas nace toda forma o fenómeno.
Sólo dos trazos: Una línea continua Yang. El Cielo. Lo Espiritual. El Padre.
Una línea discontinua: Yin. La Tierra. La Materia. La Madre
Sólo dos realidades, Cielo y Tierra.
Espíritu y Materia. Y del encuentro de ambas nace toda forma o fenómeno.
Estas dos líneas y sus diferentes combinaciones forman los ocho trigramas del libro de las Transformaciones, éste es su abecedario. Y este abecedario tan simple como profundo habla en un “lenguaje” que abarca desde lo más profano hasta lo más espiritual, llevando ambas realidades a su unidad original.
Actualmente, cuando compramos cualquier aparato, por simple que sea, viene con su libro de instrucciones. El ser humano, sin embargo “parece” que viene sin instrucciones. A pesar de ser una forma de vida muy compleja, elaborada y destinada a llegar a “saber” ese misterio que es. Pues bien, el Tao, nos dice que el I Ching es “el libro de instrucciones del ser humano”. Y con ese vocabulario tan sencillo, compuesto de dos únicos trazos (las palabras se añadieron posteriormente) va mostrando el Camino, el Gran Camino.
Estas instrucciones son simples y no dejan mucho lugar ni a fantasías, ni a ilusiones. Son tan radicales como las líneas que las expresan. Señalan claramente los niveles con conciencia necesarios para llegar a “ser” lo que realmente somos.
Estas instrucciones nos llegan a través de un libro sagrado proveniente de una cultura muy lejana en el tiempo y también en el espacio. Permitiéndonos caer en la trampa de pensar que son simples recomendaciones, eso sí, llenas de sabiduría.
Pero lo sorprendente de todo es que la información esencial de esos trigramas es también la esencia más íntima de nuestros órganos vitales.
Podemos decir, aunque esto no ha sido dicho en el I Ching, sino en nuestra propia tradición: ”Llevamos tus leyes escritas en nuestras entrañas”.
Nuestro cuerpo es realmente un templo y en él está escrito todo. ¿Será por eso que el ser humano sigue buscando la respuesta hasta su último aliento?
Esto me recuerda la respuesta de un maestro zen contemporáneo a su discípulo cuando éste le preguntó si él también podría llegar a la iluminación. Su respuesta fue clarísima “Si usted tiene un cuerpo, puede”.
Sabemos que el ser humano no es una colección de distintas partes, sino un todo: cuerpo–mente–alma. Lo transitorio, como las emociones, cohabitan en la misma “casa” que lo inmanente, como el espíritu. Y no hay ni un solo cabello que quede fuera de este juego.
En un camino espiritual serio y profundo libre de teorías, doctrinas o conceptos, el cuerpo está totalmente comprometido y con él todos los órganos vitales por su influencia sobre los distintos niveles de conciencia.
El Tao nos enseña que todos ellos participan, no sólo haciendo posible la vida en el cuerpo, sino alimentando nuestras emociones, nuestra mente e influyendo muy activamente en el nivel de conciencia.
El I Ching igualmente nos dice como lo aparentemente débil y transitorio encierra el secreto de lo trascendente.
Aunque todos los órganos participan, nos alargaríamos demasiado en ver cuál es su parcela en el camino espiritual. Por otra parte, para abordar la importancia que tiene la alimentación en todo esto, será suficiente enfocarlo a través de los “órganos clave”: el corazón, los riñones, el bazo y los pulmones.
El corazón funciona con la energía del trigrama del fuego, la luz que ilumina la conciencia. Es el órgano de la autoconciencia. Si nos fijamos en este trigrama, está formado por dos líneas continuas (yang) en el exterior, y una línea discontinua (yin) en su interior.
FUEGO
La dimensión del cielo, de la luz, creando en su interior y envolviendo la materia. El poder y la fuerza de lo espiritual abrazando la debilidad de la carne. Del corazón humano cuando está “sano” nace lo más noble; es ese tesoro que sabemos ver en las personas a las que amamos. Y es el tesoro que sabemos ver en cada cosa cuando está realmente funcionando con nuestro corazón, y el “combustible” que le corresponde, la luz de la autoconsciencia. Del corazón humano, brota el amor, la compasión, la honestidad, el sentimiento de unidad con el otro o con lo otro, la gratitud, la necesidad de compartir y disfrutar lo que se tiene con los demás; es la casa de la felicidad.
En el trigrama del corazón, el I Ching nos dice que para andar el camino, necesitamos, lo primero de todo, claridad mental y un propósito claro. Recordemos que el corazón es la puerta de la mente.
La luz que habita en el corazón es la luz que ilumina la consciencia, por eso cuando “esa luz” falta, lo que suele brotar es lo peor: la crueldad, la ignorancia (especialmente de nosotros mismos), el egoísmo, el egocentrismo, la arrogancia y la soberbia (una de las peores enfermedades). Si esta luz aún no está disponible en el corazón, si está aún cerrado a su verdadera identidad, falta la lucidez mínima necesaria para emprender el camino que nos llevará a nuestro destino.
Por esta razón, todo camino espiritual, comienza trabajando el propio corazón, ésta es la llave que abrirá la primera puerta del “Templo”.
TU ERES TEMPLO DE DIOS.
Tomado de la web.
Un abrazo de amor infinito
Dannys.
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