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Los Triunfadores
27 de noviembre de 2010
A veces los triunfadores no son aquellos a los que todo el mundo
aplaude y reconoce. No son los que construyeron grandes obras,
dejaron constancia de su liderazgo o viajaron, en primera clase.
A veces los triunfadores no son los administradores geniales, ni los
visionarios del futuro, o los grandes emprendedores. Por ello, tal
vez no los reconoceríamos en medio de tanto pensador, filósofo o
tecnólogo, que supuestamente conducen a este mundo por la senda del
progreso.
A veces el triunfador no es el negociador internacional, o el
hacedor de empresas de clase mundial o el deslumbrante estadista que
asiste a reuniones cumbre. No es el que se afana por exportar
mucho, sino el que todavía se importa a sí mismo. Porque el
triunfador puede ser también el que calladamente lucha por la
justicia, aunque no sea un gran orador o un brillante diplomático.
El triunfador puede ser igualmente el que venció la ambición
desmedida y no fue seducido por la vanidad o el poder.
Es triunfador el que no obstante que no viajó mucho al extranjero,
con frecuencia hizo travesías hacia el interior de sí mismo para
dimensionar las posibilidades de su corazón. Es el que quizás nunca
alzó soberbio su mano en el podium de los vencedores, pero triunfó
calladamente en su familia y con sus amigos y los cercanos a su
alma.
Es, quizá, el que nunca apareció en las páginas de los periódicos,
pero sí en el diario de Dios; el que no recibió reconocimientos,
pero siempre obtuvo el de los suyos; el que nunca escribió libros,
pero sí cartas de amor a sus hijos y el que pensó en redimir a su
país a través de la asfixiante aventura de su trabajo común y
rutinario y aquel que prefirió la sombra, porque, finalmente, es tan
importante como la luz.
A veces el triunfador no es el que tiene una esplendorosa oficina,
ni una secretaria ejecutiva, ni posee tres maestrías; no hace
planeación estratégica ni elabora reportes o evalúa proyectos, pero
su vida tiene un sentido, hace planes con su familia, tiene tiempo
para sus hijos y encuentra fascinante disfrutar de la hermosa danza
de la vida.
A veces el triunfador no es el pasa a la historia, sino el que hace
posible la historia; el que encuentra gratificante convencer y no
sólo vencer y el que de una manera apacible y decidida lucha por
hacer de este mundo un mejor lugar para vivir. Es el que sabe que
aunque sólo vivirá una vez, si lo hace con maestría, con una vez le
bastará.
A veces el triunfador no tiene que ser el que construyó grandes
andamiajes y estructuras administrativas, pero supo cómo construir
un hogar; no es el que tiene un celular, pero platica con sus hijos,
no tiene correo electrónico, pero conoce y saluda a sus vecinos, no
ha ido al espacio exterior, pero es capaz de ir hacia su espacio
interior y sin haber realizado grandes obras arquitectónicas, supo
construirse a sí mismo y fue, como dice el poeta, el cómplice de su
propio destino.
A veces el triunfador suele ser Teresa de Calcuta, o Francisco de
Asís o Nelson Mandela, o tal vez la enfermera callada, el obrero
sencillo y el campesino olvidado, porque como personas triunfaron
sobre la apatía o el desencanto y con su esfuerzo cotidiano
establecieron la diferencia.
A veces el triunfador puede ser el carpintero pobre de un lugar
ignorado, o una mujer sencilla de pueblo o un niño humilde que nació
en un pesebre, porque no había para él lugar en la posada…
Autor: Rubén Núñez de Cáceres Velásquez
Tomado de su libro: Para aprender la vida.
"En ese momento los discípulos se acercaron a Jesús y le
preguntaron: ¿Quién es el más importante en el reino de los
cielos? Él llamó a un niño y lo puso en medio de ellos. Entonces
dijo: Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como
niños, no entrarán en el reino de los cielos. Por tanto, el que se
humilla como este niño será el más grande en el reino de los cielos"
Mateo 18:1-4
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