LUZBY BERNAL

viernes, 2 de agosto de 2019

Parashá Masé - Marchas Libro Bamidbar / Números (33:1 a 36:13)


Torá desde Jerusalem



Parashá Masé - Marchas

Libro Bamidbar / Números (33:1 a 36:13)
Resumen de la Parashá

Moshé registró por escrito el trayecto del Pueblo de Israel a través del desierto desde el momento en que partieron de Egipto hasta su llegada a las llanuras de Moab.  Los israelitas acamparon en cuarenta y dos lugares distintos durante sus cuarenta años de deambular.
Con posterioridad a haber expulsado a los habitantes de Canaán, el pueblo recibió la orden de destruir todo rastro de idolatría en ese territorio.  La tierra sería distribuida en partes proporcionales a la cantidad de miembros de cada tribu.  Fueron designados diez dirigentes, uno para cada una de las tribus respectivas.  A ellos, juntamente con Yehoshúa y Elazar, el Cohén Gadol, se les confió la entrega equitativa de la tierra.  Los Leviim no recibieron ningún territorio.  En parte de ello se les otorgaron cuarenta y ocho ciudades a ambos lados del Jordán.
Seis de ellas, tres a cada lado de este río, fueron instituidas como arei miklat (ciudades de refugio).  Ellas se utilizarían como asilo para cualquier persona que hubiera matado a otra accidentalmente, permitiéndole así escapar a la acción vengadora de los parientes del muerto.  Luego de un asesinato accidental, el que lo hubiera consumado podía huir a esas ciudades de refugio, donde sería llevado ante un tribunal.  Si los jueces decidían que se trataba de un caso de asesinato intencional, la persona sería entregada al vengador de la víctima (un pariente cercano). 
Por otra parte, cualquiera que cometiese un asesinato deliberado, sería ejecutado.  Asimismo, si el crimen no había sido premeditado y no tenía intención maligna, el que lo hubiera realizado tendría que permanecer en la ciudad de refugio hasta la muerte del Sumo Sacerdote.  También un asesinato intencional no podía ser condenado a muerte, salvo que hubiera dos testigos que imputaran al asesino.  La sentencia de muerte por asesinato premeditado no podía ser conmutada por medio del pago de dinero, ni tampoco podía el asesino por accidente, librarse del exilio en la ciudad de refugio con ese subterfugio.
Relata la parashá que los dirigentes de la familia de Guilad, de la tribu de Menashé, plantearon el problema de la tierra heredada por hijas, tales como las de Tzelofjad.  Si estas mujeres se casaban con miembros de otras tribus, sus propiedades se perderían para su tribu original y pasarían a las nuevas.  Entonces, esto llevaría a la reducción de las posesiones de la tribu a la que perteneciesen las mujeres.  El problema fue resuelto con la decisión de que en tales casos, la heredera debía casarse con un miembro de la tribu de su padre.  Y esto es lo que ocurrió, justamente, en el caso de las hijas de Tzelofjad, que se casaron con sus propios primos.


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