Dulce entrega es una actitud de mente y corazón, una actitud de
aceptación de bendiciones.
Cuando pongo todo en manos de Dios, en un
acto de rendición, conozco la verdadera serenidad.
Todo lo que pongo en manos de Dios es sanado y corregido, de modo que
entrego cualquier tendencia a pensamientos o hábitos negativos. ¡Qué
alivio, saber que no necesito luchar, que Dios es mi fuerza y mi
convicción! También entrego cualquier necesidad de hallar defectos en
mí mismo o en otros y me relajo inmediatamente en un estado de paz.
Entrego a Dios cualquier incomodidad física o mental, sabiendo que
hasta las dolencias que me han preocupado durante años ceden al poder
divino. Ahora entiendo que la mujer que tocó las vestiduras de Jesús y
fue curada se ofrecía en dulce entrega, y lo mismo hago yo.
"Al verla Él dijo: ánimo, hija;
por tu fe has sido sanada".
Mateo 9, 22
No hay comentarios:
Publicar un comentario